FUE UNA TONTERÍA
Andrés palmea la espalda de Joaquín y
le dice:
-Anda, que.. ¡Menuda la has liado!
-Tío, fue una tontería. – le dice
Joaquín, tocándose frenéticamente la frente.
-Bueno, tranquilo, me lo vas a
explicar y espero que me convenzas. Si no, ¡te los corto!
-Tú sabes que yo no soy un cabrón
Andrés, en serio que no.
-Ya… Pero no importa lo que yo sepa o
crea, sino lo que crea mi hermana. Joder, si solo faltan dos semanas para la
boda y ahora esto…
-Carla va anular la boda, lo sé.
-Tío, no pienses ahora en eso. Tú y
yo nos vamos a ir al jardín que Carla ha llamado y dice que viene a hablar con
mi mujer. Ella no le ha dicho que estás tú aquí porque si lo sabe no viene. Así
que mejor que no te vea.
-Pero si nos vamos al jardín nos va a
ver cuando venga.
-No porque lo que te quiero enseñar
está en el jardín trasero.
-Está bien.
Andrés tiene una casa grande con un
jardín enorme a las afueras del pueblo. Lleva tres años casado con su mujer,
María que a la vez es la mejor amiga de su hermana Carla.
Hoy Andrés había invitado a su
hermana y su cuñado a almorzar pero a la hora acordada Carla ha llamado a María
llorando desconsolada y Joaquín ha venido a casa de Andrés con cara de pocos
amigos disque a explicarle todo para que
convenza a su hermana de que lo perdone.
Andrés conduce a Joaquín hasta el
jardín trasero dándole pequeños empujoncitos.
-Venga, ¡tira!
Al pasar la casa y andar un poco
Andrés le señala hacia una barbacoa que hay en un pequeño techado del jardín.
-Mira, mi nueva adquisición.
-Joder, ¡Cómo te lo montas! Tu casa
siempre me ha parecido que tenía un rollo americano de cojones pero ahora ya
con la barbacoa…
-Pues María y yo habíamos comprado un
montón de carne para estrenarla con Carla y contigo pero ya nos habéis aguado
el plan.
-Lo siento, tío.
-Deja las disculpas para mi hermana
mejor. Vamos a tomarnos unas cervezas
mientras me lo cuentas.
Andrés ahora lleva a Joaquín hasta la
mesa del porche, otra vez dándole empujoncitos.
-¿Hoy me va a tocar arrastrar
contigo?- dice Andrés.
-¿Qué?
-Que te muevas, que los he
visto más rápidos.
-Ya… es que no sé dónde tengo la
cabeza.
-Sí, ya veo.
Andrés deja a Joaquín sentado en una
tumbona del porche y sin decir nada se va de nuevo a la casa.
Mientras espera, Joaquín se revuelve
en su asiento, apoya los codos en las rodillas y con las manos se sostiene la
cara mirándose los zapatos. Son los mismos zapatos que llevaba anoche y están
llenos de barro.
Joaquín se saca un pañuelo del
bolsillo y escupe en él para limpiarse un zapato. Luego vuelve a escupir y se
limpia el otro zapato. Sigue sucio, restriega varias veces más pero el barro
está muy reseco y la mancha no se quita.
Andrés vuelve y encuentra a Joaquín
limpiando los zapatos.
-¿Qué haces?
-Están sucios.
-Pues así no se van a limpiar, lo que
vas a conseguir es ponerlos mas guarros.
-Es que no me gusta llevar los
zapatos sucios.
-Sí, claro. Anda, toma –le dice Andrés ofreciéndole un botellín de
cerveza.
Andrés se sienta en otra tumbona,
junto a Joaquín y da un trago de su botellín.
Joaquín le da un trago a su cerveza y
luego otro.
-¡Qué asco! ¿Esto qué es?
-Cerveza- dice Andrés riéndose.
Joaquín gira el botellín hasta dar
con la etiqueta.
-¿Sin alcohol?
-¿No te parece que anoche bebiste
suficiente? No te quejes tanto. Eres mi cuñado y vamos a averiguar si eres un
hijo de puta que anoche se burló de mi hermana.
-Te he dicho que te lo podía
explicar.
-Pues
ya estás tardando.
Joaquín se pone en pie.
-El caso es que, todo empezó por la
tarde. Ayer, como todos los viernes a las ocho de la tarde, fui a la tetería
esta… la que antes era una cafetería y ahora lo han puesto así con más rollo
árabe y se supone que es una tetería
porque tienen cachimbas y una carta de té variada y uno se tiene que sentar en
el suelo, aunque todavía tienen algunas mesas con sillas… En fin, lo típico
pero en la que los camareros son mas españoles que tú y que yo y lo mismo te
venden un té moruno que una copa de whisky .
