EL DESPIDO
El
lunes, a primera hora, estaban todos los miembros del departamento
creativo en la sala de reuniones. La empresa de publicidad en la que
trabajaban, Cre@flash.S.A,
no estaba en su mejor momento, así lo explicó Jorge, el jefe del
departamento creativo, cuando convocó el viernes a última hora esa
reunión.
La
sala de reuniones era un lugar amplio, luminoso e impersonal, y allí
estaban todos. Jorge, con rostro serio, presidía la mesa oval que
ocupaba el centro de la sala, Carlos y Miguel, sentados en el otro
extremo, charlaban, Pilar, con cara de preocupación, bebía a
pequeños sorbos un café de maquina humeante y Adela hablaba con
Javier, los dos de pie frente a sus sillas.
-
Buenos días a todos-dijo Jorge en tono serio-. Por favor, Adela,
¿puedes correr la cortina?, me da el sol en la cara y es muy
molesto. Vamos a empezar.
La
empresa ocupaba la novena y décima planta de una de las torres más
emblemáticas del Paseo de la Castellana. La sala de reuniones donde
se encontraban contaba con grandes ventanales que ofrecían una
magnífica vista de la ciudad y que en mañanas soleadas como la de
ese lunes, trece de abril, obligaban a cerrar las cortinas.
- Buenos
días Jorge -contestaron Javier y Pilar-.
Mientras
Adela cerraba las cortinas de los ventanales, Carlos y Miguel
charlaban en voz baja.
- Creo que todos
vosotros conocéis el motivo de esta reunión -continuó Jorge-. La
situación económica del país es mala y la crisis también ha
llegado a “creaflash”. En el último año hemos perdido
un 40% de nuestros clientes, el mercado cada vez es más
competitivo y el cierre del año pasado dejó un déficit en la
empresa que asciende a los diez millones de euros, motivo por el que
nos vemos obligados a hacer reducción en la plantilla en todos
los departamentos. Estamos estudiando la situación laboral,
profesional y personal de cada uno de vosotros para poder tomar la
decisión más adecuada respecto a vuestro futuro.
Hubo un cruce de miradas entre todos y tras un
breve silencio empezaron las preguntas.
-¿Y por qué no recortan en el departamento
comercial? -dijo Carlos- mientras pasaba sus dedos por su cabello
oscuro y abundante, algo rizado, peinado hacia atrás. Llevo más de
diez años en esta empresa y en ese departamento han duplicado el
personal en estos últimos años. Si hay menos clientes, sobran
comerciales.
Carlos, con una actitud desafiante, mirando a
los ojos a Jorge, continuó hablando.
- Aquí los cinco somos
imprescindibles, y tú, Jorge, lo sabes. Miguel y yo tenemos
experiencia y
sabemos que quiere el cliente, Pilar y Adela ordenan y
dan forma a nuestra ideas y Javier es el experto en las nuevas
tecnologías, es la clave en la presentación final y difusión
del producto.
¿Quién sobra?
- Quién y
cuando? Cuando tenéis pensado echar a la calle al “elegido”?
-dijo Miguel con cierta sorna-.
- Calma
compañeros -respondió Jorge-.Todos hacéis un trabajo formidable,
estáis muy bien valorados y os estoy diciendo que vamos a estudiar
el caso de cada trabajador de forma individual.
- Ahora somos
trabajadores y compañeros?? -dijo en un tono elevado Adela-. Cuando
en navidades nos pedías hacer horas extras para cubrir los
encargos de todos los clientes, entonces éramos una familia, ¿no?,
y ahora... ¿somos trabajadores? Jorge, no esperaba esto de ti.
- Bueno -dijo Pilar en
tono conciliador-, seguro que Jorge nos lo explica todo. Yo confío
en él, él es parte del equipo y es posible que consiga que ninguno
tenga que irse del departamento, no es así?, y le miró con ojos
interrogantes.
Jorge esquivó su mirada y empezó a jugar con el
bolígrafo Mont Blanc sobre un papel, haciéndole girar con su mano
derecha. Tragó saliva y con la mirada perdida hacía ningún lugar
contestó:
- Esta decisión no ha
sido mía. Yo os aprecio a todos y la empresa también. Sabemos la
dedicación que habéis tenido durante todos estos años pero los
números mandan y de dirección las órdenes han sido tajantes, nos
obligan a reducir personal en todos los departamentos. No depende de
mí.
