El choque de las
teorías en el Oriente
La biblioteca de la
Facultad de Geografía e Historia, en la única universidad de la
lejana región del Oriente, donde estudian los mejores estudiantes y
futuros élites de la región, es donde trabaja Juan Naumara, el
investigador más brillante de la facultad y muy prometido en el
campo de la historia regional. No es bibliotecario de profesión, de
vocación tampoco lo es. Solo trabaja ahí tres días a la semana por
la mañana. Él es el investigador más renovador de la última
generación de la historia regional, por lo menos él se considera
así. Para ser más exacto, es especialista en la historia del
proceso de la formación de la primera aldea oriental -según
conforme a su teoría, la aldea se fundó a principios del siglo tres
antes de Cristo cuando se establecieron dos familias provenientes de
quién sabe donde en el Oriente -, en donde se encuentra la ciudad
donde vive Juan. Eso no quiere decir que no le disgusta el tiempo que
pasa detrás del mostrador de la biblioteca. Más bien, le gusta
estar sumergido en el trabajo manual de la biblioteca mientras su
pensamiento vuela hacia la antigua época.
Hoy también se encuentra
ahí en la biblioteca, la cual se encuentra en la azotea de la
universidad en lugar de estar en el sótano, puesto que en su teoría
juanesca, las bibliotecas deben estar en sótano si la situación y
la construcción del edificio lo permite. Aunque el estudio de la
ubicación bibliotecaria no es de la incumbencia de la historia
regional, a él no se le ocurre que esta teoría no corresponda a su
estudio. Su filosofía de la vida es que un hombre cabal debe tener
teorías para todos los asuntos y todos los fenómenos del planeta.
Juan heredó esta filosofía de su abuelo quien también fue
historiador regional y descubrió la ubicación del primer lavabo
oriental en el jardín trasero de su casa.
Con el chillido que hace
la puerta cuando la abren las mujeres -porque según su teoría, el
ruido de la puerta cambia conforme al sexo de la persona que la abre-
entra Emilia Sorvinsky a la biblioteca, la estudiante recién llegado
de la región del Occidente con un programa de intercambio
interregional. Tiene las miradas brillantes con las pupilas
ligeramente anaranjadas, la característica muy típica que solamente
se nota en los descendientes de las primeras familias fundadoras de
la región del Occidente, según su teoría de ella. Emilia no
estudia ni historia ni geografía, sino la filosofía regional del
Occidente, pero ella también pertenece al bando de los que tienen
teorías para todo.
-Perdona, quería pedir
un libro. Se llama La filosofía interregional; conversación
entre los sabios del Occidente y el Oriente en el siglo dos.
Espérame,
creo que tengo anotado la signatura -dice Emilia mientras busca su
agenda en el bolso.
-No te preocupes, sé
cual es el libro que buscas. Pero, -Juan, sin todavía levantar la
cabeza ya que sigue registrando las fichas, dice- está prestado.
Estará prestado dos semanas más.
Al decirlo, levanta la
cabeza. Lo primero que le llama la atención son los ojos anaranjados
de Emilia, algo que él nunca ha visto en la región. El segundo que
le llama la atención es el escote que lleva la chica, sin pasarse de
grosero sino muy elegante. Pero antes de llagar a lo tercero, ella
dice;
-¡Qué raro que haya
gente que le interese estos libros en el Oriente! -lo dice con la
cara de asombro ya que en su teoría, los hombres del Oriente son
unos incultos y no leen un libro en su vida.
-Claro que sí. Bueno, el
libro lo tengo yo. Es muy bueno, eh. Aunque, a mi parecer, el autor
sobrevalora a los sabios del Occidente. Es que es poco probable que
el nivel sociocultural del Occidente en el siglo dos permitiera que
se desarrollaran los argumentos tan sofisticados en esa región.
Basta con ver la gente actual del Occidente, ¿verdad? -mientras dice
esto, sus miradas van pasando hacia la cintura de la chica, y
confirma que es muy guapa y atractiva.
-Perdona, pero según yo,
en esa época, el nivel intelectual del Occidente era muy superior al
Oriente. Lo digo porque soy filóloga y estudio la filosofía
occidental de la época. Y además soy de allá, por si te interesa
saber.
Ella trata de decirlo en
un tono ofendido, pero en realidad, está más curiosa que ofendida
por saber cómo reaccionará el hombre. Él, en cambio, ya no piensa
en los sabios de hace milenios, sino en cómo invitar a ella al cine.
Ya que en su teoría, los hombres cabales tienen que intentarlo
cuando se encuentren con una chica tan guapa como ella, aunque sea la
primera vez que la ven. Y según la costumbre regional, si uno quiere
conquistar a una chica, primero tiene que llevarla al cine, y es
mejor si la película es de terror.
