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viernes, 22 de junio de 2012

-Relato 9 de Julián Rabadán


Podría haber esperado que me llamaran de Egipto, podría haber esperado que me llamaran de Sudamérica o África, lo único que nunca esperé, es que me llamasen desde  Richfield, Utah, Estados Unidos. El profesor con el que hice la tesis, Javier Encinar López, me llamó por teléfono muy contento. Desde que trabajaba en  Wyoming no había hablado con él. Fue muy cortes, primero me preguntó por la familia y el trabajo, pero rápidamente pasó al tema que estaba deseando tratar: Richfield, Utah, Estados Unidos. Al parecer un lugareño había encontrado algo y su universidad lo iba a investigar. Me extrañé mucho, Javier y yo habíamos trabajado juntos, pero no entendía que pretendía él que hiciese yo allí.
–Lo mío son pirámides, jeroglíficos y cosas por el estilo ¿Para qué me necesitarás en Richfield, Utah, Estados Unidos?
“Tu ven y lo entenderás” fue su única respuesta. La verdad es que la curiosidad me pudo. La expedición de Egipto estaba parada hasta el invierno siguiente y la de Sudamérica hasta que el golpe de estado estuviese pacificado. La verdad es que no tenía nada mejor que hacer. Dejé las cosas más o menos atadas y le comenté a mi chica que estaría fuera un par de meses, a lo sumo tres. No le gustó la idea pero le recordé que entonces no se tenía que haber dejado ligar con lo de Indiana Jones cuando la conocí en aquel bar. Cuando estuvo todo listo y después de prometer a todos que hablaría con ellos por skype por lo menos dos veces a la semana pude tomar el avión que Javier me había reservado.

