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viernes, 1 de junio de 2012

. Relato 5 de María Marín Álvarez


The Times The Are A-Changin’



     Lleva ya unos minutos al teléfono, sin parar de rascarse el cuello.

- Desde luego que lo haré- .Claro que lo haré no se preocupe usted, Don Gonzalo, eso se lo miro yo ahora mismo que voy a salir a la notaría, y si quiere nos tomamos un café en el Coletos a las 12 y se lo explico todo en un momento.-Mateo se rasca compulsivamente el cuello mientras escucha a Don Gonzalo hablar sobre la hipoteca de su hijo.- Si, si, y de la oferta del plasma también hablamos. – Sigue rascándose.

- Si, si, solo con la nómina, no se preocupe que eso ya se lo está mirando Sara, si, si.

     Mateo cuelga el teléfono con furia.- ¡Cateto!- Apostilla. – “Qué tío más pesado, por favor, todos los días me tiene que llamar para lo mismo…! Y ahora es que ya no sé ni por donde iba”.- Mira el escritorio. Suspira. “¡Valiente mañana!”.  Solo son las 11 y hace mucho que Mateo se arrancó la corbata. Al otro lado de su despacho, tras unos enormes cristales, solo puede ver cómo sus empleados trabajan sin parar, miradas clavadas en pantallas de última generación. La oficina está cargada, el aire acondicionado no funciona. Suena el teléfono.

-Si, Mateo Albéniz,  dígame.

- Mateo, cariño, ¿en qué habíamos quedado?

-¡Ay! Ana mi vida, lo siento. Es que h tenido una mañana muy dura.

-Si, ya lo he supuesto. Igual que supongo que no te habrás parado a pensar que la mañana también puede haber sido dura para mi, y que me ha costado mucho trabajo pedirle a mi jefa que me dejara salir una hora por la mañana para ir a mirar las invitaciones.

-Ana, mi vida, por favor…No te pongas así.

-No Mateo, si yo no me pongo de ninguna manera. Es que siempre es igual. Que no tienes tiempo ni para preparar tu propia boda.

-Ana, mira, te prometo que…

-Mira Mateo, no me prometas nada. Ya estoy empezando a cansarme de tus promesas.

-Ana, este fin de semana yo te….

-Mateo, déjate de chorradas. Este fin de semana te vas otra vez a Madrid. Este fin de semana me vuelves a dejar tirada con TUS padres, en una barbacoa que habías organizado tú, así que déjate de “este fin de semana”.

- Pero Ana, por favor, es que son las once, llevo tres cafés y dos pastillas de Almax para el dolor de estómago, tengo la oficina llena, el teléfono no para de sonar, tengo aún cinco ficheros sin entregar de este fin de semana, todavía no he podido ir a visitar a nadie este mes porque, como sabes, he tenido reuniones de ventas y de objetivos y es que…no puedo con todo, coño Ana. Y esta mañana…esta mañana a las 8 ha sido mortal. Nos han echado una bronca monumental.  El nivel de estrés ha sido insuperable, Ana, casi me da algo.

- Que si, Mateo, que si. Ya nos veremos.

-Pero Ana…

     Ha colgado. Mateo está sudando. Se tira en el sillón de piel azul. Vuelve a descolgar el teléfono.

–Sara coño, ¿por qué no me has recordado que había quedado con Ana esta mañana?

- ¿Qué? Mateo, sabes que te quiero mucho pero no soy tu secretaria. Además, no tenía ni idea.

- Joder….bueno, a ver, por favor, mírame ya lo de la hipoteca del tonto este.

- ¿Cuál de ellos?- Se le escapa una sonrisa.

-El que te mira con ganas cuando…. 

- Vale, vale, qué asco- Interrumpe ella- estoy en ello.

-Y, por favor, pásame con el jefe de zona.- El tono de voz es claramente distinto ahora. Sara le explica lo que pasa con el jefe de zona. La cara de Mateo se retuerce.

-¿Cómo? ¡Me importa una mierda lo que te haya dicho la idiota de su secretaria! Necesito hablar con él y no te dejaré en paz hasta que consigas que te coja el puto teléfono.

