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viernes, 25 de mayo de 2012

Relato 4 de Sebastián Chilla


Pase lo que pase
Sebastián Chilla

Eran las siete de la tarde, Encarni tendía la ropa al tiempo que tarareaba una copla de Lola Flores, una de sus cantantes favoritas. 
- ¡Qué caló, por dió! – gritó exhausta. - La cosa está fatá, er trabajo, la economía, y ahora eso der cambio climático, parece mentira, no salimo de una pa entrá en otra – se inclinó un poco más al patio y saludó a Chari, una de las vecinas, que llevaba tiempo sin ver.
- ¡Encarni! ¿Cómo tá, to bien? – sonrió con unas pinzas de tender en la mano y mirando su reloj de pulsera, tenía prisa. - ¡No vea la flama que hace!
- Regulá, regulá, pa que mentirte. A mi Juan lo van a echá der trabajo, y encima a mi niño le quieren quitá la beca – dio la vuelta a una de las camisetas que tendía. - Mira, mira cómo está esto, con bujeros y todo, si es que no podemos pagarnos ná, Chari, ná de ná – añadió, haciendo un gesto de desesperación y un amago de preguntar.
- ¡Ya veo, ya veo! Ay, hija mía, me tengo que i ya, tengo que recogé los baños, que se me echa la hora encima, lo siento – se disculpó. A Chari le solía incomodar la multitud de problemas que Encarni le contaba y, a causa de ello, decidió excusarse.
- No te preocupe, de verdá, yo voy a seguí tendiendo, que tenga un buen día – sonrió Encarni, que se guardó unas enormes ganas de charla.
- Lo mismo digo, con Dió – se marchó Chari.
Encarni tensó las cuerdas del tendedero y puso varias pinzas más en el mismo, sabía que la colada era más grande de lo normal.
- ¡Qué de ropa, joé! – dobló una de las prendas.
- ¡¿Cómo está er Juan?! – se sorprendió Luisa, vecina del 1ºB.
- Tirando, Luisa, tirando – movió la cabeza de un lado hacia otro. - Mal pero tirando, hay que tirá – se cayó una de las camisetas. - ¡Pero no la ropa!
- ¿Ya está en el paro? – preguntó antecediéndose a la situación, conocía de cerca los problemas de la familia.
- Casi, hoy mismo se reunía el comité de la empresa – agachó la cabeza. – A ve, a ve qué pasa, por Dió, que la cosa sarga bien. 
- La cosa está fatá Encarni, tú lo sabe, mejó que te haga er cuerpo ar disgusto – asintió, entendiendo el problema.
- No me diga eso Luisa, no me diga eso, ahora en un rato vendrá er Juan, y mi hijo… - tartamudeó, – mi hijo que el pobre tendrá que dejá la universidá si no hay otro remedio…
- Mucha mierda Encarni, nunca mejor dicho – sonrió, – hay que verle el lado positivo a las cosas, siempre. 
- Guapa, tú lo tiene mu fácil con la pensión – le reprochó haciendo un gesto de dinero con los dedos. Pensó que la actitud de Luisa no era la más adecuada y decidió tender el resto de la ropa rápidamente.
- Bueno, ya veo que tiene prisa, po lo dicho, mucha mierda – se marchó Luisa. La gente va de víctima y Encarni, más, pensó.


