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jueves, 17 de mayo de 2012

-Relato 4 de Ryotaro Kasai


El choque de las teorías en el Oriente

La biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia, en la única universidad de la lejana región del Oriente, donde estudian los mejores estudiantes y futuros élites de la región, es donde trabaja Juan Naumara, el investigador más brillante de la facultad y muy prometido en el campo de la historia regional. No es bibliotecario de profesión, de vocación tampoco lo es. Solo trabaja ahí tres días a la semana por la mañana. Él es el investigador más renovador de la última generación de la historia regional, por lo menos él se considera así. Para ser más exacto, es especialista en la historia del proceso de la formación de la primera aldea oriental -según conforme a su teoría, la aldea se fundó a principios del siglo tres antes de Cristo cuando se establecieron dos familias provenientes de quién sabe donde en el Oriente -, en donde se encuentra la ciudad donde vive Juan. Eso no quiere decir que no le disgusta el tiempo que pasa detrás del mostrador de la biblioteca. Más bien, le gusta estar sumergido en el trabajo manual de la biblioteca mientras su pensamiento vuela hacia la antigua época.

Hoy también se encuentra ahí en la biblioteca, la cual se encuentra en la azotea de la universidad en lugar de estar en el sótano, puesto que en su teoría juanesca, las bibliotecas deben estar en sótano si la situación y la construcción del edificio lo permite. Aunque el estudio de la ubicación bibliotecaria no es de la incumbencia de la historia regional, a él no se le ocurre que esta teoría no corresponda a su estudio. Su filosofía de la vida es que un hombre cabal debe tener teorías para todos los asuntos y todos los fenómenos del planeta. Juan heredó esta filosofía de su abuelo quien también fue historiador regional y descubrió la ubicación del primer lavabo oriental en el jardín trasero de su casa.
Con el chillido que hace la puerta cuando la abren las mujeres -porque según su teoría, el ruido de la puerta cambia conforme al sexo de la persona que la abre- entra Emilia Sorvinsky a la biblioteca, la estudiante recién llegado de la región del Occidente con un programa de intercambio interregional. Tiene las miradas brillantes con las pupilas ligeramente anaranjadas, la característica muy típica que solamente se nota en los descendientes de las primeras familias fundadoras de la región del Occidente, según su teoría de ella. Emilia no estudia ni historia ni geografía, sino la filosofía regional del Occidente, pero ella también pertenece al bando de los que tienen teorías para todo.
-Perdona, quería pedir un libro. Se llama La filosofía interregional; conversación entre los sabios del Occidente y el Oriente en el siglo dos. Espérame, creo que tengo anotado la signatura -dice Emilia mientras busca su agenda en el bolso.
-No te preocupes, sé cual es el libro que buscas. Pero, -Juan, sin todavía levantar la cabeza ya que sigue registrando las fichas, dice- está prestado. Estará prestado dos semanas más.
Al decirlo, levanta la cabeza. Lo primero que le llama la atención son los ojos anaranjados de Emilia, algo que él nunca ha visto en la región. El segundo que le llama la atención es el escote que lleva la chica, sin pasarse de grosero sino muy elegante. Pero antes de llagar a lo tercero, ella dice;
-¡Qué raro que haya gente que le interese estos libros en el Oriente! -lo dice con la cara de asombro ya que en su teoría, los hombres del Oriente son unos incultos y no leen un libro en su vida.
-Claro que sí. Bueno, el libro lo tengo yo. Es muy bueno, eh. Aunque, a mi parecer, el autor sobrevalora a los sabios del Occidente. Es que es poco probable que el nivel sociocultural del Occidente en el siglo dos permitiera que se desarrollaran los argumentos tan sofisticados en esa región. Basta con ver la gente actual del Occidente, ¿verdad? -mientras dice esto, sus miradas van pasando hacia la cintura de la chica, y confirma que es muy guapa y atractiva.
-Perdona, pero según yo, en esa época, el nivel intelectual del Occidente era muy superior al Oriente. Lo digo porque soy filóloga y estudio la filosofía occidental de la época. Y además soy de allá, por si te interesa saber.
Ella trata de decirlo en un tono ofendido, pero en realidad, está más curiosa que ofendida por saber cómo reaccionará el hombre. Él, en cambio, ya no piensa en los sabios de hace milenios, sino en cómo invitar a ella al cine. Ya que en su teoría, los hombres cabales tienen que intentarlo cuando se encuentren con una chica tan guapa como ella, aunque sea la primera vez que la ven. Y según la costumbre regional, si uno quiere conquistar a una chica, primero tiene que llevarla al cine, y es mejor si la película es de terror.
-Disculpa, no sabía que eres de allá. Pero, me interesa mucho el tema de la filosofía occidental de la época, eh. Oye, por cierto, ahora está la película de El matarife de la esquina, en el cine de al lado. Me gustaría que me la explicaras desde el punto de vista filosófica occidental. Sabes, lo digo por la cuestión académica. Es decir, ¿qué te parece si vamos al cine esta noche en plan académico, digamos?
Un sinvergüenza, piensa ella porque en su teoría cuando un chico y una chica salen por la primera vez, no deben ir al cine sino al parque a comer helado sentados en la banca. Además, el hombre que invita a una chica al cine, sobre todo cuando la película es de terror, solo piensa en agarrar la mano de ella en la oscuridad. Pero aparte de eso, Juan le parece muy simpático y no es tan feo. Ahora, recordando la otra teoría emiliana, es decir, si un hombre no intenta agarrar la mano de la chica, cuando están al cine por la primera vez, es un hombre sincero, algo que ella aprecia mucho. Así que no le parece tan mal aceptar la invitación de Juan para conocer un poco más a él.
-Oye, parece un poco precipitado, es que acabas de conocerme. Más bien, no me conoces. Además, generalmente yo suelo estudiar por la noche. O sea, no voy a tener mucho tiempo. Pero si lo dices en plan académico, no me parece tan mal la idea.
Así, quedan a las ocho en frente del único cine de la región del Oriente, dónde solo tiene una sala y por el gusto del dueño, solo ponen películas de terror.