El cuello de Mateo está ya más que rojo de tanto rascárselo.

-Pero Mateo,- insiste Sara, - me han dicho ya desde la oficina central tres veces esta mañana que hoy Nacho no estará disponible y que por favor, deje de molestarlos si no es nada urgente, que ya nos llamarán  ellos cuando puedan.

-¿Urgente? - Mateo la interrumpe acelerado -¡Qué coño va a ser urgente! –Su voz va subiendo cada vez más de tono.  -Claro que no! Lo llamo porque me gusta oir su voz; lo llamo porque no tengo ni un puto papel sobre la mesa y quiero pedirle que me pase más trabajo, que quiero ser productivo. ¿Urgente? ¿Qué  coño significa “urgente” para estos gilipollas?

     Sara mira a través de los cristales y ve cómo Mateo se está poniendo cada vez más rojo. Lanza una segunda bomba: -Nos recuerdan además…- le tiembla la voz-…que esta tarde a las cinco tienes una videoconferencia con el Regional y con los Directores de Negocio y Comerciales-. Sara traga saliva. Es la más joven de la oficina.

-¿Otra videoconferencia?- Grito. Sara se tapa la cara con la mano al ver que algunos clientes se han dado cuenta de que su jefe está gritando al otro lado de la cristalera. -¿Hoy?
Mateo respira profundamente. Vuelve a mirar tras los cristales de su despacho: la cola en caja ha crecido repentinamente y la gente se agolpa entre la mesa de Rosario y la de Alberto, un día más, vacía.  

-Pero si esta misma mañana, a las 8 en punto ya hemos tenido una con todos subdirectores, comerciales encargados de pymes, geos, comerciales de caja…

- ¿Me lo dices o me lo cuentas? Te recuerdo que yo también recibí un sms el domingo a las 9 de la noche para que me preparara la reunión de hoy.

– Lo sé. Estaba tan estresado que ni me he dado cuenta de que estabas sentada a mi lado.- Mateo se frota la frente. -Mira Sara, sé que no es tu culpa, perdóname. Ni lo del aire, ni lo de Ana, ni lo del tonto del jefe de zona. Lo sé, pero quiero que dejes todo lo que estas haciendo hasta que consigas que Nacho se ponga al teléfono. ¿Estamos? – Se miran a través del cristal. Sara está a punto de llorar. Mateo la mira directamente y repite: -¿Estamos, Sara, por Dios?

     Sara titubea. Se muerde los labios. Mateo no aparta sus ojos rojos, por el cansancio y el monumental cabreo, de los de Sara, verdes, acuosos, que están a punto de abrir compuertas y empezar a llorar. Sara respira.

–Estamos. Dice al fin.

-Y por favor, Sara, sigue insistiendo en lo del aire acondicionado. Así no hay quien trabje.

- Si Mateo, no te preocupes, he llamado y dicen que me devolverán la llamada.

     Mateo le sonríe. Ella baja la cabeza y minimiza en su ordenador todo lo que estaba haciendo para abrir el listín telefónico de la empresa. Empieza a marcar. Mateo la ve a través del cristal y vuelve la mirada hacia su ordenador. Durante el tiempo que ha durado esa conversación su bandeja de entrada se ha vuelto a llenar de correos electrónicos. Trece, uno por minuto. El jefe de zona firma muchos de esos correos. Respira hondo y vuelve la mirada hacia su mesa. Tiene que entregar las estimaciones de los posibles clientes, ir a la notaría, preparar la firma para tres hipotecas y salir a visitar clientes. Son las once y veinte de la mañana. “Mateo, respira. Respira. Solo es lunes y nos queda un buen trecho hasta llegar al viernes”. 

Llaman a la puerta. Mateo traga saliva. Se ordena el pelo. Se rasca el cuello. Suspira y sonríe. “Hijo de puta”. Murmulla.

–Pase, pase, Don Gonzalo, por favor, no se quede en la puerta.  

-Uf, cuanta actividad hoy, ¿no? pensaba que esto estaría más tranquilo a esta hora y por eso he venido.

