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jueves, 14 de junio de 2012

Relato Nº8 de Guillermo Muñoz Pedrosa

La batalla final.
Hacía un frío descomunal aquella noche, cuando el sargento de la brigada convocó a todos los soldados a formar en el cuartel próximo a la trinchera. Aquel hombre, de mediana estatura, pelo castaño y ojos verdes, llamado Gilbert Neudorf, iba acompañado de un soldado con una bolsa enorme.
¡Compañía, firmes! Gritó. Todos los soldados se pusieron firmes, listos para lo que tuviera que decirles El correo se ha adelantado con respecto a lo previsto. Todos recibiréis vuestra correspondencia, ¡pero no quiero nada de pasar la noche en vela por la nostalgia!, ¿entendido?
¡Señor! Gritó toda la unidad.
Vengan en cuanto mencione su nombre, después retírense a los barraconesDijo el sargento y sacó una lista de nombres ¡Frederick Nadel! Un hombre alto, con el pelo oscuro avanzó de la formación y recogió sus cartas ¡Han Metzger! Otro hombre avanzó desde la formación ¡Heller Reinhard! y así continuaron ¡Herman Richter!
Un hombre alto, de pelo rubio y ojos azules avanzó de entre la multitud “Te escribiremos mientras estés en el frente, ten cuidado” Herman recordó las palabras de sus padres, mientras llegaba ante el sargento para recoger sus cartas. Le resultó extraño solo recibir una carta.
Hizo el saludo correspondiente al sargento Neudorf, recogió su carta y se retiró del lugar. La carta estaba firmada por Emily Loewe.

Las trompetas del medio día llamaron a toda la compañía a formar. Herman se apresuró a componer su uniforme, corrigiéndose para estar presentable ante el sargento y ataviándose con el casco reglamentario. Recogió su fusil Karl98k y su pistola MauserC96. Bien arreglado y pertrechado, salió a formar junto a los demás compañeros y a esperar a los que aún quedaban por llegar.
El sargento Neudorf se situó enfrente del pelotón, junto al cabo Johhan Diederich, un hombre de aspecto cansado, flaco y pelo rubio apagado.
¡Atención compañía! Grito el sargento, y todo el mundo puso la posición de firmes Se nos va a enviar al frente. Un contingente francés está atacando el puesto avanzado cerca de Lorena. Tenemos que ir y ayudar a la novena brigada de infantería a repeler el asalto Dijo mientras supervisó el aspecto de todos los soldados “Un buen soldado ha de estar presentable en todo momento, incluso cuando sabe que puede morir” Era uno de los pocos consejos que le había dado su padre a Herman antes de ir al frente. Cuando el sargento hubo comprobado todo se situó enfrente de las tropas ¡Rompan filas!
Sonaron las trompetas y los soldados pusieron rumbo a la batalla.

¡Muévanse, rápido! Gritó el sargento Neudorf, mientras los soldados iban entrando uno a uno dentro de la trinchera. Los sonidos de los disparos y las explosiones se oían por todas partes, y el paisaje se fue tornando de colores grisáceos y adquiriendo el hedor característico de pólvora y cadáveres en descomposición.
Herman se apresuró a entrar en la trinchera, seguido por Frederick y Heller. Apostaron los fusiles en el borde de aquel agujero y comenzaron a disparar a las tropas francesas que allá llegaban.
La novena brigada de infantería estaba prácticamente diezmada cuando llegaron los soldados de la décima. Apenas quedaban hombres para resistir el asalto francés y la moral de los que quedaban estaba por los suelos que ya apenas querían disparar.
Pasados unos minutos, el sargento llamó a Herman y al resto de la compañía. Ya había ido a entrevistarse con el sargento de la novena brigada, que le dejó clara la situación. Debían lograr avanzar hasta el bunker francés para lograr la retirada. Se habían detectado solicitudes de tanques y debían tratar de repeler el ataque antes de que llegasen a la posición.
¡Este es el plan! gritaba el sargento ¡El cabo Diederich y el soldado Richter, dirigirán un destacamento avanzando por el flanco derecho, evitando así la ametralladora enemiga! El sonido de la ametralladora francesa hizo temblar a algunos de los soldados ¡El resto me seguirán por el flanco izquierdo y contendremos a la infantería francesa!, ¡Los del flanco derecho deberán llegar hasta el bunker y despejarlo antes de la llegada de los tanques!
Sonó la trompeta que dio la señal de ataque. Las tropas del sargento Neudorf cargaron contra los franceses, mientras que el sargento Diederich esperaba, con una mirada de terror frente a lo que estaba viendo.
La mitad de las tropas del sargento estaban cayendo ante la ametralladora y las hordas de infantería casi sin nada que hacer, mientras el cabo seguía ahí, sin moverse un solo centímetro, sin dar una sola orden.
¡Señor! Dijo Herman ¡Si no avanzamos ya sobre la ametralladora, morirán!
El cabo permaneció en silencio. Su aspecto reflejaba un gran terror.
–¡Señor, reaccione!– El cabo no pudo aguantar la situación. Se dio media vuelta y salió huyendo del frente ¡Compañía deténganlo! Frederick y Heller se abalanzaron contra el cabo, que opuso resistencia con todas sus fuerzas. Tras interminables alaridos y gran forcejo, consiguieron reducirlo y llevarlo hasta Herman– ¡Cabo Diederich, queda usted arrestado por deserción y cobardia!, ¡Soldado Metzger, llévese a este traidor! Se llevó a Diederich de allí ¡Ahora asumo el mando, como cabo!
¿Cuales son vuestras órdenes cabo Richter? Preguntó Frederick ¡Avanzar sobre la ametralladora parece un suicidio!
¡Si no lo hacemos, los tanques franceses nos harán pedazos! Gritó Herman ¡Tenemos que reclamar el bunker antes de su llegada y forzar a que se replieguen! “Recuerda, nunca huyas” recordó de su padre. Cogió su fusil y se dirigió a sus hombres ¡Soldados de la décima compañía, seguidme!
Avanzaron por el lado derecho, aprovechando que aún los hombres del sargento Neudorf luchaban contra los franceses. Corrieron a toda prisa, cubriéndose con rocas que había por el terreno y algunos restos de chatarra, hasta que oyeron obuses caer del cielo.

Fue a los barracones con la carta en las manos. Se apresuró a abrirla en su cama, tal y como estaban haciendo sus compañeros en las literas de.
“Querido Herman,
Te escribo mientras espero ansiosa tu regreso del frente. Tengo tantas ganas de verte de nuevo a mi lado sano y salvo que y… bueno, cada día me impaciento más. Ojalá no tuviésemos que pasar por esto, tú en una guerra y yo esperando que puedas regresar junto a mí…
Tus padres también esperan tu regreso en casa. Ya sabes que tu padre sufrió una enfermedad y no lo alistaron en el ejército. Me temo que ha empeorado, y no puede salir de la cama. Tu madre ha ido a trabajar a la fábrica para intentar pagar los cuidados médicos. Por eso no han podido escribirte. Tus  hermanos pequeños también están ayudando a conseguir el dinero para el médico.
Por favor, vuelve sano y salvo. Todos te echamos de menos.
Un beso,
Emily Loewe”
“Prométeme que volverás… que nos casaremos y viviremos juntos cuando esto acabe” fueron las últimas palabras  de Emily antes de ir a la guerra.

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