El peligro
de los libros
Son las dos
de la tarde, Ana esta parada en la acera y aunque el semáforo acaba
de ponerse verde para los peatones, permanece inmóvil debajo de la
sombra de un naranjo. Saca un abanico del bolso, saca el paquete de
tabaco, lo mira y vuelve a introducirlo en el bolso, extrae una pinza
para el pelo se lo recoge y se abanica energicamente.
Un coche se
para a su altura, tiene una enorme abolladura sobre la rueda trasera
y las ventanas subidas. Ana abre la puerta, recibe el frescor del
aire acondicionado y con rapidez, se introduce dentro del vehículo.
-Menos mal,
me iba a derretir con tanto calor-dice a la vez que se coloca el
cinturón de seguridad.
-Hay mucho
tráfico-se disculpa Eva-pero tenemos que relajarnos, dentro de una
hora estaremos en la playa.¿Te han llamado?.
-A las 12.
Han ido a desayunar churros al lado del mercado y despues han
comprado un pargo.
-Que rico-
la interrumpe Eva.
-Querían
hacer tiempo para pasarse por El Chino- continua Ana -tomarse allí
unas cervecitas y comprar una botella de manzanilla. Bueno, creo que
tu hermana se iba con el pargo para casa.
-¿Va a
prepararlo? Si ella no tiene libros de cocina. Pobre pargo, menuda
tortura- sonríe y mira a su amiga por encima de las gafas de sol.
-No, lo
meterá en el frigorífico y se pondrá a leer. La cocina es cosa de
Daniel, como siempre, estaba preocupado por la temperatura del horno,
le he indicado que son 180 grados durante una media hora. Ahora
estará cortando patatas en rodajas muy finas, tu hermana seguirá
leyendo y Paco se estará peinando.
Las dos
ríen, Paco es calvo.
Han entrado
en la autopista, un coche gris con una tabla de surf que iba a
adelantarlas les pita, con las risas se les ha desviado el coche
hacia la izquierda, en segundos, Eva da un volantazo y regresa a su
carril.
-Cuanta
prisa-se queja.
-Seguro que
no le espera nadie-dice Ana.
Eva sujeta
el volante con la mano izquierda, la mano derecha reposa sobre la
pierna que pisa el acelerador.
-A mi me
espera mi marido-continua Ana-y a ti, tu nuevo amigo. Eso de que
ellos hagan puente y nosotras no y tengamos que volver para
trabajar, es un rollo. Todos los festivos deberían ser en lunes o
viernes. Deberían prohibir que cayeran en jueves.
-¿Congeniará
Paco con mi hermana?.
-Si le
gusta leer, seguro, a lo mejor hasta intenta quitártelo.
El medidor
de velocidad pasa rápidamente de los ciento veinte permitidos a
sobrepasar los ciento cuarenta. Eva observa la mediana que separa los
dos carriles de la autopista, los arbustos están llenos de flores,
jaramagos amarillos y blancas adelfas. Aparecen los carteles que
avisan de la cercanía del peaje. Ana abre el bolso saca su monedero
y extrae de éste la tarjeta de crédito. El cuerpo de Ana se inclina
bruscamente hacia el salpicadero, el bolso se le escapa de las manos
y el abanico y el paquete de tabaco ruedan hasta el suelo. La cabeza
de Ana se agita fuertemente hasta recuperar su posición inicial
sobre el asiento. Eva, sujeta ahora el volante con las dos manos,
está frenando y el coche termina parándose ante la barrera.
Paco, antes
de abrir la puerta del frigorífico, observa los imanes que la
adornan.
-¿Eva ha
viajado a todos estos sitios?-pregunta.
-Casi,
algunos son regalos- responde Daniel. Está colocando el pargo sobre
un lecho de patatas, lo rocía con vino blanco y extiende sobre su
lomo un sofrito de tomates, pimientos ajo y cebolla.
-¿Donde
esta Tbilisi?. Vuelve a preguntar a la vez que abre el frigorífico.
-Es la
capital de Georgia- le grita una voz de mujer desde el salón de la
casa-¿Puedes traerme una cerveza?.
Daniel
introduce la bandeja del pescado dentro del horno y anuncia:
-Esto esta
listo. Solo queda esperar.
Paco coge
una botella de litro, busca y saca tres vasos del mueble situado
sobre el fregadero, los llena. En el salón Ada lee. Paco le acerca
el vaso de cerveza, sobre la mesa hay un cuenco con aceitunas. Paco
se coloca al lado de Ada en el sofá y la interrumpe.
-¿Que
lees?
-Un
libro-explica Ada.
Daniel ha
apartado la mirada de la sección de deportes del País y
dirigiéndole una sonrisa a Paco aclara:
-Y yo leo
un periódico- se acerca al libro de Ada, sin moverse del sillón
donde está sentado esperando a que el pargo termine de cocinarse en
el horno, la punta de su nariz casi toca la pasta.-Eso ya lo sabemos
¿pero cuál es el título?.
-Al pie de
la escalera de Lorrie Moore.
-¿Todos
son tuyos?-Paco señala hacia la estantería llena de libros. No
queda ningún espacio vacío.
-Sí-responde
Ana-Mi hermana viaja y yo leo.
-Se pueden
hacer las dos cosas- argumenta Paco.
-Prefiero
viajar con la mente.
-¿Haces
viajes astrales?.
Ada por
primera vez separa la vista de las hojas del libro, fija la mirada en
el último amigo de su hermana.
-Pienso-aclara
y regresa a su lectura.
Daniel va
de uno a otro como si se tratara de un partido de tenis. Sienten como
se introduce la llave en la cerradura de la puerta y escuchan la voz
de Eva:
-El olor
llega hasta el vestíbulo de la entrada. Que hambre.
Los dos
hombres se levantan. Ana besa a Daniel, Eva hace lo mismo con Paco.
Mientras , Ada permanece inmóvil, leyendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario