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viernes, 11 de mayo de 2012

RELATO 2 - Mª Angeles Macías Alegre

EL BUEN HOMBRE


Allí en la sierra, donde las montañas separan valles profundos de fuertes pendientes, donde los pueblos son pequeños, casi inexistentes  en las faldas de las montañas,  vivía un hombre, un hortelano joven que vendía con alegría los productos de su huerta. Su pequeño negocio y también su casa se hallaban situados junto a una fuente que manaba un agua deliciosa y fresca. Este hombre de porte ligero y ágil,  se movía con soltura entre las cajas de frutas y verduras que tenía expuestas junto al camino. Ordenaba y disponía en filas los frutos que había recolectado lo que otorgaba a todo un aspecto agradable y cuidadoso.  Su buena disposición al trabajo, su ilusión por vivir, eran un sello inconfundible en su persona. Completaba esta vida tan simple con otros quehaceres eventuales en huertas cercanas así como con algunos trabajos de albañilería en el pueblo y los alrededores.  

Todos los días se levantaba temprano, al amanecer, recibiendo el nuevo día como el gallo, cantándole al sol, riendo y  sonriendo. Labraba la tierra con agrado, con su arado, la limpiaba de plantas extrañas, la regaba en el frescor de la mañana, le recogía los productos maduros y todo lo que hacía era acariciar la tierra porque su amor por la vida inundaba cada pequeño acto de su cotidianeidad.  Como era hombre bueno, sus obras hablaban con claridad de su bondad, no solo el manto fértil que cubre  la montaña sabía responderle en abundancia, riqueza y sabor para sus  frutos, sino que también la siembra humana, los sentimientos, las buenas obras de cada día hacían feliz a su familia y merecedor del título de buen esposo y padre.

Tan  bondadoso era que hasta las gallinas podían estarle  agradecidas de tanta libertad como disfrutaban en sus vidas. Las dejaba correr, explorar, visitar los huertos vecinos;  no había sitio que las muy alocadas no hubieran husmeado ó picoteado, dentro de los límites que una gallina de huerto se dispone a traspasar. Evidentemente era un gallinero que se “extendía hasta los confines”; según la impresión de una gallina de campo que suele pasar su vida hacinada con otras muchas en un lugar pequeño. Es así que su gallinero gozaba de toda la extensión que un ave “criada en cautividad” y sin obligaciones ponedoras,  desearía para ser feliz.  Otorgar la puesta de un huevo era algo libre y un canto de cacareo en cada puesta, un aviso por el “esfuerzo diario”, era lo menos que se les podía pedir a esas gallinas que vivían tan felices en aquel huerto. El con toda su santa paciencia o ciencia porque ya las conocía la mar de bien, exploraba los diferentes rincones del extenso espacio hasta  encontrar los huevos del día que iba guardando para  completar la media o la docena. Su otro pequeño cariño consistía en molerles maíz que luego colocaba en sus comederos siempre limpios,  y las señoras cacareadoras   se congraciaban con él dedicándole ruidosas canciones de acento feliz por sus estómagos bien satisfechos y hermosos huevos, muy saludables,  que él vendía o consumía en familia.

Cuando comencé a conocerlo llevaba afincado escaso tiempo en el pueblo de la serranía. A poco de realizar algunas compras, supe en breves pinceladas sobre algunos asuntos de su vida, una existencia sencilla pero esforzada, humilde pero esperanzadora porque aunque su existencia no estaba regalada de facilidades, el miraba con esperanza su porvenir, soñaba y se comprometía  de veras con su trabajo diario con la vida misma. Para mí el conocerle  significó ejemplo, reflexionar sobre “lo importante”, lo trascendente y su opuesto la hojarasca de lo ilusorio.    

Me regalaba productos de su huerta, cosa que me sorprendía, pues aún teniendo tan escasos medios para vivir era bastante generoso y diligente en su servicio. Y    comprendí  con mi vivencia que cuando la gente es tan buena, trabajadora y honrada hay que ayudarla, que uno no puede ni debe olvidarse del prójimo, así que me propuse colaborar para que su precariedad fuera menor, le compraría todo lo que pudiera cada vez que visitase la zona y quizás lograría darle ánimos renovados de seguir con su trabajo.  

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