     Son las doce menos cuarto de la mañana. Mateo sonríe.

– Si, todo el mundo se ha puesto de acuerdo para venir hoy, a la misma hora. Pero pase, pase, por favor. Siéntese. Perdone por el desorden y por el calor. Llevamos ya dos semanas con el aire acondicionado estropeado pero parece que en nuestra central no se han enterado.

-Bueno, Mateo, verás, es que no  me quedó muy claro, bueno, no a mi, a mi hijo, el tema de la hipoteca y bueno…hemos tenido otras ofertas…y no sé…no sé qué hacer. – Mateo se rasca.

- Pero hombre, por dios, eso se lo explico yo ahora mismo, usted ya sabe que aquí estoy siempre a su disposición.  

-Sí, lo sé, pero ya sabes…siempre he sido cliente de esta oficina y nunca he tenido hipotecas, ya sabes que en mi familia no somos de eso…pero ahora el muchacho quiere meterse en algo y claro, no tiene más remedio que hacerse una hipoteca porque la novia es muy…muy…muy jipi, ¿sabes? Y no consiente en quedarse con la casa que yo le tenia preparada a mi hijo, dice que prefiere tener una suya propia, porque luego, si se separan o lo que sea….

El pie izquierdo de Mateo empieza a martillear la moqueta.

-Luego si se separan, pues a ver qué hacen. Yo no entiendo nada, no entiendo a la juventud. Aquí en el pueblo, de toda la vida de dios, los padres han regalado una casa a sus hijos y punto. Y ahora viene esta niñata metiéndole ideas tontas a mi hijo…y, en fin, Mateo, que me lo tienes que explicar todo desde el principio. Como comprenderás, no voy a dejar al inútil de mi hijo que negocie con nadie, porque ese no se entera de nada. Prefiero hacerlo yo. Pero es que no me entero, lo siento, no me entero de nada.  

-No se preocupe usted, Don Gonzalo, una hipoteca es una cosa muy seria y hay que hacerlo todo muy bien. Así que dígame, ¿qué es lo que no entiende exactamente?

- Mira, Mateo, pues no entiendo nada. Explícame por favor eso del diferencial y el plazo.
Mateo respira hondo, saca un folio con el encabezado del banco en él, coge una pluma, con el logotipo de su entidad y empieza a hacer gráficas.  

-Mire usted, Don Gonzalo, esto lo tiene que tener usted muy claro, porque será lo que más influya en el coste total de la operación, es decir, de estos dos puntos dependerá lo que le tocará a usted devolver desde que empiece a pagar hasta que termine.- Cruce de miradas. Don Gonzalo se apoya en la mesa con su brazo izquierdo, Mateo hace lo propio  sosteniendo el bolígrafo en su mano derecha.

-Estos dos puntos son primordiales a la hora de elegir la mejor oferta para usted, oferta que sin duda será difícil de superar, porque en nuestra entidad encontrará usted todo tipo de ventajas.

- Ajá

-Bien.

- Bien. –Se miran.

-¿Qué más?

     Mateo sonríe y mira el reloj en la pantalla de su ordenador. Son las doce y media.  







-Entonces, don Gonzalo, hacienda le devuelve un porcentaje del importe total que haya pagado usted por su hipoteca cada año. En fin, Don Gonzlao, que todo es mirarlo y hacer números, pero que eso se lo hago yo esta semana, para que no se tenga usted que marear, y se lo doy todo por escrito con las mejores opciones para usted, su hijo y su capital. La opción de reducir cuota o tiempo depende de la situación de cada cual. A lo mejor a alguien le va mejor ir reduciendo cuota y entre lo que sube su sueldo, las desgravaciones, etc. puede ir tirando pero yo se de sobra que usted no va a tener problemas con eso. De todas maneras, háblelo con su hijo, después de todo, la casa será suya.

-Pero el dinero será mío. ¡Qué cojones! Gracias Mateo, has tenido mucha paciencia. Nos vemos por aquí en unos días y  te confirmo. Oye, y de lo del plasma, ¿qué?  Mateo suspira.