-Disculpa,
no sabía que eres de allá. Pero, me interesa mucho el tema de la
filosofía occidental de la época, eh. Oye, por cierto, ahora está
la película de El
matarife de la esquina,
en el cine de al lado. Me gustaría que me la explicaras desde el
punto de vista filosófica occidental. Sabes, lo digo por la cuestión
académica. Es decir, ¿qué te parece si vamos al cine esta noche en
plan académico, digamos?
Un sinvergüenza, piensa
ella porque en su teoría cuando un chico y una chica salen por la
primera vez, no deben ir al cine sino al parque a comer helado
sentados en la banca. Además, el hombre que invita a una chica al
cine, sobre todo cuando la película es de terror, solo piensa en
agarrar la mano de ella en la oscuridad. Pero aparte de eso, Juan le
parece muy simpático y no es tan feo. Ahora, recordando la otra
teoría emiliana, es decir, si un hombre no intenta agarrar la mano
de la chica, cuando están al cine por la primera vez, es un hombre
sincero, algo que ella aprecia mucho. Así que no le parece tan mal
aceptar la invitación de Juan para conocer un poco más a él.
-Oye, parece un poco
precipitado, es que acabas de conocerme. Más bien, no me conoces.
Además, generalmente yo suelo estudiar por la noche. O sea, no voy a
tener mucho tiempo. Pero si lo dices en plan académico, no me parece
tan mal la idea.
Así, quedan a las ocho
en frente del único cine de la región del Oriente, dónde solo
tiene una sala y por el gusto del dueño, solo ponen películas de
terror.
Él llega siete minutos
antes de las ocho, puesto que una persona responsable tiene que
llegar a una cita por lo menos cinco minutos antes para no hacerle
esperar a nadie, dice una teoría juanesca. En cambio, una teoría
emiliana dice que una mujer nunca debe esperar a un hombre, y menos
enfrente de un cine, así que Emilia llega a las ocho con ocho
minutos.
-Perdona, ¿ya llevas
mucho tiempo? -llega caminando Emilia, sin ningún gesto de apuro- Es
que estaba estudiando en casa y se me ha pasado la hora.
Juan por poco expone su
teoría de puntualidad, pero se contiene ya que otra teoría juanesca
dice que nunca debe imponer sus teorías a los de más. Además,
ahora ella trae un vestido blanco, diferente que el azul que se
llevaba en la mañana, pero con el mismo estilo de escote elegante,
el cual le calma a Juan el pequeño enojo que tenía, pero a la vez,
le prende la emoción.
-No pasa nada, también
acabo de llegar. ¿Entramos, eh?
Mientras el matarife va
matando a los ancianos de la vecindad uno por uno en la pantalla,
Juan se sumerge en su pensamiento. Nuca ha pensado que un día él
termina yendo al cine con una chica del Occidente como lo hace ahora.
Tampoco se ha imaginado que las chicas del Occidente son tan guapas,
pero, por lo menos ella lo es. Ahora, el dilema que sufre es que su
teoría no le permite besar a ella, la teoría de que el hombre que
besa a una chica que acaba de conocer suele ser una galán sin
miramiento. Pero la tentación es tan grande que no sabe si puede
portarse como un hombre cabal durante dos horas y quince minutos que
dura la película. Emilia, al lado de Juan, está pensando en su
teoría de que cuando alguien le atrae, simplemente le atrae y punto,
por lo tanto, no debe haber una explicación aunque cada quién
invente una supuesta razón. Es una teoría que ha desarrollado
durante años sin llevar a la práctica, y jamás pensaba que tendría
que aplicarla con un chico del Oriente. Ahora, no le parecería tan
mal si él le agarrara la mano. La filosofía emiliana dice, a fin de
cuentas, que todas las teorías son efímeras.
A los 45 minutos de la
película, cuando el matarife terminó de exterminar los ancianos del
vecindario y decide mudarse al barrio de al lado, Juan le besa a
Emilia en la mejilla y, como no hay nadie más en la sala del cine
sino ellos los dos, le dice a Emilia sin bajar mucho la voz;
-Creo recordar que eran
los sabios del Occidente los que inventaron el acto de besar en
nuestras regiones. Es decir, me gustas en una manera académica, pero
creo sentir algo más por ti.
-¡Cómo te atreves a
hacer esto! ¡Eres un oriental! -dice Emilia, volteándose hacia
Juan. Lo que se ve en sus ojos anaranjados, sin embargo, es una
coquetería occidental pero no es un rubor- Pero, si me invitaras un
helado de vainilla, tal vez te lo podría perdonar. O sea, ¿Ya
salimos de aquí, y ... vamos al parque por helado?
A los 51 minutos de la
película, cuando el matarife se irrita porque su herramienta
carnicera no cabe en su maleta, los dos salen del cine y se pone a
andar hacia el parque, agarrados de mano. Juan ya no piensa en su
teoría de el que agarra la mano de una chica en la calle es un
vanidoso. Emilia acaba de inventar una nueva teoría de que cuando un
chico y una chica salen por la primera vez en plan romántico, es
mejor primero ir al cine y después al parque a comer helado.
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