LA TARTA
Mañana
es su cumpleaños. Lleva una semana mirándose al espejo, intenta
trazar un mapa de las arrugas, manchas y lunares que surcan su
rostro. Tal vez a partir de mañana se harán mas profundas.
Lleva una semana decidiendo si celebrarlo o no. Está en paro, los regalos que le harán no compensarán el desembolso económico. Y algunas amigas que ya han superado esa fatídica edad incluso disfrutarán comprobando que por ella también pasa el tiempo.
Lleva una semana decidiendo si celebrarlo o no. Está en paro, los regalos que le harán no compensarán el desembolso económico. Y algunas amigas que ya han superado esa fatídica edad incluso disfrutarán comprobando que por ella también pasa el tiempo.
A las dificultades
que atraviesa su relación de pareja se le une ahora la diferencia de
edad. Antes Ana era solamente tres meses mayor que él, ahora los
separa una década.
No sabe si endulzar
sus lagrimas comiéndose una tableta de chocolate o esconder la pena
tras una buena capa de maquillaje, llamar a su amiga Lucía e irse de
tiendas. Bueno, ella miraría se probaría y Lucia compraría. Al
contrario que Ana, Lucía tiene un buen trabajo, pero no tiene
pareja.
Se dirige hacia la
cocina con remordimientos, aunque está muy delgada sabe que debe
empezar a cuidarse El timbre de la puerta la sorprende mordisqueando
la primera onza.
<<¿Quién
será?>> . Daniel siempre abre con su llave y no espera a
nadie. Se asoma a la mirilla.
Esboza una sonrisa
al descubrir a su sobrina Verbena de 5 años; vive en el mismo
edificio en la planta de abajo.
-Felicidades tía
Ana. Mamá ha cocinado el bizcocho, pero los números los he pintado
yo con chocolate caliente - Explica satisfecha. Ana se ha dado tanta
prisa en abrir la puerta que no ha observado la tarta, con un enorme
cuarenta en el centro, que la niña le ofrece. <<Su cuñada tan
atenta como siempre>> ironiza.
-Mamá dice que vas a necesitarla y que me quede contigo, ella va a salir-. <<Qué fresca>>, su cuñada de compras y ella condenada a engordar devorando en solitario esa tarta, así desaparecerá de su vista ese amenazador cuarenta que desde hace unas semanas le causa tanta tristeza.Verbena, liberada del bizcocho, entra dando pequeños saltos, lleva colgado un bolso de Dora la Exploradora que se sacude y suena ante cada bote. Ana cierra la puerta y con resignación, guarda la tarta en el frigorífico.Escucha un fuerte ruido.
-Mamá dice que vas a necesitarla y que me quede contigo, ella va a salir-. <<Qué fresca>>, su cuñada de compras y ella condenada a engordar devorando en solitario esa tarta, así desaparecerá de su vista ese amenazador cuarenta que desde hace unas semanas le causa tanta tristeza.Verbena, liberada del bizcocho, entra dando pequeños saltos, lleva colgado un bolso de Dora la Exploradora que se sacude y suena ante cada bote. Ana cierra la puerta y con resignación, guarda la tarta en el frigorífico.Escucha un fuerte ruido.
-¿Qué has roto?-
Pero cuando entra en el salón descubre a Verbena de rodillas en la
alfombra jugueteando sobre la mesita de centro con un montón de
conchas. <<Va a rayar la madera y él me regañará>>.
Porque su novio opina que ella consiente demasiado a esa niña. Eso era lo
que sonaba dentro del bolso, la colección de conchas de su cuñada,
la que recogía en los largos paseos que daba junto a su hermano en
la playa de Matalascañas, el fatídico verano que se hicieron
novios.
- Mamá me ha dicho
también que te dé esto- Verbena le entrega un sobre. Dentro una
foto y una postal.
Ana fue quien tiró
la foto en la playa, verano del 2000, en la imagen aparecen Lucía,
su hermano en el centro y su cuñada, los tres muy risueños cogidos
por la cintura. Ana realizó mal el encuadre y cortó por la mitad a
su cuñada quizás en un intento de hacerla desaparecer, ojalá
hubiera sido tan fácil. La postal estaba fechada dos años más
tarde. Ana la leyó aunque ya sabía lo que ponía, la había escrito
ella, anónimamente, en un último y agónico esfuerzo para que
rompieran.
