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viernes, 25 de mayo de 2012

Relato 5 de Daniel Morales Muñoz

Relato 5 – Daniel Morales Muñoz
Descontento
James mantiene la mirada fija en la pantalla del portátil, que en su esquina inferior derecha marca las 20.23 horas de un lunes cualquiera, mientras teclea a buen ritmo para terminar el informe de evaluación del Proyecto Merge XTS. Por un instante detiene la cadencia de la digitación y revisa la coherencia del párrafo en su conjunto, cuando una voz grave pero amable le interrumpe: 
- ¿Qué tal James? ¿Atascado?- 
James tarda unos instantes mientras añade una coma a una frase antes de mirar a su interlocutor: David Hertz, de unos 33 años (algo más joven que James), pelo impecable bajo un manto de gomina después de casi 12 horas de trabajo, igual de impecable que su corbata, camisa, chaqueta, reloj, gemelos y todo lo demás.
- Estoy con las conclusiones, ya sabes, donde cada palabra cuenta, y conviene pensarlas dos veces- responde James.
- Sí, al final es lo único que se leen- asiente David, y tras una pausa, añade con cierto pragmatismo: - Bueno, me voy ya, que he quedado para jugar al paddel con Pet-.
- Ya sabes, no le machaques demasiado, que si no mañana viene de mala leche- contesta James en tono irónico.
- Sí, sí, no te preocupes, que ya he aprendido la lección- contesta David con una sonrisa. 
- Hasta mañana-.
- Hasta mañana-.
James aguanta media hora más de redacción frente al portátil, guarda el documento y apaga. También apaga las luces de su planta y baja hasta el sótano, donde le espera su Ford Focus Metalizado. Atraviesa la ciudad en 20 minutos, con el limpiaparabrisas parpadeando a su máxima velocidad hasta llegar a su apartamento.
James gira las llaves abriendo el cerrojo con suavidad y entra en casa. Catherine está tirada en el sofá, en pijama, bata y zapatillas, viendo la tele sin apenas volumen y una revista de moda en las manos. 
– Hola cariño, no te he esperado para cenar, pero tienes pizza en el horno-, le recibe su esposa sin apartar la vista de la revista.
- Gracias cariño- le contesta él.
James pasa a su dormitorio, se quita los zapatos, y entra en el dormitorio de la pequeña Lisa con el mayor de los sigilos. El bebé duerme plácidamente en su cuna. James la contempla en la oscuridad, en silencio, con la respiración contenida al mínimo, y sin tocarla. Pasa allí, inmóvil, mirando y oyendo como duerme su hija, 15 silenciosos minutos. 
Después vuelve a su cuarto, se pone el pijama y las zapatillas, se prepara un plato con 2 porciones de pizza y una lata de cerveza, y se sienta en el sofá junto a su esposa.
- ¿Qué tal tu día?- pregunta él.
- Bien, un poco cansada, porque la niña ha estado muy llorona hoy- contesta ella con una mueca en forma de sonrisa.
-¿Pueden ser los dientes?- pregunta él.
- No creo, aún es pronto- le contesta ella.
Pasan unos minutos en silencio, el masticando y tragando con la mirada perdida, y ella con la mirada inmersa en la revista.
- Pues a mí se me está complicando el informe de Merge XTS, sobre todo porque David me ha largado un par de marrones en la última semana que no me han dejado centrarme-, dice él, y le pega un buen trago a la lata de cerveza.
- Ya, estoy harta de decirte que no te fíes de él – le reprocha ella.
- Si no me fío, pero no he podido hacer otra cosa- consigue contestar él con la boca llena de pizza.
- Pues deberías plantarle más cara, y devolverle los marrones-.
- Tal vez…- dice James, y pregunta mirando hacia la televisión -¿Que estás viendo?-.
- Un concurso nuevo sobre preguntas íntimas a famosos-, le contesta su mujer.
-Ufff, no sé cómo te gustan estos concursos cariño, yo me voy a acostar ya-, dice James mientras recoge su plato vacío y la lata.
Después se levanta, coloca el plato en el fregadero, apura el último buche de cerveza y tira la lata a la basura. Se lava los dientes, mea, se mete en la cama y coge el libro de la mesita de noche. Lee durante unos minutos hasta que los párpados comienzan a pesarle. Entonces deja el libro y apaga la lámpara de la mesilla. Cuando Catherine se acuesta, James ronca a pleno pulmón.
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-¿Como fue el partido de ayer?- pregunta James a modo de saludo, mientras coloca sobre la mesa la bandeja de la comida y se sienta. 
