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viernes, 11 de mayo de 2012

- Relato 3 de Eva María Torres de los Santos


LA ÚLTIMA ESCENA


Nerea se despierta en una habitación bien iluminada en la que los primeros rayos de la mañana se empiezan a colar por las ventanas. Pero no es una habitación cualquiera, es le mejor suite del mejor hotel de la ciudad.
Despierta porque Gonzalo la llama desde la recepción. Deja que suenen varios tonos para que éste crea que hace bien su trabajo y que si no fuera por él se quedaría dormida todas las mañanas.
-     Señorita Claudia Montalván, son las ocho de la mañana que tenga muy buenos días.
-     Gonzalo le tengo dicho que yo no me llamo Claudia.
-     Disculpe señorita, es que se me olvida. Todo el mundo la llama así y claro yo... Va a bajar al buffete o ¿prefiere que le suban el desayuno?
-     Creo que bajaré. Buenos días.
Nerea se vuelve a echar en la cama, le gusta hacerse la remolona un buen rato aunque sabe que debe arreglarse pronto. Tiene cita con  el psicólogo a las diez.
Le fastidia mucho, después de tres años Gonzalo todavía no se ha aprendido su nombre. Ni Gonzálo, ni las chicas de la limpieza ni los cocineros del buffet ni nadie, joder. En ese maldito hotel parece que nada cambiara nunca. Todavía tienen la deferencia de dejarle caramelos bajo la almohada y hacerle figuritas con las toallas. Y hasta a veces le llenan el lavabo de pétalos. Le parece una tremenda cursilada. Muchas noches llega cansada y tiene que ponerse a limpiar el lavabo para poder lavarse los dientes. Odia los hoteles.
Se levanta y va al armario. Es un armario empotrado enorme, deben de haber decenas de vestidos. No son sus vestidos, son los de Claudia Montalván. Trabaja tanto tiempo haciendo ese papel que ya ni se preocupa por comprarse su propia ropa.
Coge uno de los mas discretos y lo deja en la cama.
Luego se da una ducha. El cuerpo se lo enjabona con gel de aceite de argán y en el pelo usa champú de camomila y miel. Después de secarse se embadurna en aceite de almendras dulces el cuerpo  y de crema antiarrugas en la cara. No lo hace por ella, todos esos potingues no le gustan pero tiene que seguir ese ritual cada día para estar perfecta. Hacer el papel de una multimillonaria como es la señorita Montalván no es tarea fácil. Por eso emplea otros veinte minutos más en maquillarse adecuadamente. Igual que lo hace todos los días.
Maquillándose frente al espejo del cuarto de baño se está poniendo cada vez más nerviosa.  El doctor Bosh, su psicólogo siempre la deja trastornada. Sale de su consulta creyéndose loca, porque la confunde.  Le hace siempre las mismas preguntas y lo anota todo en su libreta, como si estuviera buscando alguna contradicción. Dicen que es muy bueno, esa es la razón por la que pese a todo, Nerea sigue acudiendo fielmente a su cita  todos los viernes a las nueve.
Como se da cuenta de que el tiempo se le ha echado encima se pone el vestido todo lo rápida que puede y decide no entretenerse en desayunar.
Por eso, marca el número de la recepción:
-     ¿Desea algo señorita Clau… digo, Nerea? –responde Gonzalo al otro lado.
-     Sí. Haz que me suban un te de tila con sacarina, por favor.
Mientras espera a que le traigan el té, busca unos zapatos cómodos, pero solo encuentra zapatos con tacones de al menos diez centímetros. Así que se calza los primeros que alcanza. No mentira, se calza unos Manolos de color coral que combinan a la perfección con el vestido que lleva puesto.
Tan solo cinco minutos después llaman a la puerta.
-     Buenos días. Su té de tila señorita Montalván – la dice una muchacha del personal.
Nerea coge la bandeja y titubea unos segundos sobre sí sacarla de su error o no, pero se da por vencida. Tiene razón Gonzálo, todos la llaman así y ahora no tiene tiempo de explicarle que no es el personaje de su culebrón favorito. Fuera de las cámaras ella es Nerea. No entiende por qué la gente lo olvida.
-     Ah, su chófer la espera abajo.
-     Gracias.
Cuando cierra la puerta lleva la bandeja hasta la mesa de su habitación para servirse el té. Entonces Nerea comprueba satisfecha que al menos hay algo que Gonzalo nunca olvida,  ha ordenado que le  pongan sus tres sobres de sacarina. Le gusta tomarlo siempre con tres sobrecitos de sacarina, ni uno más, ni uno menos. Es la única manía que tiene y le molesta tanto que no se la respeten como que olviden su nombre.