-Ya se lo dije, Don Gonzalo, la oferta es exclusivamente para nóminas y recibos domiciliados, más de uno, por primera vez en el banco. Recibos de agua, de luz…de lo que sea, pero los tiene usted que dejar mas de veinte meses.  

-Coño, ¿veinte meses?  Yo creí que era menos. Y bueno, será gratis, ¿no? ¿Puedo pedir otra para mi chica? Es que cuando se enteró que su hermano iba a tener una pues, ya sabes, se puso un poco celosa. Ah, y mi cuñada también quiere otra. Pero vamos, que lo de los veinte meses…no lo veo yo muy claro. En el otro banco son diez.

     Mateo cierra los ojos, respira y contesta.  -Sí, veinte meses. Y además, ¿sabe lo que le digo? Mateo hace una pausa larga antes de proseguir. - Que la oferta es una estafa.

- ¿Cómo?

- Si, una estafa. Una total y absoluta estafa. - Don Gonzalo arquea las cejas. Mateo prosigue.

-Además la cuenta es una pasta gansa, Don Gonzalo y con lo pesetero que es usted…no sé yo si le compensará.

-Mateo, perdona, pero creo que te has pasado.

     Mateo sigue con su discurso. Se ha desabrochado los puños de la camisa.

-Ochenta euros anuales durante veintitrés meses y medio como mínimo de permanencia, más los cien pavitos de mandárselo a su casa. Como verá usted…no es todo lo que se dice…gratis.

     Mateo se va poniendo cada vez más rojo. Una sonrisa extraña empieza a dibujarse en su cara. Una menos diez.

-¿Mateo, estás bien?

-Mire, don Gonzalo, sinceramente. Esta oferta es una verdadera mierda. En otros países, intentar "comprar" a los clientes de banca de esta manera seria incomprensible. Pero aquí somos así, ¿entiende?  Spain is different. Aquí la banca gana. Siempre. Somos rastreros, nos gusta machacar, exprimir, ahogar, amargar, en definitiva, al cliente. Somos verdaderos verdugos, como los que había en la edad media, solo que hemos sustituido la capucha por una corbata carísima. Nosotros no le cortamos la cabeza a nadie, nosotros se la metemos doblada diciéndole que tiene usted que estar con nuestra tarifa plana porque es la mejor del mercado, porque estará usted tranquilo, y su dinero crecerá como crecen las amapolas en el campo, y ¿sabe qué? que plana no significa, gratis. Plana significa que no le vamos a subir más de los 9 euros mensuales por los veintitrés meses que tienes que estar aquí, con nosotros, calentito, asfixiado. Y, ¿sabe qué? Que ya nos llevamos ahí 207 euritos por la cara,  a los que hay que sumar los 98 de envío, lo que hace un total de.... 305 euros. A ver cuando coño se va a enterar usted de que un banco NO ES UNA TIENDA, ¿ME OYE? NO ES UNA TIENDA. AQUÍ NO REGALAMOS NADA. SI QUIERE USTED UN ORDENADOR, SE VA USTED AL CORTE INGLÉS Y SE LO COMPRA. Que en el banco no somos amigos de nadie, ¿entiende?

     Mateo se va acelerando cada vez más.

-Aquí le cobramos por todo, nos encantan las comisiones. El año pasado los de arriba se llevaron más de noventa mil millones de euros en comisiones gracias a pringados como yo que explotan y extorsionan a pringados como usted. ¿SE ENTERA, DON GONZALO?

Mateo, en un movimiento rápido, ha corrido hacia la puerta y ha echado el pestillo antes de que Sara, que ha contemplado desde su escritorio la escena, llegue a tocar el pomo. Sara lo mira con cara de horror. Mateo le sonríe y le guiña un ojo. Vuelve a su escritorio y se sienta con las piernas cruzadas sobre la mesa.

-Pero bueno Mateo, ¿qué cojones te pasa? Creo que estás un poco estresado. Será mejor que vuelva otro día.  