- Me volvió a ganar David, pero esta vez por muy poco-, contesta Peter Strongson con cierto aire de satisfacción, un hombre de  constitución atlética a pesar de sus cincuenta y pocos años, calvo, de poblado bigote y mirada dura.
- De hecho fue ganando la mayor parte del partido- corrobora David tras acabar de masticar.
- Ya me imagino, si tuviese la muñeca buena, os daría una paliza a los dos-, se burla James, que no ha jugado al pádel en su vida, mientras añade mostaza a la hamburguesa.
-Sí claro-, ironiza David metiéndose una patata frita en la boca.
Durante el rato del almuerzo continúan conversando sobre deportes, los cambios en la política monetaria de la Reserva Federal, el éxito en una licitación que van a festejar aquella misma noche, y finalmente, sobre trabajo: Peter les pregunta por el estado de distintos proyectos, y  tanto James como David contestan en lo que les corresponde, mientras su superior asiente en gesto de aprobación. Terminado el almuerzo, recogen sus respectivas bandejas y se dirigen a la máquina de café.
Mientras Peter está sirviendo los cafés de la máquina, mira a su alrededor, y con solemnidad, comienza diciendo: - Ahora que estamos solos, hay algo que quiero contaros-.
Pausa solemne, y continúa: - La dirección me ha encomendado que relance la Delegación de Chile, que como sabéis, después de tres años sigue siendo deficitaria. En 2 meses me mudo a Santiago-.
Se hace un espeso silencio. Peter aguarda la reacción de ambos con rostro inexpresivo. James y David se quedan mirando a Peter, pero se cruzan una mirada de soslayo, fría, como analizándose el uno al otro.
David rompe el silencio: - Se le va a echar de menos-.
James asiente con la cabeza y añade: -desde luego-.
-De todas formas no me pienso desvincular totalmente de la División de Riesgo, ni tampoco creo que me dejen-, añade Peter con una sonrisa.
-Bueno, supongo que de aquí a que te vayas, vas a estar hasta arriba de trabajo-, observa James.
- Desde luego, tengo que dejar la División organizada antes de marcharme, y también necesitaré cierto soporte desde Chile, que pretendo dejarlo establecido-, contesta Peter.
- Señor, si quiere puedo descargarle un poco ocupándome de cerrar el contrato con NPK&CO-, ofrece David con solemnidad. 
Por un instante, a James se le tensan todos los músculos del cuello y la cara, aunque el gesto parece que pasa desapercibido. Traga saliva, y cuando va a abrir la boca, Peter ya ha comenzado a responder: - Te lo agradezco, pero estoy pensando como lo organizo. Además, la mayor parte de las negociaciones las ha llevado James-.
-De acuerdo- contesta David, -solo era porque James está liado con el cierre del Merge XTS-.
- El informe final del Merge estará presentado la semana que viene, así que no me debe influir en las negociaciones con NPK-, reacciona James.
Desde el bolsillo de Peter suena una melodía de Chopin, que saca el móvil y mira la pantalla: -Disculpad, tengo que cogerlo-, y se separa mientras comienza a hablar por el móvil.
James y David quedan mirándose el uno al otro, en silencio, con frialdad, haciendo como que esperan a su jefe. James mira un par de veces el reloj, busca a Peter con la mirada, pero ha desaparecido, y dice secamente: - Me voy que tengo que acabar el informe, no quiero que me retrase en la negociación con NPK-.
-Animo- le responde. 
Y ambos se separan en direcciones opuestas, James hacia su despacho y David hacia la dirección en que ha desaparecido Peter.
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El pub Delirium está a solo cinco minutos a pie de la oficina, y allí es donde se suele reunir el personal de la División cuando hay algo que celebrar: algún cumpleaños, el nacimiento del hijo de alguien, algún que otro divorcio, o como en este caso, el éxito en algún proyecto.
James pide otra ronda de cervezas y sidras, y junto con la bebida, la camarera le pone unos cuencos de frutos secos para picar. James le da las gracias con un guiño y paga. La mayor parte de sus compañeros se han marchado ya, empezando por Peter, que como de costumbre, ha invitado a una ronda, les ha dado las gracias todos por el éxito en la licitación, se ha tomado una cerveza, y se ha marchado sin apenas despedirse; y como era habitual, David se marchó diez minutos después.
Jack, Eddy y George están jugando a los dardos, parece que este último ganando, y recibe su cerveza eufórico… de un trago:- James, sé que estos mamones te han pagado para que me emborraches- dice George mientras señala a sus contrincantes en la diana, -pero ni borracho me ganan- y continúa burlándose a carcajadas.
