5º RELATO Ana Mª Alvarez Hospital
Cuando Ana tenía diez años, tuvo que ingresar en el hospital. Unos días antes, se había empezado a quejar de dolor abdominal. Los padres al principio pensaron que era porque había asistido a una fiesta de cumpleaños, y se había atracado de dulces. Como el dolor no se le quitaba, la llevaron al médico de urgencias. Este la examinó, y apenas dió importancia al dolor. Le prescribió ayunas 12 horas y les dijo que si no mejoraba, volvieran de nuevo al hospital
El dolor continuaba cada vez con mas intensidad Sus padres la volvieron a llevar al doctor. Les dijo, que Ana tenía que ingresar porque necesitaba hacerle unas pruebas. Era posible además, que la tuvieran que operar.
Ana. era una niña delgada, de ojos claros Su pelo era rubio, liso y tan largo , que le llegaba casi hasta la cintura, Llevaba en la cabeza, una diadema de terciopelo de color celeste –hacía juego con sus ojos- , para que la melena no se le fuera hacía los ojos.
La madre le pregunto con cariño,
- Ana ¿Quieres que se te quite el dolor?
- Si, por favor, dijo la niña llorando
- Pues… ¿Sabes que digo? Que el médico piensa que para que se te quite del todo, tienes que ingresar.
Al principio se negó en rotundo,
- No mamá Yo no quiero ingresar .
Tras un leve forcejeo por parte de la madre, esta pudo convencerla
- Piensa que sino ingresas, no se te puede quitar el dolores. Es la única forma de que desaparezca
- ¿Cuánto tiempo que estar ingresada?
- No lo sé. En cuanto estés mejor, te darán de alta.
- ¿No me pueden dar una medicina para que se me quite el dolor en mi casa?
- Imposible, le contesto la madre. Es necesario que ingreses. Además también te tienen que hacer unas pruebas
- Explícamelo mejor mamá. ¿Qué me van a hacer?
- El doctor todavía no sabe lo que tienes. Tienen que averiguarlo. De momento, como vomitas todo lo que tomas y no puedes beber ni agua, te van a poner un suero para hidratarte y una medicación a través de la vena . Ya verás como mejoras muy pronto.
Llegaron a la planta donde tenía que ingresar, Ana estaba ya más tranquila. Al abrir la puerta lo primero que vió, fueron unas pisadas de niño en el suelo, Estaban pintadas de color rojo. Era la señalización para llegar a la sala de juegos. Eso le gustó a Ana.
Una vez dentro, la planta le pareció bonita y alegre. Las pareces eran de color azul claro y en la parte de arriba, cerca del techo, había una zócalo grande en el que estaban pintados pájaros y de plantas de distintos tipos, tamaños y colores.
La enfermera que la recibió, la llevó a la sala de juegos, situada al fondo del pasillo Parecía redonda, pero era de forma octogonal. La parte inferior de la pared era de azulejos a rayas blancas y azules, que le recordaban los dibujos de cerámica de la plaza de España de Sevilla, a donde ella iba a jugar con frecuencia.
En la sala había unas mesas bajitas, con sillas pequeñas alrededor. En ellas estaban sentados unos niños que hacían trabajos manuales dirigidos por la maestra. Encima de las mesas había lápices y pinturas de colores, tijeras, cartulinas, papel de espuma, palillos de dientes, y mucho material de marquetería
La maestra fue muy agradable con ella, La enseñó las pequeñas casetas de feria que estaban haciendo Le explico que dependiendo de la época del año, cambiaban los trabajos que hacían. En Semana Santa: pasos del Señor y de la Virgen. En Navidad pintaban las figuras del nacimiento etc .
Se rió mucho, cuando la maestra la sorprendió con un peluche que se metió en el brazo derecho , a modo de guante Le presentó entonces a “Mapache”. Divertida accionaba con mucha habilidad los dedos e intentaba hacer creer Ana, que Mapache”. la quería morder. Después la maestra le preguntó
- ¿A qué es a lo que más te gusta jugar?
- Me gustan los juegos de ordenador. Respondió
La maestra la tomó de la mano y se dirigió con ella hacia la zona de los ordenadores Le enseñó como podía utilizarlos
Ana se puso muy contenta
- ¿Puedo venir a jugar cuando quiera? Preguntó
- Por supuesto, siempre que te deje el médico
¡Que bien ! Respondió
- También me gusta leer. ¿Tienes cuentos ?
- Todos los que quieras. Tengo un armario lleno. Puedes elegir los que mas te gusten
Poco a poco Ana iba encajando mejor del tema del ingreso. Fue entonces cuando la llevaron a su habitación
Las paredes estaban decoradas con dibujos alegres. Los ventanales eran muy amplios. A través de ellos se veía el jardín que rodeaba al hospital y se veían todas las personas que pasaban por allí. También se podían ver los coches, y un poco más a lo lejos el tren. Además desde fuera no se podía ver nada hacia dentro. Todo eso era divertido.