-Un buen Juanito Caminante me tomaba
yo ahora, veo que me va a hacer falta porque te gusta más un rodeo… Ve un poco
al grano que si no llega el día de la boda y todavía me estás contando tu
historia. – dice Andrés mientras se tumba un poco y deja la cerveza en el
suelo.
-Es que si no te explico los detalles
no me vas a entender. ¡No corras tanto hombre! Bueno, pues eso que fui como
todos los viernes a la tetería esa dónde quedamos algunos compañeros del curso
ese que hice de relatos.
-Líbano.
-¿Qué? No, era el Curso de Creación
Literaria de la Escuela de Escritores.
-La tetería, joder, que se llama
Líbano. Antes se llamaba “el bar de Rosa” y cuando cambiaron de dueños y le
dieron el rollo árabe en plan tetería le pusieron “Líbano”.
-Ah, vale, pues eso… Total, que llego
y como siempre cogemos un par de mesas de las pocas que quedan, las juntamos,
nos sentamos alrededor y nos pedimos algo de beber cada uno y luego un par de
bandejas de pastelitos árabes variados.
Andrés se levanta de la butaca.
-Si me vas a contar hasta lo que
comisteis mejor me voy por algo para acompañar la cerveza.
Joaquín se vuelve a sentar en la
butaca, pone su cerveza en el suelo y de nuevo se saca un pañuelo del bolsillo,
escupe en él y se restriega el zapato que sigue sucio.
Joaquín vuelve con un bote de
aceitunas y un paquete de patatas fritas.
-¿Otra vez con el maldito zapato? Tú
estás mal…
-¿No has traído un plato o algo para
echar las aceitunas?- le dice Joaquín guardando rápidamente el pañuelo.
-No he podido. Estaba en la cocina
cogiendo las cosas cuando he escuchado a dos mujeres cuchichear. Me he asomado
al salón sigilosamente y he visto que había llegado mi hermana. Ella no me ha
visto. Es mejor que raje un rato con mi mujer, a ver si consigue calmarla. Pero
me he tenido que ir rápido sin hacer ruido para que no se diera cuenta de que
estoy en casa y pregunte qué hago en el jardín.
-¿Y si voy a hablar con ella?
-No lo estropees más…
Andrés se sienta en la butaca, pone
la cerveza y el paquete de patatas en el suelo y el bote de aceitunas entre las
rodillas. Lo abre trabajosamente y saca algunas aceitunas que echa en la
tapadera. Luego se saca un par de servilletas del bolsillo y le da una a
Joaquín.
-Ahí vas a tener que echar los huesos
porque es lo único que podía meterme en el bolsillo. ¡No tengo cuatro manos!
-Vale.
-Venga, sigue contando.
-Ya no sé ni por dónde iba. Ah, sí.
Estamos en la mesa tan tranquilos tomando algo y llega el turno de leer los
relatos que cada uno ha escrito. Quedamos así, cada viernes todos tenemos que
llevar un relato y no nos vamos de allí hasta que no se hayan leído y comentado
los de todos. Ayer me tocaba empezar a mí. Escribí un relato de un tío que
estaba harto de su mujer y le hacía perrerías para cansarla y que lo
abandonara. Parece una gilipollez pero es un buen relato, un día te lo voy a
dejar para que lo leas.
-A mí es que lo de leer…se me olvidó
cuando salí de la facultad. Y estudié matemáticas porque creí que ahí se me
acabarían las letras, pero me equivoqué. – dice Andrés metiendo los dedos en el
bote de aceitunas para coger una aceituna bien gorda.
-¿Por qué no las coges de las que has
sacado en la tapadera?
-Bah, la tapadera para ti que eres un
“finolis”. Yo me apaño con el bote aunque me manche las manos de salmuera. No
me voy a morir por eso. Sigue
contándome.