Él llega siete minutos antes de las ocho, puesto que una persona responsable tiene que llegar a una cita por lo menos cinco minutos antes para no hacerle esperar a nadie, dice una teoría juanesca. En cambio, una teoría emiliana dice que una mujer nunca debe esperar a un hombre, y menos enfrente de un cine, así que Emilia llega a las ocho con ocho minutos.
-Perdona, ¿ya llevas mucho tiempo? -llega caminando Emilia, sin ningún gesto de apuro- Es que estaba estudiando en casa y se me ha pasado la hora.
Juan por poco expone su teoría de puntualidad, pero se contiene ya que otra teoría juanesca dice que nunca debe imponer sus teorías a los de más. Además, ahora ella trae un vestido blanco, diferente que el azul que se llevaba en la mañana, pero con el mismo estilo de escote elegante, el cual le calma a Juan el pequeño enojo que tenía, pero a la vez, le prende la emoción.
-No pasa nada, también acabo de llegar. ¿Entramos, eh?
Mientras el matarife va matando a los ancianos de la vecindad uno por uno en la pantalla, Juan se sumerge en su pensamiento. Nuca ha pensado que un día él termina yendo al cine con una chica del Occidente como lo hace ahora. Tampoco se ha imaginado que las chicas del Occidente son tan guapas, pero, por lo menos ella lo es. Ahora, el dilema que sufre es que su teoría no le permite besar a ella, la teoría de que el hombre que besa a una chica que acaba de conocer suele ser una galán sin miramiento. Pero la tentación es tan grande que no sabe si puede portarse como un hombre cabal durante dos horas y quince minutos que dura la película. Emilia, al lado de Juan, está pensando en su teoría de que cuando alguien le atrae, simplemente le atrae y punto, por lo tanto, no debe haber una explicación aunque cada quién invente una supuesta razón. Es una teoría que ha desarrollado durante años sin llevar a la práctica, y jamás pensaba que tendría que aplicarla con un chico del Oriente. Ahora, no le parecería tan mal si él le agarrara la mano. La filosofía emiliana dice, a fin de cuentas, que todas las teorías son efímeras.
A los 45 minutos de la película, cuando el matarife terminó de exterminar los ancianos del vecindario y decide mudarse al barrio de al lado, Juan le besa a Emilia en la mejilla y, como no hay nadie más en la sala del cine sino ellos los dos, le dice a Emilia sin bajar mucho la voz;
-Creo recordar que eran los sabios del Occidente los que inventaron el acto de besar en nuestras regiones. Es decir, me gustas en una manera académica, pero creo sentir algo más por ti.
-¡Cómo te atreves a hacer esto! ¡Eres un oriental! -dice Emilia, volteándose hacia Juan. Lo que se ve en sus ojos anaranjados, sin embargo, es una coquetería occidental pero no es un rubor- Pero, si me invitaras un helado de vainilla, tal vez te lo podría perdonar. O sea, ¿Ya salimos de aquí, y ... vamos al parque por helado?
A los 51 minutos de la película, cuando el matarife se irrita porque su herramienta carnicera no cabe en su maleta, los dos salen del cine y se pone a andar hacia el parque, agarrados de mano. Juan ya no piensa en su teoría de el que agarra la mano de una chica en la calle es un vanidoso. Emilia acaba de inventar una nueva teoría de que cuando un chico y una chica salen por la primera vez en plan romántico, es mejor primero ir al cine y después al parque a comer helado.

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