LA ÚLTIMA ESCENA
Nerea se despierta en una habitación bien iluminada en la que
los primeros rayos de la mañana se empiezan a colar por las ventanas. Pero no
es una habitación cualquiera, es le mejor suite del mejor hotel de la ciudad.
Despierta porque Gonzalo la llama desde la recepción. Deja
que suenen varios tonos para que éste crea que hace bien su trabajo y que si no
fuera por él se quedaría dormida todas las mañanas.
-
Señorita Claudia Montalván, son las ocho de la
mañana que tenga muy buenos días.
-
Gonzalo le tengo dicho que yo no me llamo
Claudia.
-
Disculpe señorita, es que se me olvida. Todo el
mundo la llama así y claro yo... Va a bajar al buffete o ¿prefiere que le suban
el desayuno?
-
Creo que bajaré. Buenos días.
Nerea se vuelve a echar en la cama, le gusta hacerse la
remolona un buen rato aunque sabe que debe arreglarse pronto. Tiene cita
con el psicólogo a las diez.
Le fastidia mucho, después de tres años Gonzalo todavía no se
ha aprendido su nombre. Ni Gonzálo, ni las chicas de la limpieza ni los cocineros
del buffet ni nadie, joder. En ese maldito hotel parece que nada cambiara
nunca. Todavía tienen la deferencia de dejarle caramelos bajo la almohada y
hacerle figuritas con las toallas. Y hasta a veces le llenan el lavabo de
pétalos. Le parece una tremenda cursilada. Muchas noches llega cansada y tiene
que ponerse a limpiar el lavabo para poder lavarse los dientes. Odia los
hoteles.
Se levanta y va al armario. Es un armario empotrado enorme,
deben de haber decenas de vestidos. No son sus vestidos, son los de Claudia
Montalván. Trabaja tanto tiempo haciendo ese papel que ya ni se preocupa por
comprarse su propia ropa.
Coge uno de los mas discretos y lo deja en la cama.
Luego se da una ducha. El cuerpo se lo enjabona con gel de
aceite de argán y en el pelo usa champú de camomila y miel. Después de secarse
se embadurna en aceite de almendras dulces el cuerpo y de crema antiarrugas en la cara. No lo hace
por ella, todos esos potingues no le gustan pero tiene que seguir ese ritual
cada día para estar perfecta. Hacer el papel de una multimillonaria como es la
señorita Montalván no es tarea fácil. Por eso emplea otros veinte minutos más
en maquillarse adecuadamente. Igual que lo hace todos los días.
Maquillándose frente al espejo del cuarto de baño se está
poniendo cada vez más nerviosa. El
doctor Bosh, su psicólogo siempre la deja trastornada. Sale de su consulta
creyéndose loca, porque la confunde. Le
hace siempre las mismas preguntas y lo anota todo en su libreta, como si
estuviera buscando alguna contradicción. Dicen que es muy bueno, esa es la
razón por la que pese a todo, Nerea sigue acudiendo fielmente a su cita todos los viernes a las nueve.
Como se da cuenta de que el tiempo se le ha echado encima se
pone el vestido todo lo rápida que puede y decide no entretenerse en desayunar.
Por eso, marca el número de la recepción:
-
¿Desea algo señorita Clau… digo, Nerea?
–responde Gonzalo al otro lado.
-
Sí. Haz que me suban un te de tila con sacarina,
por favor.
Mientras espera a que le traigan el té, busca unos zapatos
cómodos, pero solo encuentra zapatos con tacones de al menos diez centímetros.
Así que se calza los primeros que alcanza. No mentira, se calza unos Manolos de
color coral que combinan a la perfección con el vestido que lleva puesto.
Tan solo cinco minutos después llaman a la puerta.
-
Buenos días. Su té de tila señorita Montalván –
la dice una muchacha del personal.
Nerea coge la bandeja y titubea unos segundos sobre sí
sacarla de su error o no, pero se da por vencida. Tiene razón Gonzálo, todos la
llaman así y ahora no tiene tiempo de explicarle que no es el personaje de su
culebrón favorito. Fuera de las cámaras ella es Nerea. No entiende por qué la
gente lo olvida.
-
Ah, su chófer la espera abajo.
-
Gracias.
Cuando cierra la puerta lleva la bandeja hasta la mesa de su
habitación para servirse el té. Entonces Nerea comprueba satisfecha que al
menos hay algo que Gonzalo nunca olvida,
ha ordenado que le pongan sus
tres sobres de sacarina. Le gusta tomarlo siempre con tres sobrecitos de
sacarina, ni uno más, ni uno menos. Es la única manía que tiene y le molesta
tanto que no se la respeten como que olviden su nombre.