-Tu allá. Bueno, a lo que iba,
empiezo a leer el relato y se hace el silencio. Todos se ponen a escucharme
atentamente, vamos como siempre. Total, que llego a mi parte favorita del
relato y como me la sabía de memoria, dejo el papel en la mesa y empiezo a
decir lo que tocaba intentando poner la voz grave y mirando a los ojos a todos
para ver que cara ponían. Yo, emocionadísimo porque me parece que esa escena del
relato es la leche, a mí me gusta mucho, vaya que empiezo… “Karina va ascendiendo por un muslo suave y
prieto. Surca la ingle sin adentrarse en el monte Venus para seguir
subiendo luego poco a poco esquivando el hoyuelo del ombligo. Entonces Karina se encuentra frente a dos
hermosos montes, titubea unos segundos, está indecisa, no sabe si escalar uno o
tomar un atajo por el camino angosto que hay entre ellos. Prefiere escalar,
corona la cima y desciende luego poco a poco. Llega a un llano desde donde
observa a lo lejos una boca entreabierta, se estremece, sus patas se mueven
inquietas sin avanzar, ya tiene un objetivo, adentrarse en esa humedad." Y cuando termino de decir esto, va
el capullo de Josema y salta ; “ Todo
este rollo para decir que le puso la araña en el coño y le subió por las tetas y luego se le metió en la boca”
Mira, te juro que en ese momento le hubiera dado un puñetazo en toda la boca…
-¿No le vas a dar ni un trago a la
cerveza? Así se te va a quedar la boca seca y me vas a dejar con la intriga a
mitad del cuento.
-Tio es que a mí esta mierda no me
gusta. Sin alcohol es cerveza para tías.
-Sí muy “hombretón” estás tu
últimamente.
-Joder, no te pases.
-Sigue, anda.
-Vale, lo que te iba diciendo… El
capullo de Josema me tiene harto. ¿Te he contado quien es Josema? Vamos, un
gilipollas que estuvo en mi curso que siempre se creía mucho pero que escribía
unos relatos de mierda y que ahora se entretiene criticando todo lo que
escribimos los demás, cuando él la mitad de los viernes ni trae nada escrito,
pone cualquier excusa y tan tranquilo. Y mejor que no lo traiga porque cuando
los trae siempre es de lo mismo de tios follando, de un viejo que se tira a la
sobrina, de sadomasoquismo… Tío, ¡sadomasoquismo! ¿Tú te crees que eso pega en
una reunión de gente formal escribiendo cosas formales? Y es que encima, ayer
cuando dijo eso me cortó el rollo. Pero no contento con eso salta y dice que mi
relato es mejor ni terminarlo de leer porque yo que soy un blandengue no puedo
escribir cosas de un tío que le hace putadas a una mujer. Que sí, “que al pan pan y al vino vino”, que si,
“tú solo sirves para escribir milongas
pastelosas” y que si “no te metas en
fregaos de los que no tienes idea”.
-¿Todo eso te dijo? ¿Delante de
todos?
-Sí, delante de todos como para
ponerme en ridículo. Es que parece que disfruta con eso. Y mira que cada
viernes hace lo mismo con alguno pero es que a mí parece que me tiene un odio
personal.
>> Oye, ¿No vas a abrir las
patatas?
-Luego, total tú ahora no tienes con
qué pasarlas porque no quieres beberte la cerveza y yo ahora no te voy a la
cocina a por otra que como me vea mi hermana se te acaba el estar aquí y el
poderte explicar porque ella no te quiere ni oír. Anda, sigue, que nos dan las
tantas.
-En fin. Que yo estaba ya calentito
de tiempo atrás y ayer ya me tocó la moral mucho. El tío ahí con la cara bien
dura diciéndome lo que le daba la gana y yo intentando no liarla porque claro
iba a crear mal rollo en el grupo. Aunque les cae mal a todos, pero nadie dice
nada. Todos se callan y luego soy yo el que tengo fama de blando, de que soy
muy correcto…pero nadie da la cara a la hora de la verdad.
>> Al principio yo intenté defenderme
como si no le diera mucha importancia a lo que decía. Le dije que eso no era
verdad, que yo podía escribir de lo que me diera la gana y que eso no depende
de mi personalidad, que como uno escriba depende de la buena pluma que uno
tenga. Y, ¿Para qué diría yo eso? Ahora empezó con su risita de gilipollas y su
tonito de imbécil a decir, “No, si pluma
tienes tú bastante, eso ya lo sabemos todos”.
-Vamos que ese, te tiene ganas. ¿Y tú
que dijiste? – dice Andrés escupiendo un hueso aceituna en su servilleta.
-¿Yo? Yo no sé ni como no le dí en
ese instante el puñetazo que llevaba tiempo queriéndole dar. Le dije que a lo
mejor era él el que no sabía escribir mas que las cuatro cosas que él hacía y
que siendo así no me extrañaba que escribiera relatos de mierda siempre sobre
lo mismo. Y entonces va y dice, “¿Cómo que sobre lo mismo?, ¿Qué es lo
mismo? Te da hasta vergüenza decirlo, eres una nenaza. Dilo coño, de pollas y
de follar de eso escribo siempre porque tengo una polla y porque follo”
-¿Dijo eso?