- Antes que ganar, prefiero mantenerme en pie-, contraataca Eddy.
- Y no vomitar en la alfombra de casa-, continua Jack.
George estalla en carcajadas grotescas, y tras él todos los demás. Jack comienza una nueva ronda de tiradas, y James le lleva las bebidas a Patrick y Helen, que conversan sobre los planes para las vacaciones, y se sienta con ellos. 
- ¿Qué vas a hacer tú en las vacaciones?- Le pregunta Helen con una sonrisa.
- Pues la verdad es que todavía ni lo hemos pensado-  contesta James sin demasiado entusiasmo – como la niña es todavía tan pequeña… aún no estamos seguros de querer moverla mucho. Puede que vayamos unos días a la playa, pero no creo que hagamos mucho más-.
- Pues yo me voy una semana a Costa Rica con unos amigos- dice Patrick con satisfacción, - y estoy tratando de convencer a Helen para que se venga-, tras lo cual le lanza una mirada socarrona a la chica.
Lo cierto es que en la oficina se mofaban de Patrick y le llamaban el perrito faldero, siempre detrás de Helen, pendiente de cualquier gesto suyo, dispuesto a ayudarla en todo, y tratando de impresionarla. Y desde luego era comprensible que estuviese, si no enamorado, cuanto menos fascinado por ella: Helen era más alta que Patrick, alegre, resuelta, delgada, de curvas suaves y proporcionadas, con ojos claros y un rostro delicado bajo una larga cabellera pelirroja… y soltera. Helen, por su parte, se dejaba alagar por Patrick, y con más o menos intención, jugaba con sus esperanzas,… en definitiva, disfrutaba teniéndolo de perrito faldero.
Los tres pasan un buen rato charlando sobre las vacaciones, hasta que Patrick recibe una llamada y sale del pub para hablar por teléfono. El silencio, aunque  corto, se hace incómodo, Helen lo mira con una sonrisa, James sonríe pero le rehúye la mirada. James rompe el silencio y se ofrece a ir por otra ronda, y ella le acompaña. 
Esperan apoyados en la barra a que la camarera les sirva las bebidas, charlando sobre  historias y cotilleos de la oficina. El altavoz cercano les obliga a hablar casi a gritos y a la oreja, la fragancia llega a las pituitarias de James, que instintivamente no puede evitar olfatear levemente, pero lo suficiente para que Helen se de cuenta:
- ¿Te gusta? Es de coco- Le pregunta ella con una sonrisa.
- La verdad es que huele muy bien-, contesta él.
- Me gustan mucho los perfumes, pero creo que este es mi favorito-, añade ella mientras se tirabuzonea un mechón pelirrojo con el dedo índice de su mano derecha.
- Son ocho con sesenta-, les interrumpe la camarera mientras les extiende el ticket.
- Muchas gracias, quédate con el cambio-, contesta James alargándole un billete de diez.
- Por cierto James, ¿tú no llevabas el expediente de NPK?- pregunta Helen mientras le señala con el dedo, casi rozándole.
- Sí, sí, desde luego. ¿Por?- le contesta él.
- David me ha pedido después de comer la documentación del expediente, y aunque me ha sorprendido, como venía del despacho de Peter he pensado que lo habría acordado con él, así que se la he dado-, dice Helen poniendo cara de no haber roto un plato.
Durante un instante, James se muerde el labio, con la mirada perdida y el rostro severo. Vuelve la cara a una expresión neutra, pero al hablar, las palabras le salen secas y bruscas: -¿Cómo es que estaba en su despacho después de comer?-.
- No lo sé, cuando yo llegué a mi sitio, Peter estaba hablando por el móvil, y David se me acercó con un par de preguntas irrelevantes…. En cuanto Peter colgó el teléfono, David se despidió con su empalagosa educación de siempre y entró en el despacho-, contestó Helen.
- ¿De qué habláis?- irrumpe casi a gritos Patrick.
- De nada, le estaba diciendo a Helen que me iba ya a casa-, contesta James.
- ¡Pero si tienes la cerveza entera!- objeta Patrick divertido sujetándolo de un brazo.
- La he pedido para ti- y librándose de la mano de Patrick, James coge su chaqueta y se despide con un hasta mañana generalizado para todos sus compañeros-.
Cuando llega a casa, repite el mismo protocolo del día anterior: quitarse los zapatos, contemplar a su niña, cenar, ponerse el pijama, lavarse los dientes, mear y acostarse. Solo que esta vez, es su mujer su mujer está roncando en la cama.