En el hotel no hay problema, Gonzalo cuida esos detalles. Sin
embargo, cuando va a un bar, un detalle tan insignificante se convierte casi en
una odisea. Si le ponen azúcar en el té lo deja intacto, si le ponen miel
tampoco lo prueba y si le dan un par de sobrecitos de sacarina, pide al
camarero indignada que le traigan otro más y no vuelve a pisar ese bar jamás.
A Nerea cada día le cuesta más comprender a la gente, se
vuelven olvidadizos, no respetan los detalles y hasta la miran con compasión.
Sí, eso es lo que menos entiende.
Está tan cansada de hacer el papel de Claudia Montalván que
sueña con viajar lejos, muy lejos donde nadie la conozca.
Nerea se toma el té deprisa aunque se quema un poco la lengua
y baja.
En la recepción del hotel, Mario, su chófer y Gonzalo
discuten acaloradamente sobre fútbol. Al verla llegar ambos se callan
bruscamente y Mario se acerca un poco.
-
Buenos días niña, ¿A dónde todos los viernes?
-
Si, Mario.
Mario es el único que no confunde su nombre sencillamente
porque parece importarle muy poco. Siempre le dice a Nerea “niña”, será porque
por edad bien podrían ser padre e hija.
Nerea ya tiene veintiseis años, el mes que viene cumplirá
veintisiete, pero no le molesta que la llame así.
De camino a la consulta vuelve a sentirse angustiada. Planea
mentalmente las respuestas a las preguntas que sabe le va a hacer el doctor
Bosh. No lo hace porque piense mentirle, sino porque quiere responder siempre
con las mismas palabras y hasta con las mismas muletillas si hace falta.
Necesita demostrarle que no hay motivo para tratarla como a una demente.
Ella se puso en sus manos para que la ayudara y sin embargo
cada día se siente mas confundida.
La clínica del doctor Bosh es una trampa para ratones, piensa
Nerea. No es como las clínicas normales que unos e puede imaginar.
La secretaria del doctor atiborra a los pacientes con
infusiones de todo tipo desde que los
hace pasar a al sala de espera hasta que salen de la consulta. No ofrece
café porque la cafeína debe ser buena para los locos. No obstante, tiene un amplio surtido de
pastas dulces y saladas para acompañar el té.
Nerea cree que si no fuera por lo incisivo que es el doctor,
con gusto pagaría los cien euros la hora mas de una tarde para ir a merendar
allí. Es mucho mejor que cualquier cafetería.
Sabe que forma parte del engaño. Seguro no es mas que un
estudiado teatro para volver vulnerables a los pacientes que sedados con tisanas
se tiran en el diván, (porque sí, el doctor Bosh tiene un diván como los
psicólogos de las películas americanas) y cuentan sin tapujos los motivos de
sus pesares.
En esta ocasión, la secretaria hace pasar directamente a
Nerea a la consulta.
El doctor Bosh la recibe invitándola con un gesto a tumbarse
en el diván.
-
Como hacemos siempre, empezaré formulándote unas
sencillas preguntas. ¿De acuerdo?
-
Está bien.
-
¿Cómo te llamas?
-
Nerea
-
¿Y qué mas?
-
Nerea Gutierrez Fernandez
-
¿Sabes por qué vienes a mi consulta?
-
Sí. Soy actriz pero últimamente estoy muy
agobiada por un papel que interpreto desde hace tres años. Cada día me cuesta
más hacer de mi personaje, no quiero que me despidan. Ahora que en el trabajo
me han dado unas pequeñas vacaciones, quiero solucionar ese problemilla. Así
que, vengo a verle porque tiene muy buena fama y porque he descubierto que su
secretaria hace los mejores té de la ciudad, con diferencia.
-
¿Entonces vienes por el té?
-
Por favor, doctor, estaba bromeando.
-
¿Qué papel interpretas?
-
Soy el personaje principal en una telenovela
nacional. Hago de Claudia Montalván.
-
¿Grabáis cada día?
-
De lunes a viernes desde hace tres años.
-
¿Y cuál es la última escena que has grabado?
-
Pues... lo cierto es que no lo recuerdo.
Llaman a la puerta de la consulta. La secretaria entra sin
esperar respuesta y pregunta al doctor que si la paciente va a querer tomar
algo.
Habla de Nerea como si ella no estuviera en la sala. A Nerea
eso le hace muchísima gracia y carraspea.
-
Voy a querer un té jazmín. Con sacarina, con tres
sacarinas, si no es mucha molestia.
La secretaria asiente y se marcha.
- En el hotel no tienen té de jazmín.
Probablemente si lo pidiera me lo mandarían a traer al otro día.
-
Veo que se desviven complaciéndola en el
hotel…¿Por qué?
-
Soy una cliente. Es la política de todo buen
hotel, satisfacer al cliente.