-¿Eso? ¡Eso no es nada! El tío
seguía. Mira, yo me levanté ya dispuesto a darle lo que se merecía y el seguía.
Salta, “Ah no, que tú no follas, que tú
haces el amo-ooor” Y no fue hasta ese instante que uno del grupo dijo “Tío, no te pases” y le puso la mano en
el pecho como queriendo calmarlo. Vamos, tuvieron que esperar a que el tío se
explayara y todos mudos sin decir nada. Vamos, te digo una cosa, ayer me di cuenta
de que Josema es un capullo y un gilipollas, bueno eso ya lo sabía, pero el
resto es una panda de idiotas que solo son muy gallitos en las historias
fantásticas que escriben porque en la vida real son unos cagados. Pero es que
encima, seguía, y yo no me lo podía creer, yo creo que vino fumado o algo, pues
no que va y dice “Claro, tú no puedes
hacer otra cosa que el amor con esa novia flacucha que tienes, tiene una cara
de frígida… Seguro que a esa no la pones tú tan fácilmente a cuatro patas”
Pero es que lo decía riéndose a carcajadas el muy capullo.
-¿Qué dijo eso de mi hermana? ¿Y no
le partiste la boca? – Dice Andrés poniéndose en pie.
-No, la boca no se la partí, lo que
hice fue ponerle un ojo morado. Y ¿Sabes qué? Que no me quedé a gusto tío, que
me entraron unas ganas de seguir reventándole la cara y si no llega a ser
porque varios del grupo me cogieron los brazos... Lo hubiera matado, te juro que lo
hubiera matado, porque el tío en el suelo (es que cuando le di el puñetazo
estaba sentado y se cayó de la silla) seguía riéndose. En serio, o está loco o
iba drogado. O como le va el rollo sadomasoquista vete a saber…
-No sí… A ese tío me lo cruzo yo por
la calle y si tú le has puesto un ojo morado yo le pongo el otro para que vaya
parejo. – dice Andrés sentándose de nuevo en la butaca.
-No verás, si yo le puse los dos ojos
morados.
-¿Le diste dos puñetazos de seguido
uno en cada ojo?
-No, el otro puñetazo fue luego y se
lo di en otro ojo porque no vaya a ser que dos en el mismo lo dejaran ciego y
tampoco me voy a meter en líos ahora a dos semanas de la boda por un capullo.
-Pero te metiste en líos, porque si
te hubieras ido de ahí derechito para casa mi hermana ahora no estaría
llorándole las penas a mi mujer.
-Es que la cosa no acabó ahí.
-Joder pues, esto va para largo por
lo que veo y yo ya me he acabado la cerveza, me estoy meando y tengo que ir a
por otro botellín para pasar las patatas porque si no, no hay manera. Voy a
intentar que no me vean. Tú quédate aquí. O mejor, ¿Quieres ir y decirle a
Carla que estás aquí y hablar con ella?
-¿No decías que si intentaba hablar
ahora con ella sería peor?
-Sí, pero no sé, si se lo cuentas
como me lo estás contando a mí te comprenderá. ¿O es que luego hiciste alguna
estupidez?
-No. Bueno… Pero yo prefiero contarte
la historia a ti ahora que estoy viendo que puedo hacerlo.
-¿Qué? ¿A qué te refieres con “que
puedo hacerlo”?
-Eh… nada, que puedo contarte la
historia bien.
-¿Bien? A ver si me estás engañando,
para no admitir que te burlaste de mi hermana. Como sea eso cuñadito al final
el que va a salir de aquí con un ojo morado vas a ser tú.
-Qué no, joder. Anda ve y tráeme una
cerveza de verdad. Y llévate los huesos y el tarro este de aceitunas, no me los
dejes aquí a mí.
-El señorito está en mi casa y se
pone a mandarme. ¡La confianza da asco!
-Hombre no es eso…
-Qué era broma, tío. Ahora vengo.
Joaquín se sienta en la tumbona, mira
el zapato que sigue sucio. Se saca el pañuelo lo mira y se lo vuelve a meter en
el bolsillo. Se levanta de la tumbona, sale de la zona adosada del pequeño
techado y llega hasta el césped. Da un par de pasos y restriega la punta de
zapato sucio sobre el césped. El barro no se va. Luego restriega la punta del
zapato limpio pero éste se llena de hierba.
Está así un par de minutos hasta que
vuelve a la tumbona y se sienta de nuevo.
Andrés llega cinco minutos después.
-Sí que has tardado.
-Tío, ni diez minutos.
-¿Me has traído la cerveza?
-Sí, porque la vas a necesitar.
-¿Y eso? ¿Para contarte el final de
la historia?