- Y tú estás incluido? -preguntó
maliciosamente Carlos-. Puede que el que tenga que marcharse
seas
tú?. Nosotros nos organizamos bien, podríamos arreglarnos sin tu
supervisión y tú ubicarte en
otro departamento.
- Mira Carlos,
no te pases -dijo Jorge con tono y cara de cabreo-. Vamos a hablar
claro. Uno de vosotros va a perder su puesto de trabajo y ni tú por
ser el más antiguo y el líder del grupo te vas a librar de ser
evaluado. No puedo deciros más por ahora. El viernes, a la misma
hora, se comunicará de manera oficial quién dejará de colaborar
con nosotros. Hasta entonces a trabajar. La reunión ha terminado.
Todos, excepto Jorge, se levantaron. Salieron
de forma pausada de la sala y caminaron por el pasillo hasta llegar
donde estaba Myriam, la becaria pechugona que ocupaba la mesa de
información a la entrada de la oficina en el piso noveno. En
cuanto salieron al rellano de los ascensores, los cinco comenzaron a
hablar de forma alborotada al mismo tiempo.
- Está bien, equipo
-dijo Carlos-. A las dos en “ La última gota”, el bar de la
calle de atrás, y allí hablamos tranquilamente. Aquí hasta las
paredes oyen.
- O.K., allí nos vemos, contestaron las
chicas y Javier.
Miguel asintió con la cabeza mientras se
quedaba en el rellano, sin coger el ascensor que le llevaba a su
planta de trabajo. Con él se quedó Pilar. Se acercó hasta él y en
un tono muy bajo, tras mirar a ambos lados y asegurarse de que nadie
les escuchaba, le preguntó.
- Y nosotros, ¿Qué vamos a hacer? Mejor
dicho, y yo, que coño voy a hacer?
Mientras hablaba los ojos se le humedecían
y Javier mantenía la mirada en sus zapatos, ocultando su cara. Pilar
continuó:
- Tú no dejas a tu
mujer, a mí se me va a empezar a notar y soy junto con Javier, la
que menos antiguedad tengo en la empresa. Vamos, que soy la
candidata perfecta para ser despedida y entonces... ¿Qué? Madre
soltera en el paro mientras tú te vas de rositas. He sido una
imbécil!-exclamó en tono enfadado-.
Miguel levantó la cabeza, posó su mano sobre
el hombro de Pilar y le dijo:
- Quieres
tranquilizarte?, por favor, y baja la voz. Todo se va arreglar. Nadie
tiene porque enterarse de lo nuestro. Estoy a punto de irme de casa,
pero ya sabes que ahora, con mi suegro en el hospital, no me parece
el mejor momento. Y no te obsesiones, no se te nota nada. Del
trabajo hablamos luego en el bar, algo se le ocurrirá a Carlos, ya
sabes como es.
A la hora convenida empezaron a llegar “ A la
última gota”. El bar estaba muy cerca de la oficina, era largo y
estrecho, con poca luz y una barra amplia que ocupaba un lado del
local que estaba llena de pinchos. A esa hora, aún no había mucha
gente. Los primeros en llegar fueron Carlos y Miguel, se acomodaron
en la barra, en la zona esquinada que quedaba al fondo del local.
Poco después llegó Javier, entró en el local solo, con la camisa
por fuera del pantalón vaquero, algo despeinado y sonriente. Por
último llegaron las chicas, Adela por delante , una mujer de
treinta y muchos años con un físico lleno de curvas bien
proporcionadas y detrás Pilar, delgada, pequeña, callada y muy
pálida.
- Muy bien chicos, ya
estamos todos –dijo Carlos- mientras se peinaba con los dedos el
pelo rizado hacia atrás- ¿ Cerveza para todos?
Todos asintieron con la cabeza excepto Pilar.
- Yo tomaré
Cocacola, estoy algo mareada - dijo Pilar-
- Si, tienes mala
cara-dijo Javier-.
-
Qué os ha parecido lo de esta mañana? -volvió a hablar Carlos-.
Vaya con Jorge, sabía que no
nos podíamos fiar de él.