En el hotel no hay problema, Gonzalo cuida esos detalles. Sin embargo, cuando va a un bar, un detalle tan insignificante se convierte casi en una odisea. Si le ponen azúcar en el té lo deja intacto, si le ponen miel tampoco lo prueba y si le dan un par de sobrecitos de sacarina, pide al camarero indignada que le traigan otro más y no vuelve a pisar ese bar jamás.
A Nerea cada día le cuesta más comprender a la gente, se vuelven olvidadizos, no respetan los detalles y hasta la miran con compasión. Sí, eso es lo que menos entiende.
Está tan cansada de hacer el papel de Claudia Montalván que sueña con viajar lejos, muy lejos donde nadie la conozca.
Nerea se toma el té deprisa aunque se quema un poco la lengua y baja.
En la recepción del hotel, Mario, su chófer y Gonzalo discuten acaloradamente sobre fútbol. Al verla llegar ambos se callan bruscamente y Mario se acerca un poco.
-     Buenos días niña, ¿A dónde todos los viernes?
-     Si, Mario.
Mario es el único que no confunde su nombre sencillamente porque parece importarle muy poco. Siempre le dice a Nerea “niña”, será porque por edad bien podrían ser padre e hija.
Nerea ya tiene veintiseis años, el mes que viene cumplirá veintisiete, pero no le molesta que la llame así.
De camino a la consulta vuelve a sentirse angustiada. Planea mentalmente las respuestas a las preguntas que sabe le va a hacer el doctor Bosh. No lo hace porque piense mentirle, sino porque quiere responder siempre con las mismas palabras y hasta con las mismas muletillas si hace falta. Necesita demostrarle que no hay motivo para tratarla como a una demente.
Ella se puso en sus manos para que la ayudara y sin embargo cada día se siente mas confundida.
La clínica del doctor Bosh es una trampa para ratones, piensa Nerea. No es como las clínicas normales que unos e puede imaginar.
La secretaria del doctor atiborra a los pacientes con infusiones de todo tipo desde que los  hace pasar a al sala de espera hasta que salen de la consulta. No ofrece café porque la cafeína debe ser buena para los locos.  No obstante, tiene un amplio surtido de pastas dulces y saladas para acompañar el té.
Nerea cree que si no fuera por lo incisivo que es el doctor, con gusto pagaría los cien euros la hora mas de una tarde para ir a merendar allí. Es mucho mejor que cualquier cafetería.
Sabe que forma parte del engaño. Seguro no es mas que un estudiado teatro para volver vulnerables a los pacientes que sedados con tisanas se tiran en el diván, (porque sí, el doctor Bosh tiene un diván como los psicólogos de las películas americanas) y cuentan sin tapujos los motivos de sus pesares.
En esta ocasión, la secretaria hace pasar directamente a Nerea a la consulta.
El doctor Bosh la recibe invitándola con un gesto a tumbarse en el diván.
-     Como hacemos siempre, empezaré formulándote unas sencillas preguntas. ¿De acuerdo?
-     Está bien.
-     ¿Cómo te llamas?
-     Nerea
-     ¿Y qué mas?
-     Nerea Gutierrez Fernandez
-     ¿Sabes por qué vienes a mi consulta?
-     Sí. Soy actriz pero últimamente estoy muy agobiada por un papel que interpreto desde hace tres años. Cada día me cuesta más hacer de mi personaje, no quiero que me despidan. Ahora que en el trabajo me han dado unas pequeñas vacaciones, quiero solucionar ese problemilla. Así que, vengo a verle porque tiene muy buena fama y porque he descubierto que su secretaria hace los mejores té de la ciudad, con diferencia.
-     ¿Entonces vienes por el té?
-     Por favor, doctor, estaba bromeando.
-     ¿Qué papel interpretas?
-     Soy el personaje principal en una telenovela nacional. Hago de Claudia Montalván.
-     ¿Grabáis cada día?
-     De lunes a viernes desde hace tres años.
-     ¿Y cuál es la última escena que has grabado?
-     Pues... lo cierto es que no lo recuerdo.
Llaman a la puerta de la consulta. La secretaria entra sin esperar respuesta y pregunta al doctor que si la paciente va a querer tomar algo.
Habla de Nerea como si ella no estuviera en la sala. A Nerea eso le hace muchísima gracia y carraspea.
-     Voy a querer un té jazmín. Con sacarina, con tres sacarinas, si no es mucha molestia.
La secretaria asiente y se marcha.
-    En el hotel no tienen té de jazmín. Probablemente si lo pidiera me lo mandarían a traer al otro día.
-     Veo que se desviven complaciéndola en el hotel…¿Por qué?
-     Soy una cliente. Es la política de todo buen hotel, satisfacer al cliente.