-No. Para la que se te viene encima.
-¿Por qué?
-Carla y María estaban tan a lo suyo
hablando que he podido sacar las cosas de la cocina haciendo ruido y luego
cruzar para ir al baño sin que me vieran. Y desde el baño las he escuchado
hablar. Carla ha llamado al a costurera y le ha dicho que deje parado el
arreglo del traje. Y María no paraba de decirle “¿Tú estás segura, Carla?”, “No te precipites”.
-Lo sabía. Tu hermana tiene mucho
carácter. Sabía que esta no me la iba a perdonar.
-Bueno, ¿Vas a ir a hablar con ella?
-No, ahora no. Cuando termine de
contarte todo voy.
-Como quieras. He traído otro paquete
de patatas porque me parece que es lo que vamos a comer hoy. Mira que María y
yo habíamos comprado un montón de carne para estrenar la barbacoa… y ahora la
tenemos ahí descongelándose en el fregadero.
-Joder, lo siento.
-Otra vez, que no te disculpes
conmigo, discúlpate con mi hermana. Y a ver si así para la noche podemos hacer
al menos la barbacoa porque yo creo que voy a estar muriéndome de hambre.
Cuando pienso en las costillas, y las chistorras…
-Yo en verdad, no tengo ni hambre
ahora.
-Pues come patatas con la cerveza
porque con la cara de resaca que me traes no me da la gana que te pongas a
beber cerveza a palo seco para que te de algo y entonces sí que vamos a tener
la fiesta montada.
-¿De qué son?
-¿Las patatas? Estas de jamón, las de
antes de nada, al punto de sal o que se yo, las de toda la vida.
-Carla siempre las compra de sabores,
que si campesinas, que si con sabor a beicon y queso,…
-Sí, mi hermana es muy “exquisita” y
tú también. Pero hoy te vas a conformar con las de jamón y venga, sigue
contando. Me decías que le tuviste que poner un ojo morado al tío ese.
-Sí y que no seguí porque me pararon
algunos compañeros.
-Sí, habría que verlo.
-¿Qué pasa que lo dudas?
-Tranquilo, hombre. Tú sigue.
-Total, el tío estaba ahí riéndose en
el suelo y casi parecía yo mas gilipollas que él con su ojo morado. Y además ni
se defendía ni nada. Los del curso al ver que ninguno de los dos parecíamos
tener intención de seguir peleando, se fueron yendo disimuladamente y yo lo
flipaba porque algunas de las chicas se acercaron a Josema para ver qué tan feo
era el moratón del ojo, por si se había hecho daño, que tenía mala pinta
decían. Y una, Sandra ( que esa es otra que tal baila, ya te hablaré de ella
algún día) va y me dice, “Te has pasado
tío. Tu sabes que Josema se pierde por la boca pero de ahí a ponerle un ojo
morado…”
Y se va tan pancha, como si me
acabara de dar una lección de moralidad.
-¿En tu grupo ese están todos locos,
no? –dice Andrés sentándose en una butaca.-Siéntate tú también y deja de estar
todo el día de pie que ya no vas a crecer más.
-Es que, me enciendo recordando estas
cosas. –dice Joaquín y se sienta.
Joaquín y Andrés se quedan unos
segundos en silencio. Andrés agarra su paquete de patatas y lo abre
ruidosamente. Pega un trago a la cerveza y come algunas patatas.
-La verdad es que estas patatas no
saben a nada.
-¿Quieres mejor las de jamón?
-No, te he dicho que esas son para
ti.
Joaquín abre el paquete de patatas,
se come algunas y después da un trago largo a la cerveza.
-¿Ves tú? Esto ya es otra cosa.
-Cuánto me alegro por ti Joaquín, de
verdad que sí, pero… ¿Quieres dejar ya de dar rodeos y decirme que cojones
hiciste anoche?
-Voy. ¡Impaciente! Pues eso, se
fueron todos los del curso y allí nos quedamos Josema y yo. Josema estuvo por
lo menos diez minutos en el suelo haciendo el paripé y cuando ya todos se
habían ido, se levantó, se sentó como si nada otra vez y me dice. “No te enfades, churrita”
-¿Qué?
-¡Como lo oyes! Se ve que tenía ganas
de guasa todavía. Y yo con ganas de cargármelo y aguantándome.
Así que cogí y me volví para la
puerta ya para irme. Entonces me grita. “No
en serio, no te enfades. Yo lo que digo es que eres tan buenazo que no eres
capaz de hacer nada malo. Pero es más, no solo no eres capaz de hacerlo sino
que no eres capaz de escribirlo.” Yo tendría que haberme enfadado más o no
echarle cuenta pero lo dijo con un tono así suavón y no sé por qué cogí y me
senté de nuevo a la mesa con él.