-
Y ahora, ¿Qué vamos a hacer? –preguntó Pilar, mientras miraba
uno por uno a todos- Claro,
Miguel y tú, -dijo, refiriéndose a
Carlos- estáis tranquilos porque sois los más antiguos pero y los
demás, ¿qué?
-
Pues al que le toque... a buscar- dijo Javier en tono despreocupado-
-
Como tú no tienes unos hijos que mantener ni una hipoteca que pagar
estas tan tranquilo
-contestó Adela en tono agresivo-
-
Eso -dijo Pilar- Ni siquiera pagas un alquiler como yo. Desde luego
el vivir en casa de tus padre tiene esas ventajas.
-
Eh!, tranquilos, que aunque no tenga alquiler, ni hipoteca ni hijos
yo también tengo vida, tengo vicios –dijo Javier con cara de
niño travieso- y para eso necesito pasta, así que yo tampoco
quiero perder el trabajo.
-
Bueno, todos tenemos motivos importantes por los que no podemos
perder el trabajo. Así que algo hay que hacer-dijo Miguel-
mientras se disponía a darle un bocado a un pincho de tortilla de
patata.
-
Dejadme pensar -dijo Carlos- La empresa está mal, sobra gente, pero
¿Por qué hemos de ser uno de nosotros? Siempre hay algo que se
puede hacer. Todo el mundo tiene un punto débil y Jorge seguro que
también. Él ya no es del equipo, desde que le nombraron jefe del
departamento se ha distanciado de nosotros y solo le interesa
ascender en la empresa. Es un trepa, pero quizá podamos descubrir
algo turbio que le obligue a dimitir de su cargo y nos deje vía
libre a los demás.
-
Yo puedo indagar en las cuentas del departamento-dijo Javier-. Con
el programa i informático que tengo en el despacho no sólo hago
difusión del producto en las redes sociales, también puedo
acceder a contratos de clientes, distribución de trabajos y pagos
recibidos por la empresa. Soy un “as” en la informática, no hay
información en la red a la que yo no pueda acceder-dijo con voz
intrigante y sonrisa burlona-. A lo mejor encuentro algo.
-
Vale -dijo Carlos-, que acababa de terminar un pincho de
ensaladilla. Tú investiga por ese lado. Yo hablaré con Jorge a
ver si puedo sacarle algo más.
-
No irás a ponerte de su lado? O vas a darle coba??- pregunto Adela
y continuó hablando- Te conozco, Carlos, y venderías tu alma al
diablo por salir triunfante de cualquier situación.
-
Si empezamos a desconfiar unos de otros no hay nada que
hacer-contestó Carlos - Es mejor que hable uno sólo con él para
que no sospeche de nuestro boicot. Sé de algunos trabajos que
hicimos el año pasado y que Jorge consiguió de una manera “poco
legal”, me entendéis?. Os acordáis de la publicidad de los
centros deportivos de la comunidad de Madrid del año pasado?..
¿Porqué creéis que nos la dieron a nosotros y no a
“plublisport”,
la empresa que lo había hecho en años anteriores ...
-Bueno,
Carlos, yo confío en ti -dijo Miguel-. A estas alturas no podemos
desconfiar de nosotros mismos, aunque no está demás que todos
pongamos al día nuestro currículum,
donde figure los trabajos realizados en la empresa en estos
últimos años y los premios conseguidos, no? - Ya salió el premio- dijo Adela- mientras se limpiaba los dedos con una servilleta de papel. Ya sabemos que tienes dos premios nacionales de publicidad por tu trabajo con BMW y Mahou, pero querido, de eso hace más de cinco años.
- Pero al menos los tiene -dijo Pilar- que no había probado bocado desde que llegaron. Yo tendré que hacer mi ridiculum vitae y seré la primera en salir.
- No digas tonterías - dijo Miguel- y come algo, que estas demasiado delgada.
- Eso, no digas tonterías-repitió Adela, mientras apuntaba con su dedo índice derecho la cara de Pilar-, porque todos sabemos que tu tío fué socio fundador de la empresa y con tu primo del alma en la junta directiva, tú eres la que menos posibilidades tienes de ir a la calle.
- Como puedes decirme eso, Adela-dijo Pilar- Creía que eras mi amiga.