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El miércoles es idéntico al lunes, y salvo por las cervezas en el Delirium, idéntico al martes. El jueves, hasta las siete y media de la tarde, es idéntico a los días anteriores. Pero a partir de esa hora, el rostro de James cambia, se aviva. Apaga el ordenador y baja hasta su coche. Conduce hasta el complejo polideportivo. En los vestuarios se venda la muñeca y se coloca la equipación de los Halcones Rojos, su equipo de futbol americano. Sale al campo con el casco en la mano. Tras los cuatro cuartos, vuelve del campo cojeando, lleno de moratones y con la muñeca inflamada; y con la satisfacción de haber derribado y haber sido derribado, poco importa si ha ganado o perdido. Mientras se ducha, va reconociendo el dolor en cada articulación de su cuerpo, se enjabona despacio, y deja que el agua caliente le golpee a presión durante largo rato; después de todo, es el único momento de la semana en que está relajado, y trata de disfrutarlo.  
Sus compañeros de equipo van al bar de la esquina a tomar una cerveza. Pero James se disculpa y se va a casa. Allí repite el ritual de todas las noches: quitarse los zapatos, contemplar a su niña, cenar, ponerse el pijama, lavarse los dientes, mear y acostarse.
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El viernes sale de la oficina a las 17.30, a toda prisa y directo a casa. Catherine está en el sofá dándole el pecho a su hija. James se sienta junto a su mujer y su hija, las besa a ambas: a Catherine en la frente y a Lisa en la cabeza; y se queda contemplándolas. Cuando termina de comer, coge al bebé entre sus brazos. Es la primera vez que la ve despierta en toda la semana, la primera que la coge, que la toca. La saca a dar un paseo por el parque, mientras Catherine va tomar un café con sus amigas.
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El sábado transcurre entre compras, labores en el jardín y un par de pelis en DVD. El domingo es día de visitar a los cuatro abuelos de la niña. Y vuelve el lunes, igual que el lunes anterior, el martes igual que el lunes, y el miércoles hay una jornada de Comunicación de la División.
En el salón de actos está la División al completo, unas 80 personas. Peter hace su presentación sobre los resultados del último año: los objetivos de la División se han sobrepasado en un 8%. Peter los felicita a todos. Aplausos. Anuncia su marcha a Chile, y les dedica una sentida despedida. Y por último, comunica el nombramiento de David como Director Ejecutivo de la División. James aprieta las mandíbulas, y aplaude sin entusiasmo junto con el resto de sus compañeros. Cuando termina, se encierra en su despacho y se dedica contestar emails.
El móvil suena apareciendo en la pantalla una foto de Catherine.
- Dime-, contesta James con brusquedad.
- Lo siento cariño-, empieza diciendo Catherine al otro lado de la conexión telefónica.
- Ya-.
- De verdad, perdóname, no me tendría que haber puesto así-.
- En eso estoy de acuerdo-.
- Por favor, ven pronto esta noche, y preparo una cena especial para los dos-.
- No sé, tengo mucho trabajo-.
- Ya-. 
- Bueno, te tengo que dejar-.
- Hasta esta noche-.
James sigue un rato bloqueado delante del ordenador, puesto que no es capaz de escribir nada, mueve la muñeca para relajarla. David pasa por delante de su despacho cuando varios compañeros lo paran para felicitarte. David le da las gracias y desaparece con la bolsa de deporte al hombro.
James pasa unos minutos antes de apagar el ordenador y salir a toda prisa. Se cruza con Helen:
- ¿Qué tal James? ¿Un café?- le dice la pelirroja cogiéndole por el brazo.
- Gracias Helen, pero tengo prisa-, le contesta James, sin mirarla y zafándose de su mano.
Baja al garaje y cuando se monta en el coche, recibe un SMS. Es Helen: “James, si ncsitas ablar, ya sabes q puedes contar conmigo. Bss”. James contesta con un mensaje breve y arranca el coche.
Da varias vueltas en coche por la ciudad, sin rumbo, bajo la lluvia. Después de hora y media, para en el bar junto a su casa. Pide una cerveza y una hamburguesa. Después un Gin Tonic. Después otro Gin Tonic. Pide un tercero, pero el camarero le dice que está cerrando ya. Paga y se marcha.
Llega a casa, se quita los zapatos, contempla a su niña, cena de nuevo, se pone el pijama, se lava los dientes, mea y se acuesta; mientras su mujer ronca a su lado.

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