-
Ya. Pero en la sesión pasada me dijiste que
dormías en la suite, ¿Por qué no una habitación normal?
-
No sé… Ellos me la ofrecieron y yo puedo
pagarla.
-
Entiendo. ¿Tanto cobra una actriz? ¿Te puedes
permitir esos lujos?
- Bueno,
sí… Ten en cuenta que el papel que interpreto está muy bien remunerado porque
la serie lleva tres años siendo un éxito en antena.
-
Ya que lo mencionas, háblame un poco sobre tu
papel
-
¿Otra vez?
-
Te tengo dicho que en las sesiones siempre es
como si fuera la primera vez.
-
Está bien, ¿qué quieres que te cuente?
-
Te lo he dicho, háblame sobre tu personaje.
Cuéntame su historia.
-
Pues... Claudia Montalván es la
heredera del que fue uno de los hombres mas ricos del país. Su madre murió
cuando ella era apenas una niña. Se licenció en derecho a los veintitrés años y
a los pocos meses se casó con un compañero de facultad con el que llevaba
tiempo saliendo. Ya ve doctor, cosas de ricos que no tienen que preocuparse por
buscar un trabajo, ahorrar para una casa y esos menesteres. Empiezó a trabajar
en la empresa de su padre y la vida se le fue antojando de lo más fácil y
placentera. Claro que los culebrones no se hacen de historias idílicas. Solo
dos meses después de casada su padre sufrió un infarto cerebral y murió. Por si
fuera poco, en pleno funeral Claudia Montalván descubrió que su marido tenía
una amante. Intentó separarse de él pero le puso trabas y fue cuando descubrió
que se había casado con ella por puro interés.
Así que, mi personaje, de la noche a la mañana se ve sin
marido y sin padre. Además, es la dueña de una gran fortuna y tiene la
responsabilidad de manejar varias empresas y varias cadenas hoteleras de las
que dependen cientos de empleados. Toda esa responsabilidad tiene que asumir
mientras lucha contra un marido que la intenta hacer pasar por loca para
quedarse con su herencia.
El teléfono de la consulta empieza a sonar. El doctor Bosh se
excusa y atiende a una llamada que parece urgente. Cuando cuelga, avisa.
- Lo siento, hoy la sesión tendrá que ser algo
mas breve. En media hora llegará un paciente al que tengo que atender sin
demora.
- No sé preocupe, tampoco me hace especial
ilusión estar aquí.
- Y dime, ¿Por qué te molesta tanto interpretar
ese papel? Es un papel protagónico de una telenovela que es un éxito, muchas
actrices matarían por algo así.
-
Sí, tiene razón, pero es que la gente se olvida
de mí. Quiero decir, piensan que interpreto las veinticuatro horas del día, o
de tanto ver la telenovela se les olvida que no soy mas que una actriz. Con
decirle que nadie me llama por mi nombre, todos me dicen Claudia pero ni
siquiera Claudia a secas no, Claudia Montalván. Es frustrante, es casi como
haber perdido mi personalidad.
-
Bueno pero eso es normal, a muchos actores los
llaman por la calle por el nombre de su personaje.
-
Sí doctor, pero mi caso es particular porque
nadie me pregunta por mi trabajo. Si me gusta lo que hago o no, si me siento
bien metida en la carne de otra mujer.
- ¿Y te sientes bien metida en la carne de esa
otra mujer?
- Sí, a veces no. Bueno no lo sé, es un trabajo,
no me puedo quejar. Ya lo ha dicho usted, mucha gente haría cualquier cosa por
un papel como este.
- Pero aun así, no estás a gusto interpretando a
Claudia Montalván. Explícame… ¿por qué no lo dejas?
- Porque es mi primer gran papel, si lo dejo sin
motivo aparente, puede que arriesgue mi carrera. ¿Quién va a contratar a
alguien que no es capaz de interpretar un mismo papel varias temporadas?
- ¿Qué piensas tú del personaje de Claudia
Montalván? ¿Te identificas con ella?
- No, en absoluto. Creo que es una mujer muy
desgraciada, que se ha quedado sola y no sabe qué hacer ni en quien confiar.
Todo en lo que creía o está muerto o era mentira.
- Interesante. Debe ser muy duro, ser ella. ¿Te das cuenta de que todo en lo que un día
creyó está muerto o era mentira?
-
Eh, sí... pero… ¿Qué más da doctor? Sólo es un
personaje.
La secretaria vuelve a interrumpir la sesión, esta vez sin
llamar a la puerta. Le ofrece la taza de
té pero solo con dos sobres de sacarina. Mira al doctor buscando su aprobación.
Él asiente.
Nerea sabe que le niegan la tercera sacarina a propósito,
forma parte de alguna treta del doctor.
Se siente furiosa, pero se controla.