“¿Estás segura
de la fidelidad de tu novio?. La noche del viernes no durmió en su
cama.. Pregúntale quién le ha manchado la camisa de barra de
labios. “
Y vaya que si se lo
preguntó, a las cuatro horas de recibir la postal. El tiempo que
tardó en convencer a su padre, guardia civil destinado en Madrid, de
que la llevara a la estación de trenes, le sacara un billete para el
próximo AVE con destino a Sevilla, y le pagara un taxi hasta la casa
de los padres de Ana. Interrogó a su novio, que con su habitual cara
de bobalicón, no salía de su asombro.
- Todo tiene
explicación. Salí para celebrar que había aprobado las
oposiciones, me emborraché perdí las llaves y por eso dormí en
casa de un amigo. Y la mancha no es de carmín sino de zumo de tomate
que en un intento para que se me pasara la borrachera derramé sobre
mi camisa.
El hermano de Ana
terminó llorando. La distancia era muy dura. ¿Por qué no se
casaban?. El ya tenía trabajo y casa propia. Los padres de Ana
habían regalado a cada hijo un piso de VPO, en la misma calle, en el
mismo edificio. Uno en la planta segunda y el otro en la tercera. Y Ana lo único
que consiguió fue adelantar la boda.
-¿Qué pone la
postal, tía Ana?. Mamá dice que es un cuento muy bonito de
príncipes y princesas y que puedes ayudarme a descubrir a la bruja -
Qué sarcástica la cuñada.
-¿Quieres un trozo
de tarta?- le pregunta por desviar la conversación de la postal.
- No. Tenemos que
esperar a los otros-. Y se tapa la boca con las manos en un gesto de
haber dicho algo que no debía.
<<¿Otros?>>.
El timbre de la puerta las sorprende, suena insistentemente como si
alguien se hubiera dejado el dedo pegado en el interruptor.
-Abre, abre, soy
Lucía-. Su amiga cargada con dos bolsas. Que sentido tiene llamarla
para ir de tiendas si ella le trae la compra a la casa.
-Como pesan.- Saca
una botella de cada bolsa.- Mételas en el congelador vamos a
despedir a los treinta como se merecen.
Y entra en el salón
sobre sus tacones de 10 cm, con la seguridad de saber el camino.
-Si está aquí
Verbena. Dame un besito. Que conchas tan bonitas tienes.
Ana regresa al salón
y escucha como la niña cuenta que en la cara interna de cada concha
hay una letra que ella ha escrito.
-¿También con
chocolate caliente?- le pregunta Ana.
-No, con rotulador. A
Verbena le sorprende lo torpes que son a veces los adultos.
-Es un puzzle. Mamá
me ha ayudado.
Una a una coge las conchas, las coloca boca arriba hasta formar la
frase.
“FELICES 40”
La niña, que hace
poco ha aprendido el abecedario las mira orgullosa, sabe que ha hecho
algo importante y quiere que reconozcan su mérito porque todavía no
sabe leer. Ana, hipocritamente, premia el esfuerzo de la niña con un abrazo y un fuerte beso, aunque en realidad quisiera tirar las conchas al mar, o en su lugar a la basura.
-Mira lo que
encontré ayer en un cajón- Lucía enseña a Ana una foto, otra
secuencia del pasado. Ana soplando las velas, un tres y un cero sobre
un donut rosa, su amiga a su lado muy sonriente.
-Daniel era el
fotógrafo- sigue Lucía recordando -Nos parecía tan mono. Hasta que
nos confesó que quien verdaderamente le gustaba era tu hermano.
-¿Papa tenía
novio?.- las interrumpe Verbena con cara de sorpresa.
Las dos amigas ríen,
ellas solían fantasear con lo que habría podido ocurrir la noche
que el hermano de Ana se emborrachó y terminó durmiendo en la casa
de Daniel.
-¿Tienes novio?-
pregunta Verbena a Lucía.
-Sí, tengo dos.
-Eso no puede ser.
Entonces tendrás que casarte con uno- argumenta la niña.
-No, porque así
puedo disfrutar de los dos.
-Ah! es verdad-
exclama Verbena abriendo mucho sus grandes ojos negros. <<Debo
recordarlo para cuando sea mayor>>
Escuchan cantar
“Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz...”y aparecen en el salón
su cuñada que trae la tarta adornada con una gran vela encendida de
Dora la Exploradora, detrás su novio, intentando descorchar una
botella de champán y su hermano cargado con copas.
-Cariño he ido a
comprar la vela- le explica su cuñada acercándole la tarta para que
sople, miéntras, Lucía le hace una foto con el ifhone y Verbena
aplaude y grita bien.
Ana se siente
abrumadoramente feliz, su angustia se ha esfumado como la llama de la
vela. No es tan malo cumplir años, y su cuñada ha tenido un
detalle, con suerte en la foto no se apreciará, debajo de la vela de
Dora, el 40 pintado con chocolate caliente.
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