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jueves, 31 de mayo de 2012

Relato Nº6 de Guillermo Muñoz Pedrosa

Cuidado con el lobo.
La noche aún estaba al caer, y Rodríguez aún tenía mucho que hacer. Preparaba los partes de incidencias dentro del bosque, el comprobante de salud de las especies de la reserva y aún tenía que hacer la ronda de patrulla por el bosque. El trabajo aún se le había acumulado y se iba haciendo cada vez más de noche.
El silencio que había en la cabaña fue roto de pronto cuando la puerta se abrió de golpe. Entró en la cabaña una niña que, a toda prisa se dirigió a la mesa de Rodríguez, jadeando y suspirando, como si hubiese venido de una larga caminata.
Por favor señor, ¡ayúdeme! decía mientras suspiraba y trataba de recobrar el aliento.
Rodríguez se puso en pie y llevó a la niña al sofá de la cabaña. Examinó a la niña detenidamente. Tenía magulladuras por la cara y por las partes del cuerpo que podía ver. En el rostro divisó lágrimas recientes. La ropa estaba rasgada, salvo la pequeña capucha roja que lucía en la cabeza.
Cálmate. ¿Qué ha pasado? Le preguntó mientras secaba las lágrimas con un pañuelo.
Había ido a ver a mi abuela, que vive en una casa al lado de la reserva Decía la niña tratando de recuperar el aliento Íbamos a acostarnos hace un rato, cuando de repente se coló un lobo en casa.
¡¿Un lobo?! Rodríguez se sorprendió ¡Pero no es posible! Miró un pequeño radar dentro de la cabina No se ha registrado la salida de ningún animal de la reserva, y la policía se aseguró de que no hubiese animales en las residencias cercanas.
¡Por favor Señor, tiene que ayudarme! la niña se abrazó a él y le lloró ¡No quiero que mi abuela muera!
–Tranquila, pequeña Se dirigió al teléfono de su mesa y marcó el número de la guardia civil ¡Oh, vaya, no hay línea! Tendré que ocuparme personalmente Abrió el armario de la cabaña y sacó una escopeta de caza Iré a ayudar a tu abuela. Espera aquí.
¡No, quiero ir contigo! Replicó la niña.
¡Ni hablar, es muy peligroso! Dijo el guardia Tienes que quedarte aquí.
¡Por favor, no quiero quedarme sola! insistió.
¡He dicho que no! El guardia la miró fijamente Si se trata de un lobo lo que ha atacado, será peligroso que vengas conmigo. Podrías salir herida.
¡¿Acaso sabe donde vive mi abuela?! Gritó la niña ¡Sin mí, dudo que sepa cómo llegar!
–Pero… Rodríguez se quedó pensativo un momento.
¡No hay peros que valgan! La niña se dirigió a la puerta junto al guardabosques ¡Vamos, deprisa!
Rodríguez no tuvo tiempo de contestar. Salió de la cabaña siguiendo a la niña que lo guió a través del bosque, mientras el cielo se iba oscureciendo cada vez más y más.
El camino se hizo muy difícil de atravesar, no solo por la creciente oscuridad, sino por el elevado terreno y la cantidad de raíces y trozos de piedra que cubrían el suelo del profundo bosque. El sonido de animales nocturnos se hizo habitual a medida que se adentraban más en la sierra.
Al fin llegaron al final de la reserva y se adentraron en las áreas de viviendas colindantes. Una serie de pequeñas casas campestres en las que vivía la gente que quiso retirarse a una vida más cercana a la naturaleza. Eran pocas las hectáreas que se habían cedido a estos retiros a favor de la reserva, pero en cambio, todos los animales peligrosos se habían encerrado dentro de la reserva para seguridad de los habitantes.
La niña guió a Rodríguez por la zona hasta una casa en las cercanías de la reserva. Como todas las demás, tenía pinta de ser un cortijo algo viejo pero arreglado y en condiciones.
Es aquí Dijo la niña. La puerta había sido tirada abajo, y podían ver marcas de garras en el suelo.
Un animal con fuerza para dejar sus huellas en el suelo dijo mientras cargaba la escopeta Esto no me gusta. Un lobo no tiene tanta fuerza Avanzó despacio por el umbral y entró dentro de la casa, seguido por la niña ¿Hay alguien aquí? Gritó.
La casa estaba destrozada. Las marcas de zarpas estaban plasmadas también en las paredes. Marcas espectacularmente grandes. Los muebles estaban hechos pedazos y una de las ventanas estaba completamente rota y las huellas eran menos frescas en esta.
Por aquí debió entrar el animal Opinó Rodríguez. Oyeron un gemido que provenía de una de las habitaciones del fondo– ¿Hay alguien ahí? No se oyó respuesta. Rodríguez avanzó lentamente hacia la puerta. Dentro encontró a una señora anciana, tumbada en la cama Señora, ¿se encuentra bien? Corrió hacia a ella.
–P-Por fin… ha vuelto– dijo la anciana mientras se levantaba de la cama con esfuerzo Mi querida nieta ha vuelto Oyeron un rugido y Rodríguez se dio la.


Cuando se alzó la mañana, la guardia civil había acordonado la zona. La casa estaba precintada y había guardias vigilando que ningún civil se acercase a la escena mientras la forense se encargaba de examinar los restos que había por el lugar.
Un coche patrulla paró enfrente de la escena. De él bajaron dos hombres que se dirigieron a la casa. Un guardia les salió al paso antes de que pudieran acercarse demasiado al lugar.
Inspectores García y Miranda, de la guardia civil Dijo uno de ellos mientras sacaba su placa La comisaria Fernández nos envía a hacernos cargo de la situación.
Pasen por aquí, caballeros Les dijo el hombre mientras los guiaba por el lugar.
¿Qué opinas? Preguntó García a Miranda.
Sinceramente, esto está hecho una ruina Respondió Miranda mientras contemplaba el lugar A juzgar por las marcas diría que fue un animal enorme.
Extraño Comentó García Estos casos suelen ser competencia de los guardabosques, no de la guardia civil.
Vete tú a saber Dijo Miranda encogiéndose de hombros La comisaria Fernández insistió mucho en que se hiciera cargo este departamento Miranda miró a los guardias, que más que vigilar parecía que estaban matando el tiempo Oye, mejor ve tu a hablar con la forense. Yo me quedaré aquí a coordinar a estos holgazanes.
Me parece bien Asintió García y se fue al fondo a la habitación, mientras escuchaba a Miranda riñendo a los agentes. Entró en la habitación y en ella halló a la forense tomando fotografías Señorita, soy el inspector García, ¿Qué tenemos?
Toda una verdadera carnicería, señor García dijo mientras se agachaba a comprobar los restos En los años que llevo en el cuerpo de la guardia civil nunca había visto nada parecido.
Realmente desagradable, vive Dios Dijo García mientras contemplaba los restos.
No he podido identificar si se trata de una víctima o dos. No hay muchos restos reconocibles
Esto parece obra de un animal salvaje
Sí, aunque debo admitir que nunca había visto huellas y marcas de dientes tan grandes la forense señaló a unos fragmentos de carne Fíjese en esos trozos.
También fueron arrancados García se los miró detenidamente Espere un momento. Estas marcas no son de animales…
En efecto dijo la forense señalando las marcas Son dientes… Humanos…

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