-Tú tienes unos cojones…
-No, a ver, entiéndeme… En parte
entendía lo que me estaba queriendo decir. O por lo menos veía venir por dónde
iba.
-¿Y lo que dijo de mi hermana? ¿Eso
no te importa?
-Ya, sí pero lo dijo para picarme. Él
ni sabe cómo es Carla, la vería en una foto que les enseñé un día al grupo
cuando les dije que me casaba pero poco más. En verdad, los del grupo es que
solo quedamos los viernes para eso leer nuestros relatos, sabemos muy poco de
la vida privada de los que nos reunimos y tampoco nos importa. No somos
amigos, quedamos para tomar algo con esta excusa pero no quedamos un día si no
hay un relato de por medio. ¿Tú me entiendes?
-Sí, pero dijo no se qué de que no
podías poner a cuatro patas a mi hermana… Y eso es para reventarle la boca.-
dice Andrés dando un trago a su cerveza.
-Ya, y no te digo que no, pero que no
lo hizo por meterse con ella, era para que yo saltara. Yo lo sé porque me estuvo
diciendo que es que él solo quería explicarme que tenía que escribir relatos
sobre mi vida porque yo no resulto creíble en otros contextos. Yo le decía que
eso era una tontería que los escritores escriben de robos, violaciones,
asesinatos y mil historias más que no les ocurren a ellos por no hablar de los
que escriben ciencia ficción y que eso nada tenía que ver. Sin embargo el
seguía empeñado en que no, que yo ya puestos no sabía ni mentir, que era demasiado
tradicional y que por eso había elegido a una mujer cristiana católica de las
de antes.
-¿No decías que no conocía a Carla?
-Ya bueno, se lo imaginaría. El caso
es que me dijo que yo había elegido a una mujer así para llevar una vida a la
antigua usanza, y crear una familia, tener hijos e ir de barbacoa los fines de
semana.
-¿Dijo barbacoa? ¿Y no te conoce? A
mí este tío me parece un psicópata.
-No, tampoco es eso. El caso es que
el gilipollas seguía ahí dándome el discursito como si yo fuera un beato o algo
no sé... Me trataba como a un mojigato, ponía hasta la voz suavona apropósito.
Yo no soy tonto. Me dijo, “tú en tu vida diaria ¿mientes?” y yo le dije “alguna
vez, si me ha hecho falta, sí” y me dice otra vez con voz chulesca “no
te lo crees ni tú, tu eres de los que cree que mentir está mal, por eso te vas
a casar con una mujer tan pura para llevar una vida muy pura y que todo sea
idílico en un mundo de rosa como en las novelas que ven las tias” y ahí yo le dije que no tenía ni idea de
lo que estaba hablando, que mi novia no era tan pura y que yo con ella follaba
y casi todos los días.
-¿Qué le dijiste qué? Mi hermana
tiene razón. ¡Eres un cabrón!
-Tampoco te enfades tío, es una cosa
normal, no le conté intimidades. Es que el gilipollas ese me lió. Tenías que
verlo, seguía ahí tan tranquilo diciéndome que yo era incapaz de mentir, que no
servía, y que si algún día lo intentaba no iba a colar, que mi cara era un
espejo y que igual que mi cara era un espejo mis relatos también lo eran y que
fuera a comprarle flores a mi noviecita porque esa iba a ser mi vida de ahora
en adelante, hacerle la pelota a una mujer para tenerla contenta y que no me
dejara porque yo sabía que era tan soso que no iba a ser capaz nunca de
encontrar a otra palurda que me aguantara. Y dijo palurda eh, como lo oyes. Y
que cuando me casara eso de hacer el amor se me iba a acabar, que mi noviecita,
(también decía noviecita con toda la guasa) solo me iba a dejar que la tocara
los domingos y por obligación marital no por gusto.
-Vamos a ver, vamos a ver...
Andrés coge su cerveza y su bolsa
vacía de patatas y de igual modo le quita de un zarpazo la cerveza y el paquete
de patatas a Joaquín para llevarlo todo a una mesa que les queda cerca. Empieza
a caminar de un lado a otro.
-¿Sigo contándote?- le dice Joaquín.
Andrés no contesta. Se arremanga los
puños de la camisa que lleva y se abre un botón más de ésta.
-¿Me quieres decir qué mas te daban a
ti las estupideces que dijera el tío ese y por qué te quedaste con él allí?