-     Ya. Pero en la sesión pasada me dijiste que dormías en la suite, ¿Por qué no una habitación normal?
-     No sé… Ellos me la ofrecieron y yo puedo pagarla.
-     Entiendo. ¿Tanto cobra una actriz? ¿Te puedes permitir esos lujos?
-    Bueno, sí… Ten en cuenta que el papel que interpreto está muy bien remunerado porque la serie lleva tres años siendo un éxito en antena.
-     Ya que lo mencionas, háblame un poco sobre tu papel
-     ¿Otra vez?
-     Te tengo dicho que en las sesiones siempre es como si fuera la primera vez.
-     Está bien, ¿qué quieres que te cuente?
-     Te lo he dicho, háblame sobre tu personaje. Cuéntame su historia.
-     Pues...  Claudia Montalván es la heredera del que fue uno de los hombres mas ricos del país. Su madre murió cuando ella era apenas una niña. Se licenció en derecho a los veintitrés años y a los pocos meses se casó con un compañero de facultad con el que llevaba tiempo saliendo. Ya ve doctor, cosas de ricos que no tienen que preocuparse por buscar un trabajo, ahorrar para una casa y esos menesteres. Empiezó a trabajar en la empresa de su padre y la vida se le fue antojando de lo más fácil y placentera. Claro que los culebrones no se hacen de historias idílicas. Solo dos meses después de casada su padre sufrió un infarto cerebral y murió. Por si fuera poco, en pleno funeral Claudia Montalván descubrió que su marido tenía una amante. Intentó separarse de él pero le puso trabas y fue cuando descubrió que se había casado con ella por puro interés.
Así que, mi personaje, de la noche a la mañana se ve sin marido y sin padre. Además, es la dueña de una gran fortuna y tiene la responsabilidad de manejar varias empresas y varias cadenas hoteleras de las que dependen cientos de empleados. Toda esa responsabilidad tiene que asumir mientras lucha contra un marido que la intenta hacer pasar por loca para quedarse con su herencia.

El teléfono de la consulta empieza a sonar. El doctor Bosh se excusa y atiende a una llamada que parece urgente.  Cuando cuelga, avisa.
-  Lo siento, hoy la sesión tendrá que ser algo mas breve. En media hora llegará un paciente al que tengo que atender sin demora.
-    No sé preocupe, tampoco me hace especial ilusión estar aquí.
-    Y dime, ¿Por qué te molesta tanto interpretar ese papel? Es un papel protagónico de una telenovela que es un éxito, muchas actrices matarían por algo así.
-     Sí, tiene razón, pero es que la gente se olvida de mí. Quiero decir, piensan que interpreto las veinticuatro horas del día, o de tanto ver la telenovela se les olvida que no soy mas que una actriz. Con decirle que nadie me llama por mi nombre, todos me dicen Claudia pero ni siquiera Claudia a secas no, Claudia Montalván. Es frustrante, es casi como haber perdido mi personalidad.
-     Bueno pero eso es normal, a muchos actores los llaman por la calle por el nombre de su personaje.
-     Sí doctor, pero mi caso es particular porque nadie me pregunta por mi trabajo. Si me gusta lo que hago o no, si me siento bien metida en la carne de otra mujer.
-    ¿Y te sientes bien metida en la carne de esa otra mujer?
-   Sí, a veces no. Bueno no lo sé, es un trabajo, no me puedo quejar. Ya lo ha dicho usted, mucha gente haría cualquier cosa por un papel como este.
-    Pero aun así, no estás a gusto interpretando a Claudia Montalván. Explícame… ¿por qué no lo dejas?
-   Porque es mi primer gran papel, si lo dejo sin motivo aparente, puede que arriesgue mi carrera. ¿Quién va a contratar a alguien que no es capaz de interpretar un mismo papel varias temporadas?
-   ¿Qué piensas tú del personaje de Claudia Montalván? ¿Te identificas con ella?
-   No, en absoluto. Creo que es una mujer muy desgraciada, que se ha quedado sola y no sabe qué hacer ni en quien confiar. Todo en lo que creía o está muerto o era mentira.
-   Interesante. Debe ser muy duro, ser ella.  ¿Te das cuenta de que todo en lo que un día creyó  está muerto o era mentira?
-     Eh, sí... pero… ¿Qué más da doctor? Sólo es un personaje.
La secretaria vuelve a interrumpir la sesión, esta vez sin llamar a la puerta.  Le ofrece la taza de té pero solo con dos sobres de sacarina. Mira al doctor buscando su aprobación. Él asiente.
Nerea sabe que le niegan la tercera sacarina a propósito, forma parte de alguna treta del doctor.
Se siente furiosa, pero se controla.