-A mi no me pasa absolutamente nada Don Gonzalo, a ver si se entera ya. Al que debe pasarle algo es a USTED.-

Mateo baja los pies de la mesa, tira de un empujón la impresora que tiene en la mesa y lanza por los aires todos los informes acumulados en el escritorio. De un salto, se sube a la mesa y encara a Don Gonzalo que, para ese momento, está mirando desesperadamente de un la do a otro.

-Que llevo ya cuatro meses explicándole lo mismo Y NO SE ENTERA. Que cada vez que lo veo entrar por la puerta me dan ganas de ostiarle. A mí no me pasa nada. Yo estoy en el lado de los malos, ¿sabe usted? Yo estoy en el lado de los rastreros, de los ruines. Yo estoy en el lado de los opresores, Don Gonzalo. Yo tengo que ser feliz porque tengo trabajo, porque trabajo en una oficina a más de 40 grados porque a mi jefe no le parece oportuno mandar a un técnico para que me arregle el puto aire acondicionado, soportando a peseteros como usted, que están podridos de dinero y lo único que saben es DAR POR CULO.   Yo soy afortunado porque tengo que ir a Madrid tres veces al mes. Tres veces al mes para que me laven el cerebro. Yo soy afortunado porque hay un señor en Madrid al que le sale el dinero por el culo, un señor que ha sido uno de los máximos responsables de la situación económica de este país, que tiene esbirros repartidos por todo el país que se encargan cada lunes de tocarme los cojones para que siga engordando este sistema que no sirve para nada.

-Mira, Mateo, no sé qué coño te pasa, pero desde luego, después de esto, pienso llevarme el dinero a la caja de ahorros.

-PUES LLEVESELO USTED, maldito inútil. ¡Lléveselo! Ya estoy cansado de mendigarle a usted y a todos los de su calaña. Estoy harto de tener que pagarle los desayunos cada día en el Coletos o donde sea que vaya a desayunar, que siempre aparece usted justo a tiempo a la hora de pagar. Parece mentira, con todo el dinero que tiene, que en los cinco años que lo conozco, en su puta vida ha sido usted capaz de invitarme a un triste café.

-Por dios, esto es indignante. Titubea don Gonzalo.

-¿Ah sí? ¿Indignante? ¿Qué esto le parece indignante? ¡Esto es fabuloso, don Gonzalo! Viva el sistema económico que tenemos! ¡¡¡Viva!!!! Por dios, encima que le regalamos soperas, toallas de superhéroes y televisiones de plasma…¿Indignante, don Gonzalo?

Una y diez. En este punto, todos los que se agolpaban entre las mesas de Sara y Alberto, cartilla en mano, están pegados a los grandes cristales, observando la escena. Don Gonzalo está hundido en el sillón, con las piernas levantadas, intentando defenderse de  Mateo, cada vez más histérico. Mateo se

-¿Quiere que le diga yo lo que es indignante? Lo que es indignante es que a mí me paguen para que engañe a desgraciados como usted, haciéndoles  suscribir con verdadera devoción productos con vencimientos fijados para ¡el año 3000! Lo indignante es que el drama de miles de familias suponga el enriquecimiento de los personajes para los que yo tengo que trabajar. Eso es indignante. Eso, y que no haya aire acondicionado en esta puta oficina, por supuesto

         La oficina está en silencio. Mateo está con los brazos abiertos, la camisa desabotonada y el pelo revuelto sobre la mesa. Una vena en el cuello está a punto de estallar. De repente, empieza a bailar sobre el escritorio tarareando una canción de Bob Dylan.

-Come writers and critics who prophesize with your pen, and keep your eyes wide the chance wont come again…and don’t speak too son… for the wheel’s still in spin…and thre is no telin’ who that it’s namin’ for the loser now will be later to win…Fort he times they are a-changin’

     Don Gonzalo, que para ese momento ya está llorando encajado en el sillón, se cubre la cara con las manos cuando ve a Mateo saltar del escritorio y acercarse a él. Mateo se dirige suavemente al hombre y le besa la frente. Acto seguido, y sin dejar de cantar la canción, se dirige a la puerta y pone su mano en el pomo.  Son la una y veinte de la tarde. 

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