-Te lo estoy explicando, espérate. Yo le dije que yo si que podía mentir y nadie
se daría cuenta, que yo podía contarle cualquier historia inventada a alguien y
que me creyera, que era bueno para eso porque los escritores son buenos para
inventar y que a parte, como todo ser humano podía ser muy bueno si, pero
también era capaz de hacer cosas detestables. Ahí fue cuando él me dijo, “te
voy a llevar a un sitio para ver si es verdad” y entonces salimos de la
tetería, cogimos mi coche porque me temía que él con el ojo morado no iba a ver
la carretera y fui hasta dónde me dijo. Acabamos en el local ese de las luces
que hay a las afueras del pueblo.
-¿Me estás diciendo que fuiste a un
club de alterne?
Andes levanta por el brazo a Joaquín
y lo aparta de la butaca.
-Espera, espera que no te lo he
contado todo. Yo cuando vi dónde estábamos claro le dije que yo ahí no entraba
y me dijo que ahí podíamos tomar una copa, que servían un buen whisky.
-Sí, y yo voy a MC DONAL a por una
ensalada. Pero … ¿Me estás tomando el pelo?
-Ya falta poco, escúchame al menos
hasta el final. En fin, entramos y es verdad que aquello por dentro era lo que
se supone que es.
-¿No me digas?
-Y eso, no nos pedimos dos whiskys y
no nos dio tiempo a que nos trajeran la copa que ya teníamos al lado a dos
morenas... En verdad allí dentro estaba todo tan oscuro, como en una discoteca
casi, así que yo no sé ni si estaban buenas realmente, pero un buen par tenían
las dos.
-¿Te tiraste a una puta?
-Espera Andrés, a eso voy. Yo estaba cohibido, ese no es mi ambiente, tú
lo sabes pero Josema estaba en su salsa el tío tonteando con las dos
metiéndoles billetes en las tangas como si fueran bailarinas pero estas no se
movieron solo manoseaban. A mí la mía (porque cada una se fue para uno de los
dos) me puso la mano en la entrepierna y...
-Joaquín, hijo de puta, dame un buen
motivo para no partirte la cara aquí mismo.
Joaquín se retira un poco de Andrés y
después otro poco más. Sigue andando hasta el césped y ahí se queda quieto, con
los pies anclados en el suelo pero balanceando el cuerpo.
-Pues que no sabes el final de la
historia y no vas a pegarme hasta que no lo sepas, Andrés. Además, porque sabes
que no soy un mal tío. Espera, te cuento, resulta que Josema me dijo, “¿no
que eras capaz de hacer cosas detestables?, pues ahí lo tienes, yo voy a
follarme a esta puta y tú verás lo que haces con la tuya” y se fue sin más
a follársela.
-¿Y tú que hiciste? -dice Andrés
acercándose a Joaquín.
-¿Qué iba a hacer? Pues me la follé,
a la mía digo. Pero no me gustó nada eh.
Andrés traga saliva y luego le
propina un puñetazo en la boca a Joaquín. Joaquín cae de bruces contra el suelo
por la fuerza del impacto. De la boca le sale un hilo de sangre. Joaquín se
toca con la mano la boca y se llena los dedos con su propia sangre, entonces sonríe.
-¿Te lo has creído? Sí, sí. ¡Te lo
has creído! Se lo dije al gilipollas ese, “puedo mentirle a cualquiera sobre
cualquier cosa” es más, me aposté 100 euros con él. Menos mal que me has
pegado, ahora cuando me vea con el labio partido, porque yo creo que me has
partido el labio...¡Dios qué bueno! Cuando me vea con el labio partido me va a
tener que creer.
-Yo creo Joaquín, que para que te
crea vas a tener que enseñarle otra cosa.
-¿El qué?
Andrés aprieta el puño y vuelve a
pegarle otro puñetazo a Joaquín pero esta vez en un ojo.
-¿Qué haces, tío?
-Que me lo he inventado, te lo estoy
diciendo. En verdad cuando me dijo eso le dije que me importaba una mierda lo
que él pensara y que yo me iba, que se las apañara luego para volver aunque
fuera haciendo autoestop y él empezó a zarandearme gritándome, “¡nenaza!,
¡maricona!” y fue ahí cuando me volví a calentar y le di un puñetazo en el
ojo que le quedaba bueno. Aunque sí que es verdad que pese a todo el tío se fue
a follarse a su puta como si nada.
-Mi hermana dice que llegaste a casa
a las cuatro de la mañana, apestando a perfume barato, con carmín en el cuello
de la camisa y con un botón menos. ¿Cómo explicas eso?
