Alguno de vosotros (no muy ducho, por lo que se ve) entró en nuestro blog por blogger y lo ha asociado a su cuenta que es marcantmafe@gmail.com

Ahora mismo hay que meter como nombre de la cuenta ese correo y como clave la misma que os di en clase.

martes, 29 de mayo de 2012

-Relato 6 de María Atanes


El peligro de los libros
Son las dos de la tarde, Ana esta parada en la acera y aunque el semáforo acaba de ponerse verde para los peatones, permanece inmóvil debajo de la sombra de un naranjo. Saca un abanico del bolso, saca el paquete de tabaco, lo mira y vuelve a introducirlo en el bolso, extrae una pinza para el pelo se lo recoge y se abanica energicamente.
Un coche se para a su altura, tiene una enorme abolladura sobre la rueda trasera y las ventanas subidas. Ana abre la puerta, recibe el frescor del aire acondicionado y con rapidez, se introduce dentro del vehículo.
-Menos mal, me iba a derretir con tanto calor-dice a la vez que se coloca el cinturón de seguridad.
-Hay mucho tráfico-se disculpa Eva-pero tenemos que relajarnos, dentro de una hora estaremos en la playa.¿Te han llamado?.
-A las 12. Han ido a desayunar churros al lado del mercado y despues han comprado un pargo.
-Que rico- la interrumpe Eva.
-Querían hacer tiempo para pasarse por El Chino- continua Ana -tomarse allí unas cervecitas y comprar una botella de manzanilla. Bueno, creo que tu hermana se iba con el pargo para casa.
-¿Va a prepararlo? Si ella no tiene libros de cocina. Pobre pargo, menuda tortura- sonríe y mira a su amiga por encima de las gafas de sol.
-No, lo meterá en el frigorífico y se pondrá a leer. La cocina es cosa de Daniel, como siempre, estaba preocupado por la temperatura del horno, le he indicado que son 180 grados durante una media hora. Ahora estará cortando patatas en rodajas muy finas, tu hermana seguirá leyendo y Paco se estará peinando.
Las dos ríen, Paco es calvo.
Han entrado en la autopista, un coche gris con una tabla de surf que iba a adelantarlas les pita, con las risas se les ha desviado el coche hacia la izquierda, en segundos, Eva da un volantazo y regresa a su carril.
-Cuanta prisa-se queja.
-Seguro que no le espera nadie-dice Ana.
Eva sujeta el volante con la mano izquierda, la mano derecha reposa sobre la pierna que pisa el acelerador.
-A mi me espera mi marido-continua Ana-y a ti, tu nuevo amigo. Eso de que ellos hagan puente y nosotras no y tengamos que volver para trabajar, es un rollo. Todos los festivos deberían ser en lunes o viernes. Deberían prohibir que cayeran en jueves.
-¿Congeniará Paco con mi hermana?.
-Si le gusta leer, seguro, a lo mejor hasta intenta quitártelo.
El medidor de velocidad pasa rápidamente de los ciento veinte permitidos a sobrepasar los ciento cuarenta. Eva observa la mediana que separa los dos carriles de la autopista, los arbustos están llenos de flores, jaramagos amarillos y blancas adelfas. Aparecen los carteles que avisan de la cercanía del peaje. Ana abre el bolso saca su monedero y extrae de éste la tarjeta de crédito. El cuerpo de Ana se inclina bruscamente hacia el salpicadero, el bolso se le escapa de las manos y el abanico y el paquete de tabaco ruedan hasta el suelo. La cabeza de Ana se agita fuertemente hasta recuperar su posición inicial sobre el asiento. Eva, sujeta ahora el volante con las dos manos, está frenando y el coche termina parándose ante la barrera.


Paco, antes de abrir la puerta del frigorífico, observa los imanes que la adornan.
-¿Eva ha viajado a todos estos sitios?-pregunta.
-Casi, algunos son regalos- responde Daniel. Está colocando el pargo sobre un lecho de patatas, lo rocía con vino blanco y extiende sobre su lomo un sofrito de tomates, pimientos ajo y cebolla.
-¿Donde esta Tbilisi?. Vuelve a preguntar a la vez que abre el frigorífico.
-Es la capital de Georgia- le grita una voz de mujer desde el salón de la casa-¿Puedes traerme una cerveza?.
Daniel introduce la bandeja del pescado dentro del horno y anuncia:
-Esto esta listo. Solo queda esperar.
Paco coge una botella de litro, busca y saca tres vasos del mueble situado sobre el fregadero, los llena. En el salón Ada lee. Paco le acerca el vaso de cerveza, sobre la mesa hay un cuenco con aceitunas. Paco se coloca al lado de Ada en el sofá y la interrumpe.
-¿Que lees?
-Un libro-explica Ada.
Daniel ha apartado la mirada de la sección de deportes del País y dirigiéndole una sonrisa a Paco aclara:
-Y yo leo un periódico- se acerca al libro de Ada, sin moverse del sillón donde está sentado esperando a que el pargo termine de cocinarse en el horno, la punta de su nariz casi toca la pasta.-Eso ya lo sabemos ¿pero cuál es el título?.
-Al pie de la escalera de Lorrie Moore.
-¿Todos son tuyos?-Paco señala hacia la estantería llena de libros. No queda ningún espacio vacío.
-Sí-responde Ana-Mi hermana viaja y yo leo.
-Se pueden hacer las dos cosas- argumenta Paco.
-Prefiero viajar con la mente.
-¿Haces viajes astrales?.
Ada por primera vez separa la vista de las hojas del libro, fija la mirada en el último amigo de su hermana.
-Pienso-aclara y regresa a su lectura.
Daniel va de uno a otro como si se tratara de un partido de tenis. Sienten como se introduce la llave en la cerradura de la puerta y escuchan la voz de Eva:
-El olor llega hasta el vestíbulo de la entrada. Que hambre.
Los dos hombres se levantan. Ana besa a Daniel, Eva hace lo mismo con Paco. Mientras , Ada permanece inmóvil, leyendo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario