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viernes, 25 de mayo de 2012

Relato 5 de Sebastián Chilla


Adelante
Sebastián Chilla

Lolo echó un vistazo a su alrededor y se montó en aquel tren. Entró en el vagón número uno y, a paso ligero, fue en busca de la plaza que le correspondía. Su asiento era uno de los últimos, allí colocó su maleta y se sentó. Recogió la cortina y miró al campo, el tren ya había partido hacia su destino. Se dio la vuelta y fijó su mirada en su compañía, una joven chica, se observaron durante cinco minutos.
- ¿La conozco? – dijo Lolo.
- No lo sé, no lo creo – dijo ella. 
- ¿De verdad?- dijo Lolo.
- Más o menos – dijo ella.
- Bueno… - concluyó él.
Lolo volvió a mirar por la ventana, sonrió. Abrió su mochila y sacó una botella de agua, bebió y se secó los labios con su mano. Se giró de nuevo.
- Hola – saludó Lolo a la chica.
- Hola…  - contestó ella. 
Lolo sonrió otra vez y empezó a pegar pequeños golpes contra una de las ventanas del vagón.
- Me gusta la música – afirmó Lolo.
- Y a mí, mucho… - dijo ella.
Ambos miraron por la ventana y Lolo volvió a sonreír.
- ¿Qué está usted mirando? – preguntó Lolo.
- Lo mismo que usted – respondió ella.
- Estoy buscando a alguien – dijo él.
- Me parece bien – dijo ella. 
El tren se paró, un par de pasajeros bajaron de su vagón. Los golpes eran cada vez más fuertes.
- ¿Qué? – preguntó Lolo.
- Usted, usted… - comentó ella, sin continuar.
- ¿Usted? – rió Lolo.
El vagón temblaba, los pasajeros les miraban.
- ¿Le gusta sonreír? – dijo Lolo, esta vez sin respuesta.
Lolo sonrió otra vez.
- Usted no está sonriendo, ¿por qué? – comentó Lolo.
Lolo sonrió otra vez y la chica sonrió por fin.
- Usted ha sonreído, ¿por qué? – dijo Lolo.
- Nunca me había pasado esto – dijo ella.
- ¿Qué le ha pasado? – dijo Lolo.
- Usted – dijo ella.
- ¿Yo? – dijo sorprendido Lolo.
- La situación es cómica, y algo incómoda – dijo ella.
- ¿Le parece cómica e incómoda? – dijo Lolo.
- Sí… - apartó su mirada.
La chica se levantó.
- ¿Se va a ir? – preguntó Lolo.
- ¿Y usted? – respondió ella.
- Es posible – dijo él.
Ella cogió sus pertenencias y fue al baño, volvió en cinco minutos.
- Hola – dijo ella.
- Hola… - dijo él.
Lolo rió.
- ¿Dónde vamos? – preguntó Lolo.
- Sus preguntas son muy curiosas – afirmó ella.
- ¿Cómo se llama? – preguntó Lolo.
- Soledad, me llamo Soledad – sonrió.
- Encantado, Soledad. Yo me llamo Lolo – sonrió también.
Lolo guardó la botella de agua en la mochila. 
- ¿De dónde procede? – preguntó él.
- De… - la chica pensó.
- ¿De? – rió Lolo.
- De Málaga – dijo.
- Bien – dijo él.
Lolo cogió un papel e hizo varias cruces.
- ¿Y usted? – preguntó Soledad.
- Se me olvidó decirle, ¿necesita que le suba la maleta? – preguntó Lolo. - Lleva pendiente de ella todo el camino, creo que estaría mejor arriba – añadió.
- Sí, por favor, gracias. Es usted muy amable – dijo ella.  
Lolo subió la maleta de Soledad y volvió a sentarse.
- ¿Cree que soy amable? ¿De verdad? – preguntó él.
- Sí, la gente no suele ser muy agradable y menos en los tiempos que corren – afirmó.
Lolo asintió y sonrió. La observó durante cinco minutos, apuntó algo en el papel.
- Usted es muy guapa – dijo.
Soledad se sonrojó y apartó la mirada.
- Lo digo de verdad, Soledad, usted es muy guapa. ¿No piensa usted lo mismo? – dijo Lolo.
- No, bueno, tampoco es que sea muy fea, pero no soy guapa, para nada, ¿no? – dudó. – No, no lo soy, ¿no? – añadió.
Lolo sonrió otra vez, una cruz más.
- ¿Le incomodan tantas preguntas? – dijo Lolo.
- Un poco, en realidad no, usted me cae bien. La situación es un poco extraña, no sé muy bien qué pensar – dijo ella.
- ¿Suele pensar mucho? – dijo él.
- Sí, bueno, tengo muchas cosas en la cabeza – dijo ella.
Lolo cogió su mochila otra vez.
- ¿Se considera una chica normal? – dijo él.
- Sí, una estudiante normal – dijo ella.
- Ah, estudiante, mejor – dijo él.
- ¿Mejor? – dijo ella.
- Mucho mejor, ¿es usted atrevida? – dijo él.
- No lo sé, depende.
Lolo le señaló a través del cristal una torre y un campanario. 
- Once torres, ¿le gusta Écija? – dijo Lolo.
- Sólo he estado una vez, hace mucho calor – dijo ella.
Lolo sonrió, tomó su papel y marcó otra cruz.
- Mire, ya sé lo suficiente, usted tiene el perfil que buscamos. En primer lugar, no la conozco. Además, es sincera, aunque algo insegura, por no decir muy insegura. Esto último debería mejorarlo, pero es también agradecida, guapa y humilde. ¿Qué más podría pedir?
Lolo señaló el cartel de próxima parada.
- Sé además su nombre, Soledad, sé que estudia y es de Málaga. ¡Perfecto! Es joven, una chica simpática e inteligente. Sin olvidar que es inconformista y cree que la sociedad está en deuda con usted.
Soledad bajó la cabeza.
- No tenga miedo, mire – dijo él.
- ¿Qué es esta tarjeta? – dijo ella.
- Lea, lea – dijo él.
- ¿Qué insinúa usted? – dijo ella.
- Sonría y no deje pasar por alto esta oportunidad – dijo él.
El tren paró, Lolo sonrió.
- Adelante.

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