Siempre me choca muchísimo la forma de las ciudades y pueblos de Estados Unidos cuando voy. Hay cosas a las que no termino de acostumbrarme, las casas prefabricadas, los rascacielos enormes y negros de acero y cristal,  o que cuatro calles cruzadas con seis casas al lado de una autopista sea un pueblo. Siempre he sentido que es un país artificial, la verdad. Me recuerda demasiado a las películas, como si en cualquier momento pudieses sacar una  foto para usarla como postal. Richfield, Utah, Estados Unidos, era exactamente eso, un asentamiento humano de  unas seis calles que se cruzaban, con unas cuantas tiendas, algunos barrios residenciales con esas monísimas casas prefabricadas que salen en las películas y poco más. El conductor que me llevó desde el aeropuerto hasta Richfield, Utah, Estados Unidos era un capullo, un canadiense con cara de pavo, muy desagradable que quería que le diese propina hasta por respirar. Esa es otra cosa que me mata de los  Estados Unidos, siempre te quieren cobrar propina y varios impuestos que no están incluidos en los precios. Llegué al pueblo a última hora de la tarde y el pavo canadiense me llevó hasta el 110 Este con la 300 Norte de Richfield, Utah; donde hay un Tacotsme en el que me esperaba Javier.
– ¿Qué hacemos en Tacotsme Javier? Y lo más importante ¿Qué te he hecho para que me mandes a ese gilipollas a recogerme? ¿Sabes lo que ha sido el viaje con él?
Javier me miró y sonrió, estaba devorando un taco cuando llegué y mi comentario hizo que casi le saliese la salsa mejicana por la nariz.
– ¡Ah! Por fin has llegado, pensé que te darías más prisa la verdad. Y no te metas con el pobre hombre solo hace su trabajo.
–No sabía que su trabajo fuese ser un capullo.
–Déjalo, es solo un currito. La universidad no se cree lo que he descubierto y no estamos muy boyantes de dinero no tienes por qué volver a verlo, es solo un currito.
Le robé una patata del plato.
–OK, ¿a ver, para que me has traído a Richfield, Utah, Estados Unidos y hecho cruzar medio mundo?
Se le dibujo una sonrisa de maldad en la cara y le brillaron los ojos, yo le robé otra patata.
–Eso tendrás que verlo por ti mismo.
–OK ¿a qué hora nos vemos mañana? Y más importante ¿Dónde me voy a hospedar? Espero que tenga jacuzzi ¿Ha llegado hasta aquí el agua caliente?
Esa vez le robe tres patatas.
– ¿Mañana? Ahora mismo, y deja de una vez  mis patatas.
Ambos nos levantamos y nos montamos en su coche. El pavo canadiense nos miró con desdén, le habría hecho un gesto obsceno con la mano pero tenía que seguir viéndolo el resto del tiempo que durase el proyecto, así que solo visualicé como lo destripaba y le reventaba la cabeza contra la mierda de camioneta en la que me había torturado durante el viaje. Durante el trayecto me quedé un poco dormido, me despertó Javier al pararse el coche.
– ¿Cuánto he dormido? ¿Dónde estamos? ¿Tienes algo de beber? ¿Por qué George Lucas hizo las tres nuevas películas?
Me frote los ojos e intente ubicar donde estaba el cielo y la tierra. Estaba más cansado de lo que creía.
 –Anda despierta.
Había una enorme explanada de terreno,  sin vallar, sin luces y sin seguridad. Tardé un poco en que se me acostumbrase la vista. Cuándo Javier se dio cuenta, volvió al coche y dejó las luces encendidas. Salimos de la camioneta y fuimos hasta una explanada con un plástico enorme tendido en el suelo.
– ¿Qué se supone que hay ahí debajo?
Javier se acercó a una esquina y quitó la cubierta. Primero no entendí bien que estaba viendo, mi mente no podía asimilar aquello, era simplemente imposible no era concebible. ¿Sería una broma? Tenía que ser una broma ¿no?
– ¿Estas de coña? Si es una broma te has pasado ¿Es imposible?
Delante de mí se alzaba una construcción de piedra. La conocía perfectamente, pero era imposible que estuviese allí. Se podía ver perfectamente la parte superior de un obelisco. Además también se asomaban la parte superior de un par de estatuas colosales de unos dioses. Me acerqué para comprobar que lo que veían mis ojos no era mentira, aquello era imposible estábamos en Utah, Estados Unidos no en el valle de los reyes. Imposible era la única palabra que se repetía en mi mente, incluso cuando sentí la piedra con los dedos.
–Te dije que te merecería la pena.
Javier tenía una sonrisa de satisfacción y superioridad en el rostro, como cuando daba clase.