- Y lo soy -contestó
Adela en un tono más cálido- Y no cuestiono tu formación en
este campo ni tu valía, pero la realidad es esa. No te ofendas.
Y
mientras le pasaba el brazo por la espalda en un tono afectivo.
-
Está bien -zanjó la conversación Carlos-. El jueves a esta hora
nos vemos aquí y hablamos de nuevo con lo que tengamos. Me tengo
que ir que tengo una reunión a las cuatro.
Carlos,
Javier y Adela salieron charlando del bar, mientras Pilar y Miguel
estaban acabando el café, sentados en los asientos de la barra.
Pilar callada, con su mirada perdida en el café, no se giró para
despedirse de los demás. Estuvieron callados más de cinco minutos.
-
Pilar, Cariño, no soporto tus silencios. Tú sabes que te quiero.
Entre mi mujer y yo ya no hay nada, hace meses que no hacemos vida
juntos, sólo tienes que tener paciencia hasta que llegue el momento
adecuado. Te lo he dicho muchas veces.
-
El momento adecuado? –dijo Pilar con cara de enfado. . Eso llevas
diciendo hace seis meses, estoy embarazada de cuatro y ya no puedo
esperar más. Necesito decirlo, quiero disfrutar el embarazo,
contigo o sin ti, comprendes?
-
Cariño, si tu tío o tu primo se enteran que yo soy el padre de tu
hijo, me echan a la calle. Ellos conocen a mi mujer desde hace diez
años: cenas de navidad, recogidas de premios... ya sabes como son,
están chapados a la antigua y no tolerarán un escándalo como este
en la empresa, me despedirán, dejaremos de vernos... ¿ eso es lo
que quieres?
-
No Miguel, no quiero que te despidan pero tampoco quiero seguir así.
O se lo dices a tu mujer esta semana o hago público mi embarazo. No
puedo más. Y por favor, no vengas a mi apartamento si no es para
decirme que has tomado una decisión, tu mujer o yo.
Y
la mujer apocada y pequeña se levantó, cogió su bolso y se marchó
sin despedirse.
El
martes y el miércoles pasaron fugazmente. No hablaron entre ellos,
tan solo miradas fugaces entre pasillos cuando se dirigías a sus
respectivos despachos. Jorge, el miércoles a media mañana se cruzó
con Adela y le dijo, con cierta sorna:
-
Ay que ver, Adela. Si llego a saber que la amenaza de despido te
hace trabajar tan calladita, lo hubiera utilizado más a menudo- y
siguió caminando.
-
Cabrón-dijo Adela en un tono lo suficientemente alto para que lo
oyera-, mientras caminaba en dirección opuesta por el pasillo.
Y
llego el jueves. A las dos de la tarde fueron apareciendo por “ La
última gota”. El primero en llegar fue Carlos, entro en el bar, se
acercó a la barra y pidió una cerveza mientras se sentaba y pasaba
los dedos entre su cabello ondulado peinado hacia atrás. Más tarde
llegó Javier, solo, con los walkman puestos tarareando una canción.
Por último entraron Adela, Pilar y Miguel, iban en fila india sin
dirigir palabra entre ellos.
-
Que tal estos días? -preguntó Carlos- con una medio sonrisa en la
boca. ¿Cerveza para todos?
-
Yo agua -dijo Pilar-
El
resto afirmó con la cabeza, respondiendo a Carlos.
-
Yo llevo unos días de perro-contestó Adela- Tengo a un niño malo,
mi marido de viaje y con este panorama....
-
Tú si que tienes mala cara - le dijo Javier a Pilar- Estás
enferma?
-
No, no -contestó titubeante-. Es que llevo tres días “sin pegar
ojo”.
-
Bueno, al grano -dijo Miguel- Alguien ha averiguado algo?
Todos
callaron. Adela jugaba con una servilleta arrugada entre las manos,
Pilar, sentada en un taburete, rebuscaba en el bolso, Javier movía
la cabeza en señal de negación y Miguel apuraba la cerveza de un
trago. Y Carlos tomó la palabra.
-
Siento deciros que esto tiene mala pinta. Me he informado y es
verdad que en todos los departamentos van a echar a alguien e
incluso van a reducir personal en dirección y en administración.