Juan cerró la puerta de casa, y colgó su sombrero en el perchero. Se sentía triste y cansado, no tenía ganas de comer, y sólo le apetecía tomarse una cerveza, imaginó que eso levantaría sus ánimos.
- Dame una der fondo – señaló la nevera. 
- Toma, ¿trae mala noticia, gordo? – entrecerró los ojos, se lamentó de su problema de vista, cada vez iba a peor.
- ¿Mala? Se la llevan a Chisinosequé, a Mordavia, me cago en tó sus muerto - abrió y bebió media lata, sentía el frescor en toda su boca, contrastando con el calor que le recorría.
- ¿Y ahora qué? ¿Qué va a pasá? Ay por dió, ay por dió…. Esto no pue sé, no, no… - las lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas.
- Ar carajo, ar carajo tó. Mañana vamo a quemarles la puta fábrica, se acabó, se van a lleva a Chisisusmuertos un carajo, un carajo pa ellos – gritó y tiró la lata que ya se había bebido. Notó un sentimiento de ira que le recorría todo el cuerpo, abrió la nevera y no soportó verla vacía.
- ¡¿Pero qué dice?! ¡No me venga con locura, eso no soluciona ná! – se secó las lágrimas, sentía miedo, temor hacia su marido.
- ¡Ahí está er niño! ¡¿Qué te ha pasao, picha?! – se asustó Juan.
- ¡Mi niño, mi niño! ¡Ay, ay, ay! ¡¿Qué te has hecho Manué?!  – las lágrimas corrían por el rostro de Encarni.
- No pasa ná, no pasa ná. Sólo es un esguince, un esguince de tobillo, me caí en la manifestación – sonrió, creyendo que así restaría importancia al asunto, y sus padres no se preocuparían tanto.
- ¡¿Manifestación?! – gritó Encarni asustada. - ¿Qué manifestación? Yo no sabía que había manifestación hoy, ¿no hubo ya la semana pasá cuando te quedaste encerrao allí, en la universidá? – pensó que su hijo le ocultaba cosas.
- Yo sabía que había una, Encarni, si esto cada día está peó – ayudó a su hijo a incorporarse a una de las sillas de la cocina.
- Me han dicho que en unos mese tendremo que pagá hasta estas muleta, imagina lo que costará tu operación de la vista, Mamá – dijo Manuel indignado, pegando golpes con las mismas, imaginando que le rompía la cabeza a más de un político con ellas.
- ¡Quillo! ¿Y esto cardenale, qué? ¿Tú te cree que yo soy tonto? A ti te han dao de palos lo que no está en los escrito – destapó a su hijo la pantorrilla y el hombro. Recordó cuando tenía veinte años y estuvo retenido un día entero en comisaría, eran otros tiempos, pensó, no es normal que ahora ocurran estas cosas.
- Bueno, más o menos, alguna carga hubo, la verdá – minimizando el drama. Se echó a los brazos de su madre, entristecido por la mala fortuna que le había tocado ese día.
- ¡Qué te quiero! ¡No te meta má en eso lío, por favó, no quiero má disgusto! – miró de cerca a su hijo, sentía que era lo más importante de su vida, desde que era una criatura y lo mimaba con sus caricias, hasta ahora, todo un hombre, hecho y derecho. 
- Mamá, el curso va a acabá ya y no voy a tené beca, otra vé como este año – apartó la mirada. – Necesito sacar notazas en todo, y con esta presión, no puedo… yo no puedo.
- Manué, estoy en er paro – Juan se echó las manos a la cabeza.
- No me lo puedo cree… - Manuel empezó a comerse las uñas. Entendió lo perdido que estaba todo, sus recursos eran mínimos, pensó otra vez en buscar desesperadamente trabajo. ¿Trabajo? No, no era posible, se había llevado el pasado verano buscando trabajo, no lo iba a encontrar, pensó.
- Nos quieren ahogá, esta situación sólo lleva al caos, ¿qué vamo a hacé nosotro ahora? – miró a su alrededor. -  No es normá, no vamo a podé seguí pagando esto, tendremos que irno – se enfadó. -  Y esos cabrones, esos cabrones de ahí arriba, con mansiones, en la playa, y a tutiplén. ¡Hijos de puta!
- Tranquilo Papá, tranquilo por favor… - se acercó Manuel, sabía que su padre se enfurecía por nada.
- ¿Tranquilo? Encima te meten hostias, por defendé tus derecho. Esto sólo conduce a violencia, a malestá generá, a problema sociale, hasta familiare… - refunfuñó. - ¿Dónde mierda iremo? Esto se nos va de las mano, cada día tenemos má problema – se lamentó. – Ni tú ni yo, Manué, estamos en condicione cada día. ¡Se suceden con má frecuencia las discusione! – otra cerveza para calmar sus ánimos, sabía que bebía más desde que empezaron a surgir todos estos problemas, pero no podía evitarlo. – No podemo, no podemo venirno abajo, perdonadme, vamo a seguí adelante.
- ¡Mi Manué, mi Juan…! – dijo Encarni, sin fuerzas, no entendía el mal que se tornaba contra ellos. Rememoró situaciones difíciles e intentó animarse, sabía que ella siempre lo hacía, pero no pudo, aquel era un día totalmente desgraciado, y se sucedía en unas semanas llenas de incertidumbre.
Juan se secó con un pañuelo el sudor de la frente y se acercó a ellos, los abrazó.
- Somo una familia unía, pase lo que pase.

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