Los trabajos de retirada de la tierra iban muy rápido, la verdad es que salía mucho más caro que en Egipto o Sudamérica, pese a la crisis las personas de Richfield, Utah necesitaban un sueldo mucho mayor. Aun así, cuando la Universidad en la que trabajaba Javier recibió el informe en que les mandaba la confirmación de la autenticidad, el dinero comenzó a fluir con mayor rapidez. El trabajo iba  bastante avanzado, aunque nunca se esperaron encontrar el templo completo y en perfecto estado, cosa que ocurrió. Se podían ver los pilonos, el camino de esfinges… todo. No podía creérmelo. La verdad es que cuanto más avanzaban los trabajos más me sorprendía ¿Qué hacia un conjunto funerario en Richfield, Utah, Estados Unidos?  Javier estaba siempre con una sonrisa en la cara y muy emocionado frente a mi incredulidad. La verdad es que estaba deseando que quitase la tierra que obstruía la entrada al templo. Los jeroglíficos que había encontrado era otra cosa que me fascinaba, el lenguaje y la precisión pertenecían al periodo clásico lo cual era normal, era el lenguaje que los egipcios consideraban más refinado; pero existían algunos que no había visto nunca, esto me dejó más perplejo que el hecho de encontrar aquí un templo egipcio perfecto y autentico. Javier entró en mi oficina con una gran sonrisa.
–Listo.
–Listo ¿qué?
Al abrir la puerta de mi oficina pre-construida el dia me dio en los ojos y me deslumbró. Cuando se me acostumbraron los ojos vi la cara de Javier, tenía una sonrisa enorme y estaba casi eufórico.
– ¿Qué va a ser? Ya podemos entrar, están terminando de quitar la tierra de la puerta del templo. Hay una losa enorme que cae desde el quicio de la puerta. Creo que la podremos tirar con el martillo hidráulico.
–Vete quitando eso de la cabeza. En todo caso usaremos gatos hidráulicos para levantarla y fijarla.
– ¿Sabes lo que va a decir el administrador del presupuesto cuando le digas eso?
–Javier, vamos a darle un templo egipcio anterior al segundo periodo intermedio en medio de Estados Unidos ¿Cuánto dinero crees que van a ganar con eso? Me niego a ir en plan Lara Croft cargándome todo lo que hay a mi paso, si eso es lo que quieres solo tienes que decírmelo y me voy.
No me pensaba ir, ni que fuese idiota, pero tenía que tratar de conservar todo lo que fuese posible, aquello era un unicornio, no podía permitir que lo dañasen y si era irremediable por lo menos tenía que amortiguarlo.
–Está bien pero se lo dirás tu, yo paso de tratar con él.
Por suerte para mí la perspectiva de ganar lascivas cantidades de dinero era suficiente para que el administrador aceptase aumentar el presupuesto. Ya lo había aumentado un par de veces para conseguir que nadie hablase del mismo y para colocar una nave artificial que impidiese la visión desde fuera. La publicidad que tendría aquello más adelante sería enorme y no le importo que se tuviese que ampliar dos veces.

El poder conseguir los gatos hidráulicos nos había retrasado un par de días el levantar la losa que cerraba el templo. La tierra había conservado perfectamente el templo, la madera de la techumbre extrañamente no se había podrido, tenía que pedir que mandasen a alguien de la universidad para que nos dijese a que se debía. Era la primera vez que podía ver un templo en perfecto estado, la madera, los colores e incluso las banderas de los pórticos se habían conservado. Es como si mágicamente se lo hubiese tragado la tierra. ¿Cómo era posible? Hubiese dado lo que fuese por poder saber cómo. Javier golpeó la puerta de mi despacho de plástico de forma apremiante. Salí, era primera hora, se había pospuesto para que fuese el administrador, insistía en que era el mejor momento para la fotos. Javier me saludó con su mejor sonrisa.
– ¿Listo para hacer historia?
–Listo. La verdad es que estoy un poco nervioso, no sé que podemos encontrar hay dentro.
– ¿Un tesoro?
–Venga ya Javier sabes perfectamente que es un templo.
– ¿Algo de todo esto te parece normal?
–La verdad es que no, en eso tienes razón.
Ambos nos dirigimos hacia la puerta del templo. La avenida de esfinges nos miraba con ojos impasibles. Todos alrededor de la puerta se apartaban para dejarnos paso, casi todo el mundo nos miraba, me fije especialmente en el capullo canadiense. La verdad es que no soportaba a ese tío, seguía molestando a pesar de que Javier decía que no hacía falta que lo viese más, pero él seguía pululando por todas partes, aun tenía ganas de reventarle la cabeza contra su coche. Tenía que dejar de pensar en él y volver a mi trabajo.  Los gatos comenzaron a moverse con un sonido mecánico y estrepitoso, durante un segundo me pareció que todo se iba a desmoronar, la puerta y los gatos.  Entonces con un chillido, como cuando se pisa a un gato, la puerta comenzó a moverse hacia arriba. La verdad es que lo primero que esperaba era una bofetada de olor a  aire corrupto y nauseabundo, o incluso a aceites de perfumes. Pero una bocanada de aire fresco y casi marítimo me golpeó. ¿Qué? otra vez algo raro. ¿En serio? ¿mar? ¿aquí? ¿qué puñetas? Javier me miró con aquella sonrisa suya y me soltó.
–El destino nos espera. 

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