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viernes, 22 de junio de 2012

Relato Nº9 de Guillermo Muñoz Pedrosa

El caballero en el mercado.
Salí de mi castillo a pasear por el pueblo. Me acerqué al mercado, en la plaza mayor, y allí la vi. Vi a una hermosa mujer paseando por los puestos de aquel sitio, y aunque era campesina también era muy bella. Observe que se le cayó una manzana de la cesta. Me agaché al suelo.
Perdón, señorita. dije mientras recogía la manzana del suelo Se le ha caído su manzana.
–Oh, muchas gracias–me respondió mientras cogía la manzana de mi mano. Me dirigió una gran sonrisa Sois muy atento, señor caballero.
Muy amable vuestro cumplido. respondí Perdonadme si os parezco atrevido, pero debo deciros que sois la mujer más hermosas que he visto por estos lares. vi como las mejillas de su cara pasaban a tener un color rojo y su sonrisa se volvía tímida y prudente.
Oh… gracias.
–Perdonad, no quería haceros sentir incómoda. –Traté de acercarme a ella Soy el príncipe William, señor de estas tierras. me presenté ¿Tendríais la amabilidad, bella señora, de decirme vuestro nombre?
–Mi nombre… –Dirigió su mirada hacia el bosque oscuro Si lo queréis saber, tendréis que cogerme. Y sin darme tiempo a decir nada más, salió corriendo hacia los frondosos árboles.
A pesar de llevar a mi armadura puesta, salí detrás de ella, tan rápido como esta me permitió. Las ramas de los árboles me golpeaban y las raíces de estos me hacían correr torpemente. Casi había perdido a la chica de vista cuando una rama me dio en la cabeza y me tiró al suelo. Saqué mi espada y fui cortando las ramas que se me ponían en medio, y divisé de nuevo a la hermosa dama saliendo de entre los árboles.
Cuando salimos de aquella zona, pasamos cerca de una granja. La mujer había atravesado los campos y parecía que iba a internarse en el otro extremo del bosque. Yo corrí a través de los cultivos a toda prisa. De repente sentí mi pie chocar con algo y caí en una zanja. Me levante con esfuerzo y alcé la vista al objeto de mi torpe tropiezo, una sandía.
–Señor, ¿os encontráis bien? –Vi a aquella muchacha arriba de la zanja.
¡Ay, me ha crujido la pierna! grité ¡Creo que me la he roto!
¿Podéis alcanzar mi mano?
Sí, creo que si me apoye en la espada para intentar andar y logré llegar hasta sus manos. Ella tiró con fuerza de mi, pero no consiguió moverme de allí.
Pesáis demasiado con esa armadura. dijo ¿Podéis quitárosla?
Voy a intentarlo. Los cierres estaban algo duros, pero logré desabrocharme todo. Las botas, la coraza, las grebas y los guanteletes Ya está. le dije. Ella volvió a tirar de mí, pero fue en vano.
No puedo subiros. dijo, y se dio la vuelta Volveré con ayuda, no tardaré.
¡Espera! le grite Quiero saber tu nombre.
Está biendijo Es Ginebra Se fue a toda prisa y volvió con un hombre fornido y rústico Este es el propietario de la granja, ha accedido a ayudarnos. Me cogieron ambos de los brazos y tiraron fuerte. Lograron sacarme de aquel agujero.
Aquel hombre me llevó a cuesta y me llevó a través del bosque. Ginebra nos acompañó. Yo miraba su rostro, hermoso y preocupado por mí. Llegamos al pueblo, pero yo perdí el conocimiento antes de que entrásemos.
Me desperté al cabo de un rato en la alcoba de mi castillo. A mi lado estaba mi leal consejero, hechicero de la corte, que me miraba atentamente.
Bienvenido de vuelta, su majestad. me dijo Me teníais preocupado.
¿Qué ha ocurrido, hechicero? le pregunté.
Tranquilo, alteza. Bastante suerte habéis tenido con llegar hasta aquí con la pierna en ese estado. Miré la pierna, y vi que me la había entablillado Le encontramos a las afueras del pueblo, casi desnudo y con la pierna rota, ¿qué os paso?
Estaba siguiendo a una chica por el bosque para saber su nombre cuando me caí por una zanja. Detuve un momento mi relato Un momento, ¿Dónde están Ginebra y el granjero? Miré a los lados y no había nadie. Tengo que darles las gracias por haberme traído de vuelta al castillo.
¿Os referís por casualidad a esta mujer? El mago desdobló un pergamino. Era un cartel de “se busca” con un dibujo de Ginebra.
¿Qué significa esto, mago? le pregunté. En el poste leí un párrafo que decía: “Nunca acertáis con mi nariz, so tontos”
Que sois el tercer noble enamoradizo que pica en la trampa de una ladrona. Me golpeo la cabeza con el bastón Es una delincuente buscada en varios condados, a la que le gusta engañar a nobles jóvenes enamoradizos y estúpidos. Señaló el párrafo que leí Cada vez que logra su objetivo, deja este mensaje para burlarse. Volvió a golpearme con el palo Habéis perdido el dinero, la espada y la armadura, y ahora estarán a leguas, ¡Tonto, más que tonto, bobalicon!
Al rato, el hechicero se fue y me dejo solo, sumido en mis pensamientos.

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