Van a despedir a más de un tercio de la plantilla. Mucho me temo
que uno de nosotros tendrá que marcharse.
Mientras
Carlos hablaba, Pilar sacó un abanico del bolso con el que se empezó
a darse aire con poca energía, Javier se miraba las Nike
desgastadas que asomaban por sus vaqueros y Miguel, cabizbajo,
resoplaba con cara de preocupación, con el vaso de cerveza agotado
en la mano.
-
Entonces -dijo Adela- ¿ De tu encuentro con Jorge? ¿ Nada?
-
Poca cosa-respondió Carlos - No puede hacer nada. No saben quien va
a tener que marcharse, lo están decidiendo.
-
Y de lo que nos contaste el otro día acerca de los contratos del
año pasado?-preguntó Miguel- Ya sabes...
-
Nada, nada -contestó Carlos- mientras se peinaba con los dedos su
cabello rizado hacia atrás. No hay nada. No hay forma de
demostrarlo, no hay ningún documento y él lo niega.
-
Yo no he encontrado nada raro en las cuentas -dijo Javier-.Si hay
chanchullos, están muy bien escondidos.
Adela
miró a Carlos con desconfianza. Miguel dio un puñetazo sobre la
barra mientras murmuraba tacos en voz baja, Pilar, cada vez más
arrugada en su taburete, estaba callada, con la mirada perdida...
-
Entonces no tenemos nada que hacer, no? -preguntó Adela en tono
seco- mientras miraba a Carlos.
-
Nada -contestó éste-
-
Muy bien -siguió Adela.- Que haya suerte compañeros. Yo me voy, no
pierdo más el tiempo. Nos vemos mañana en la reunión. Por cierto,
se debe algo?
-
A esta ronda invito yo-dijo Carlos-
-
Espera -dijo Javier- Me voy contigo.
Los
dos se despidieron y caminaron hacía la puerta. Antes de llegar a la
salida, Adela miró a Javier y le dijo:
-
Carlos nos la ha jugado.
Javier
asintió con la cabeza, arqueó las cejas y subió los hombros.
Salieron del bar en silencio.
Carlos
se marcho poco después. Argumentó una partida de paddle que le
obligaba a salir corriendo y aprovechó para tranquilizar a Miguel y
Javier respecto a su situación laboral:
-
No os preocupéis, amigos -dijo Carlos con prepotencia- Javier es el
más joven y lleva muy poco
tiempo y Adela trabaja bien, pero Jorge
no la traga. Lo siento por uno de ellos, pero mucho me
temo que....
Vosotros estar tranquilos. Mañana nos vemos.
Y
Carlos desapareció .
Cuando
todos se marcharos Miguel rodeó con su brazo a Pilar por la cintura
y le preguntó en tono cariñoso:
-
Y tu, mi amor, como estás? mientras acercaba su boca al cuello de
Pilar.
-
Muy bien, gracias -contestó Pilar - y separó su cuello
bruscamente. Yo también me marcho. He quedado con mi primo.
-
El de dirección? -dijo Miguel-
-
Si, el de dirección -contestó Pilar-Tengo que hablar con él.
Bajó
del taburete dando un saltito, cogió su bolso y comenzó a andar.
Tras dar dos pasos giró la cabeza y dijo:
-
Mañana nos vemos en la reunión. Mucha suerte.
Miguel
se quedó solo en la barra de “ La última gota”. Se sentó en el
taburete que vacío que acababa de abandonar Pilar. Sacó el
teléfono móvil del bolsillo, marcó el número de
Pilar...piiiiiiii....piiiiiiiiiii.....piiiiiiii......No contestó.
Colgó. Dejó el móvil sobre la barra y llamó al camarero. Pidió
un Güisqui con agua, preguntó cuanto debía y permaneció sentado
en la barra en silencio, sin dejar de mirar el hielo que se deshacía
en el vaso. Pasó el tiempo. Guardó el móvil. Apuro el Güisqui
aguado que quedaba en al vaso y se levantó. Con su mano derecha hizo
un gesto de despedida al camarero mientras le dijo:
-
Mañana será otro día...
El
camarero no respondió. Y Miguel salió del local lentamente con la
cabeza baja y las manos en los bolsillos.
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