La situación cambió cuando tuvo que ponerse un pijama que no era suyo. Se acordó entonces de su cama y de las sábanas con dibujitos de colores que le ponía su madre. No tenía los juguetes de su habitación con los que tanto se entretenía. Lo peor de todo, era que tenía que compartir la habitación con otro niño mucho más pequeño que ella, que no conocía, Parecía que debía ser de la edad de su hermano Santiago. Se preguntó si por la noche lloraría tanto como él. También le dio pena, estar alejada de sus hermanos y de sus amigos y no poder jugar con ellos. No podría ir al colegio Ella era buena estudiante y no quería perder las clases. La ilusionaba sacar buenas notas
Se preguntaba .¿Podrían sus padres acompañarla durante todo el tiempo que permaneciera ingresada? La enfermera le había dicho que sí, pero a ella le asaltaba la idea de la posible separación. Por otra parte le daban pánico las batas blancas, y tenía un miedo atroz a las inyecciones,
- Mamá ¿Me tienen que pinchar? Preguntaba. Yo no quiero que me pinchen.
- Sí hija, No tienen mas remedio Te tienen que pinchar para que te pongas buena. Pero me ha dicho la enfermera que lo harán con una aguja muy fina. Solo te va a doler un poquito.
Apenas sitió el dolor de la aguja. La enfermera, buena conocedora de la psicología de los niños, antes de pincharla charló un rato con ella. También le explicó que le dejaría la aguja dentro de la vena, conectada a un tubo de goma transparente, y este a su vez a un bote grande con un líquido también transparente, que se enganchaba a un palo alto de goteo. La insistió en que eso no le iba a doler y le dijo que el líquido, era un suero, que había que ponerle para alimentarla mientras estaba en ayunas. Se quedó tranquila, y al poco rato se durmió profundamente.
Por la tarde, se encontraba mucho mejor. Fueron a verla los voluntarios jóvenes, que eran simpáticos y divertidos. Le preguntaron cómo se que llamaba, a que colegio iba, cuantos hermanos tenía, a que le gustaba jugar y otras muchas cosas más. Se distrajo con ellos y le dio mucha pena que se fueran
Cuando se despertó al día siguiente se sintió peor. La cabeza le daba vueltas. Estaba algo mareada. Tenía ganas de vomitar aunque no había tomado nada. El dolor de barriga le había ido en aumento
La madre preocupada, se lo comunicó al doctor. Él la exploró una vez más, y le dijo que era necesario hacerle una radiografía
Al poco rato entró en la habitación un celador que preguntó por Ana
- Soy yo. Le dijo ella . ¿ Porque preguntas por mi? ¿Qué es eso que llevas en la mano?.
- Es un vale de radiografía. Vengo para acompañarte a rayos
- ¿Tengo que ir a rayos? Dijo Ana
- Si Es para hacerte una fotografía y ver cómo estás por dentro, y así poder quitarte el dolor.
-¿Me va a doler?
- No te va doler nada.-
- ¿Seguro que no me va a doler?.
- De verdad te lo aseguro, le dijo el celador
Después de la radiografía, llevaron a Ana a su habitación.. A los pocos minutos llegó el médico. El médico le dijo a la madre que tenían que operarla de una apendicitis que no se había manifestado con claridad el día anterior Hablaban en voz baja para que la niña no se despertara ni lo oyera
Ana parecía que dormía, pero sin que ellos se dieran cuenta, Estaba muy atenta a las expresiones de sus rostros, Observó que la madre estaba preocupada pensaba:. Mientras tanto ella pensaba ¿.Que me está pasando? ¿que estarán diciendo? ¿Por qué hablan bajito para que no me entere de lo que dicen?. ¡Yo quiero enterarme!. De pronto, escuchó muy bajito una frase en boca de su madre
- Doctor ¿Cómo decírselo Ana? preguntó la madre
- Lo mejor es decirle la verdad. Es necesario operarla para que se le quite el dolor y se ponga pronto buena .
Cuando el médico se fue, la madre le dio un beso a Ana y habló con ella. La dijo que el cirujano tenía que hacerle una rajita en la tripa, para quitarle una pequeña infección que tenía en una parte del intestino que se llamaba la apéndice
- No vas a tener ningún dolor le insistió. Lo único que tienes que hacer es soplar fuerte por un globo, Así no sentirás nada. Además si tú quieres podemos llevarte a ver la sala donde te van a operar. ¿Quieres? Seguro que en dos días te pondrás buena y te irás de nuevo a casa.
- De acuerdo mamá. Dijo Ana convencida Te pude oir cuando se le preguntaste al medico
La intervención transcurrió sin problema alguno. Al día siguiente, Ana no tenía dolor y se encontraba tan bien, que le dieron de alta a pesar de que todavía llevaba los puntos que le pusieron para coser la cicatriz. Al salir, le dieron en el hospital, un diploma de honor de “Campeona”, por lo bien que se había portado. Se fue muy contenta a su casa. Contó a sus amigos y a sus hermanos, la gran aventura de los últimos días y todas las experiencias que había tenido… También les habló del buen recuerdo que a pesar de todo, le quedó del hospital
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