-
¿Me puede traer un sobre más de sacarina? – le
dice Nerea con voz temblorosa a la secretaria.
-
Lo siento. No nos queda. Si prefiere un poco de
azúcar, canela, limón, miel…
-
No, gracias.
La secretaria se retira y Nerea se pone a jugar con la
cucharrilla del té.
El doctor Bosh durante cinco minutos la observa sin decir
nada, el silencio cada vez es mas incómodo y Nerea se revuelve en el diván.
-
¿No vas a tomarte el té?
- No, ya no me apetece.
- Te gustan las cosas muy dulces, ¿verdad? Pero,
¿abusas de la sacarina porque el azúcar engorda o porque provoca caries?
- ¿Es una broma? Soy actriz, dependo de mi imagen.
Tengo que cuidar la línea, pero no por eso soy una lunática.
-
Nadie ha dicho que lo seas.
-
Bueno, haz lo que quieras con el té.
Sigamos. Ahora toca que hablemos de
Nerea.
-
¿De mí? Ya era hora doctor, creí que a usted le
importaba mas el personaje que yo. Siempre se centra mas en él.
- Porque por su culpa estas así, ¿no es eso lo que
dices? Se ha convertido en una carga muy pesada pero como no puedes librarte de
ella estás aquí para intentar encontrar una solución. No lo olvides.
- Pues… Nerea es una chica normal, que viene de
una familia normal, ¿no tendré que contarle los detalles también, verdad? Nerea ha estudiado mucho para llegar a ser
actriz y si está dónde está es por méritos propios. Vale, es joven para haber
conseguido tanto reconocimiento en su profesión y dinero. Pero todo es fruto de
su trabajo.
- Ahora estás hablando de Nerea en tercera
persona.
- Bueno…es una forma de hablar. ¿Ve doctor? Me
confunde siempre. Al final terminaré loca. No me extraña que tenga tantos
pacientes.
- En fin,… llegados a este punto, como te he
dicho, hoy tenemos que abreviar. Tus respuestas son prácticamente las mismas
que la semana pasada.
-
Es lo lógico, ¿no doctor?
- Lo lógico sería que recordaras la última escena
que gravaste. Todavía no puedes hacerlo y francamente creo que estamos en un
punto de inflexión. Hasta que no lo hagas no podremos avanzar.
-
Y por insignificante detalle ¿Es por lo que me cuesta tanto interpretar mi
papel? Es que ahora mismo no lo
recuerdo.
- Entonces vamos por buen camino. Mira, vas a
hacer una cosa. Si trabajas tanto debes tener los libretos con las escenas que
grabas a diario. Cuando llegues al hotel busca el último que tengas, y fíjate
en la última escena que grabaste. Ahí está la clave. La semana que viene me la
vas a contar. No quiero ninguna excusa. Así que ponte a recordar. Busca en la
habitación el libreto y no pares hasta encontrarlo.
Nerea acepta la propuesta del doctor Bosh, quiere que de por
finalizada la sesión de hoy.
Al llegar al hotel, se acerca a recepción y avisa a Gonzalo
para que le suban un té, de lo que sea, con tres sacarinas.
En la habitación se descalza los Manolos porque le vienen
haciendo una rozadura en el empeine. Se sienta en la cama y empieza a pensar
dónde diantres habrá guardado los libretos.
Está decidida, de hoy no pasa. Ese trasiego de visitas al
doctor tiene que acabar. No piensa
pasarse la juventud en la consulta de un psicólogo…
Abre el armario y lo pone patas arriba. Nada. Mira en los
cajones del escritorio. Están vacíos. Debajo de la cama pero ahí ni pelusas
hay.
Llaman a la puerta. Es del servicio de habitaciones.
Esta vez es un chico joven, de unos treinta años. A
Nerea le recuerda a alguien conocido. No
le da la bandeja en la mano, que va, se cuela en la habitación y se la pone en
una mesa.
-¿Va a necesitar algo más señorita?
- No, gracias.
Nerea ya no se fija ni en si en cierra bien la puerta al salir.
Está pensando. Le han subido una
manzanilla, qué poco original es Gonzálo. Abre un sobre de sacarina y lo vierte
sobre el vaso. Mientras ha estado fuera han limpiado su habitación. Abre el
siguiente sobre y repite la operación. Han vuelto a hacerle figuritas con las
toallas, en la cama hay un cisne. Es un cisne perfecto. En una de las alas
puede ver bordado, con hilo de color dorado, Montalván. Abre el tercer sobre de
sacarina y lo vierte muy despacio. Nerea no ha encontrado ni va a encontrar los
libretos, pero acaba de recordar perfectamente la última escena.
Da un sorbo al té. Qué asco. Es la manzanilla mas amarga que
ha probado en su vida y además se ha vuelto a quemar la lengua.
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