-     ¿Me puede traer un sobre más de sacarina? – le dice Nerea con voz temblorosa a la secretaria.
-     Lo siento. No nos queda. Si prefiere un poco de azúcar, canela, limón, miel…
-     No, gracias.
La secretaria se retira y Nerea se pone a jugar con la cucharrilla del té.
El doctor Bosh durante cinco minutos la observa sin decir nada, el silencio cada vez es mas incómodo y Nerea se revuelve en el diván.
-     ¿No vas a tomarte el té?
-    No, ya no me apetece.
-  Te gustan las cosas muy dulces, ¿verdad? Pero, ¿abusas de la sacarina porque el azúcar engorda o porque provoca caries?
-   ¿Es una broma? Soy actriz, dependo de mi imagen. Tengo que cuidar la línea, pero no por eso soy una lunática.
-     Nadie ha dicho que lo seas.
-     Bueno, haz lo que quieras con el té. Sigamos.  Ahora toca que hablemos de Nerea.
-     ¿De mí? Ya era hora doctor, creí que a usted le importaba mas el personaje que yo. Siempre se centra mas en él.
-   Porque por su culpa estas así, ¿no es eso lo que dices? Se ha convertido en una carga muy pesada pero como no puedes librarte de ella estás aquí para intentar encontrar una solución. No lo olvides.
-   Pues… Nerea es una chica normal, que viene de una familia normal, ¿no tendré que contarle los detalles también, verdad?  Nerea ha estudiado mucho para llegar a ser actriz y si está dónde está es por méritos propios. Vale, es joven para haber conseguido tanto reconocimiento en su profesión y dinero. Pero todo es fruto de su trabajo.
-    Ahora estás hablando de Nerea en tercera persona.
-   Bueno…es una forma de hablar. ¿Ve doctor? Me confunde siempre. Al final terminaré loca. No me extraña que tenga tantos pacientes.
-   En fin,… llegados a este punto, como te he dicho, hoy tenemos que abreviar. Tus respuestas son prácticamente las mismas que la semana pasada.
-     Es lo lógico, ¿no doctor?
-    Lo lógico sería que recordaras la última escena que gravaste. Todavía no puedes hacerlo y francamente creo que estamos en un punto de inflexión. Hasta que no lo hagas no podremos avanzar.
-     Y por insignificante detalle  ¿Es por lo que me cuesta tanto interpretar mi papel?  Es que ahora mismo no lo recuerdo.
-    Entonces vamos por buen camino. Mira, vas a hacer una cosa. Si trabajas tanto debes tener los libretos con las escenas que grabas a diario. Cuando llegues al hotel busca el último que tengas, y fíjate en la última escena que grabaste. Ahí está la clave. La semana que viene me la vas a contar. No quiero ninguna excusa. Así que ponte a recordar. Busca en la habitación el libreto y no pares hasta encontrarlo.
Nerea acepta la propuesta del doctor Bosh, quiere que de por finalizada la sesión de hoy.
Al llegar al hotel, se acerca a recepción y avisa a Gonzalo para que le suban un té, de lo que sea, con tres sacarinas.
En la habitación se descalza los Manolos porque le vienen haciendo una rozadura en el empeine. Se sienta en la cama y empieza a pensar dónde diantres habrá guardado los libretos.
Está decidida, de hoy no pasa. Ese trasiego de visitas al doctor tiene que acabar.  No piensa pasarse la juventud en la consulta de un psicólogo…
Abre el armario y lo pone patas arriba. Nada. Mira en los cajones del escritorio. Están vacíos. Debajo de la cama pero ahí ni pelusas hay.
Llaman a la puerta. Es del servicio de habitaciones.
Esta vez es un chico joven, de unos treinta años. A Nerea  le recuerda a alguien conocido. No le da la bandeja en la mano, que va, se cuela en la habitación y se la pone en una mesa.
-¿Va a necesitar algo más señorita?
- No, gracias.
Nerea ya no se fija ni en si en cierra bien la puerta al salir. Está pensando.  Le han subido una manzanilla, qué poco original es Gonzálo. Abre un sobre de sacarina y lo vierte sobre el vaso. Mientras ha estado fuera han limpiado su habitación. Abre el siguiente sobre y repite la operación. Han vuelto a hacerle figuritas con las toallas, en la cama hay un cisne. Es un cisne perfecto. En una de las alas puede ver bordado, con hilo de color dorado, Montalván. Abre el tercer sobre de sacarina y lo vierte muy despacio. Nerea no ha encontrado ni va a encontrar los libretos, pero acaba de recordar perfectamente la última escena.
Da un sorbo al té. Qué asco. Es la manzanilla mas amarga que ha probado en su vida y además se ha vuelto a quemar la lengua.

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