-A ver, a ver – dice Joaquín
incorporándose del suelo y tapándose con la mano que no está ensangrentada el
ojo dolorido.- Apestaba a perfume porque la puta se me restregó y si tenía
carmín sería de ella también, es que tú no sabes cómo son en esos lugares, no
se te acercan para charlar un rato, ya me entiendes... Y lo del botón sería
cuando me zarandeó Josema, es que tiene mucha fuerza después de todo y uñas de
mujer. ¡Si hasta me arañó en el forcejeo!
Joaquín se abre unos botones de la
camisa que lleva mostrando un gran arañazo que le cruza el pecho.
Andrés se le acerca y otra vez lo
coge por un brazo hasta levantarlo.
-¿Y llegas a las cuatro de la mañana?
Además, joder que tienes una cara de resaca que no puedes con ella, ¿Todo por
un whisky?
-Sí, se que eso es lo más increíble
pero cuando salí de allí me di cuenta de que había bebido, una copa de whisky
nada más, en serio que no, pero eso ya me daba positivo en un control de
alcoholemia. Entonces me metí dentro del coche a esperar una hora o dos para
que se me bajara. Estando esperando pensé en Josema borracho, porque yo sabía
que iba a seguir bebiendo hasta que el
cuerpo le aguantase y me sentí en parte responsable porque yo había aceptado
venir. Así que cuando pasó el tiempo suficiente para que se me bajara el
alcohol seguí esperando hasta que lo vi salir, lo monté en mi coche y lo llevé
a su casa. Y ni las gracias me dio. El tío iba con la bragueta abierta, la
camisa sacada, daba vergüenza ajena.. Creo que hoy ni recordará nada de lo que
pasó anoche.
-¿Sabes lo que pienso? No eres un
cabrón como dice mi hermana, que va, eres un hijo de puta bien grande.
-Pero si te he dicho que no pasó
nada, que lo de que me follé a la puta era mentira.
-No si, el gilipollas ese tenía
razón... No sabes mentir y solo eres capaz de escribir sobre lo que vives o
haces. Y eso del cuento ese de un tío que le hace la vida imposible a su mujer
para que ésta lo deje, es lo que estás haciendo tú.
-Eso no es verdad Andrés, tienes que
creerme.
-Mi hermana si que es estúpida la
pobre. Se piensa que te enrollaste con alguna compañera del curso. Ella no
piensa ni que te la tiraras y mucho menos se imagina que fue una puta.
Simplemente no se le ha pasado por la cabeza porque no te ve capaz. Es más, yo
hasta hace un rato tampoco te veía capaz. Si lo llego a saber te hubiera
reventado la cara nada más poner un pie en mi casa.
-Andrés, te lo juro, yo quiero a tu
hermana y me quiero casar con ella, no sé por qué dices eso. Tienes que
ayudarme a que me perdone, si tú no me ayudas ella no me va a creer. Tú sabes
que yo no soy un mal tío.
-¡Piérdete de mi vista, hijo de puta!
Seré yo el que hable con Carla, de mi hermana no te vas a reír pedazo de
imbécil. Eso sí, prefiero que la inocente piense que te tiraste a una puta
porque eres un cabrón, a que sepa la verdad, que te tiraste a una puta porque
eres un cobarde que no tienes los cojones para cortar con ella dos semanas
antes de la boda.
-Pero Andrés...fue una tontería.
-¡Vete ahora mismo o te reviento!
Joaquín se da media vuelta y sale de
la casa de Andrés. Tiene aparcado el
coche una calle mas atrás. Se monta y deja caer la cabeza sobre el volante.
Permanece ahí unos minutos. Busca en la guantera una cajetilla de cigarros y un
mechero. Se enciende un cigarrillo y lo fuma. Las cenizas del cigarrillo le
caen por el pantalón, se sacude y estas terminan en los pies ensuciando los
zapatos. Con el cigarro a medio fumar arranca y se va su casa.
Cuando llega a casa busca en la
cocina una bolsa de basura y se va a la habitación. La cama está sin hacer y
encima se encuentran sus pantalones de ayer y la camisa con un botón menos y
manchada de carmín. Los recoge y los
mete en la bolsa de basura. Después, se quita los zapatos que lleva y los mete
también en la bolsa de basura. Cierra la bolsa con un nudo y encima le hace
otro y luego otro.
Abre el armario y de la parte mas alta saca una
maleta grande de color verde que pone sobre la cama. Se agacha y coge de la
parte mas baja unos zapatos. Se los pone. Se sienta en la cama, respira
profundo y se vuelve a levantar. Abre de par en par las dos puertas del armario
y saca un poco todos los cajones. Empieza a meter en la maleta camisas,
pantalones…
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