The Times The Are A-Changin’
Lleva ya unos minutos al teléfono, sin parar de rascarse el cuello.
- Desde luego que lo haré- .Claro que lo haré no se preocupe usted, Don
Gonzalo, eso se lo miro yo ahora mismo que voy a salir a la notaría, y si
quiere nos tomamos un café en el Coletos a las 12 y se lo explico todo en un
momento.-Mateo se rasca compulsivamente el cuello mientras escucha a Don
Gonzalo hablar sobre la hipoteca de su hijo.- Si, si, y de la oferta del plasma
también hablamos. – Sigue rascándose.
- Si, si, solo con la nómina, no se preocupe que eso ya se lo está
mirando Sara, si, si.
Mateo cuelga el teléfono con furia.- ¡Cateto!- Apostilla. – “Qué tío más
pesado, por favor, todos los días me tiene que llamar para lo mismo…! Y ahora
es que ya no sé ni por donde iba”.- Mira el escritorio. Suspira. “¡Valiente
mañana!”. Solo son las 11 y hace mucho
que Mateo se arrancó la corbata. Al otro lado de su despacho, tras unos enormes
cristales, solo puede ver cómo sus empleados trabajan sin parar, miradas
clavadas en pantallas de última generación. La oficina está cargada, el aire
acondicionado no funciona. Suena el teléfono.
-Si, Mateo Albéniz, dígame.
- Mateo, cariño, ¿en qué habíamos quedado?
-¡Ay!
Ana mi vida, lo siento. Es que h tenido una mañana muy dura.
-Si,
ya lo he supuesto. Igual que supongo que no te habrás parado a pensar que la
mañana también puede haber sido dura para mi, y que me ha costado mucho trabajo
pedirle a mi jefa que me dejara salir una hora por la mañana para ir a mirar
las invitaciones.
-Ana,
mi vida, por favor…No te pongas así.
-No
Mateo, si yo no me pongo de ninguna manera. Es que siempre es igual. Que no
tienes tiempo ni para preparar tu propia boda.
-Ana,
mira, te prometo que…
-Mira
Mateo, no me prometas nada. Ya estoy empezando a cansarme de tus promesas.
-Ana,
este fin de semana yo te….
-Mateo,
déjate de chorradas. Este fin de semana te vas otra vez a Madrid. Este fin de
semana me vuelves a dejar tirada con TUS padres, en una barbacoa que habías
organizado tú, así que déjate de “este fin de semana”.
-
Pero Ana, por favor, es que son las once, llevo
tres cafés y dos pastillas de Almax para el dolor de estómago, tengo la oficina
llena, el teléfono no para de sonar, tengo aún cinco ficheros sin entregar de
este fin de semana, todavía no he podido ir a visitar a nadie este mes porque,
como sabes, he tenido reuniones de ventas y de objetivos y es que…no puedo con
todo, coño Ana. Y esta mañana…esta mañana a las 8 ha sido mortal. Nos han
echado una bronca monumental. El
nivel de estrés ha sido insuperable, Ana, casi me da algo.
- Que si, Mateo, que si. Ya nos veremos.
-Pero Ana…
Ha colgado. Mateo está sudando. Se tira en el sillón de piel
azul. Vuelve a
descolgar el teléfono.
–Sara coño, ¿por qué no me has recordado que había quedado con Ana esta
mañana?
- ¿Qué? Mateo, sabes que te quiero mucho pero no soy tu secretaria.
Además, no tenía ni idea.
- Joder….bueno, a ver, por favor, mírame ya lo de la hipoteca del tonto
este.
- ¿Cuál de ellos?- Se le escapa una sonrisa.
-El que te mira con ganas cuando….
- Vale, vale, qué asco- Interrumpe ella- estoy en ello.
- Vale, vale, qué asco- Interrumpe ella- estoy en ello.
-Y, por favor, pásame con el jefe de zona.- El tono de voz es claramente
distinto ahora. Sara le explica lo que pasa con el jefe de zona. La cara de
Mateo se retuerce.
-¿Cómo? ¡Me importa una mierda lo que te haya dicho la idiota de su
secretaria! Necesito hablar con él y no te dejaré en paz hasta que consigas que
te coja el puto teléfono.
El cuello de Mateo está ya más que rojo de tanto rascárselo.
-Pero Mateo,- insiste Sara, - me han dicho ya desde la oficina central
tres veces esta mañana que hoy Nacho no estará disponible y que por favor, deje
de molestarlos si no es nada urgente, que ya nos llamarán ellos cuando puedan.
-¿Urgente? - Mateo la interrumpe acelerado -¡Qué coño va a ser urgente! –Su
voz va subiendo cada vez más de tono. -Claro
que no! Lo llamo porque me gusta oir su voz; lo llamo porque no tengo ni un
puto papel sobre la mesa y quiero pedirle que me pase más trabajo, que quiero
ser productivo. ¿Urgente? ¿Qué coño
significa “urgente” para estos gilipollas?
Sara mira a través de los cristales y ve cómo Mateo se está poniendo cada
vez más rojo. Lanza una segunda bomba: -Nos recuerdan además…- le tiembla la
voz-…que esta tarde a las cinco tienes una videoconferencia con el Regional y
con los Directores de Negocio y Comerciales-. Sara traga saliva. Es la más
joven de la oficina.
-¿Otra videoconferencia?- Grito.
Sara se tapa la cara con la mano al ver que algunos clientes se han dado cuenta
de que su jefe está gritando al otro lado de la cristalera. -¿Hoy?
Mateo respira profundamente. Vuelve a mirar tras los cristales de su
despacho: la cola en caja ha crecido repentinamente y la gente se agolpa entre
la mesa de Rosario y la de Alberto, un día más, vacía.
-Pero si esta misma mañana, a las 8 en punto ya hemos tenido una con
todos subdirectores, comerciales encargados de pymes, geos, comerciales de
caja…
- ¿Me lo dices o me lo cuentas? Te recuerdo que yo también recibí un sms
el domingo a las 9 de la noche para que me preparara la reunión de hoy.
– Lo sé. Estaba tan estresado que ni me he dado cuenta de que estabas
sentada a mi lado.- Mateo se frota la frente. -Mira Sara, sé que no es tu
culpa, perdóname. Ni lo del aire, ni lo de Ana, ni lo del tonto del jefe de zona.
Lo sé, pero quiero que dejes todo lo que estas haciendo hasta que consigas que
Nacho se ponga al teléfono. ¿Estamos? – Se miran a través del cristal. Sara
está a punto de llorar. Mateo la mira directamente y repite: -¿Estamos, Sara,
por Dios?
Sara titubea. Se muerde los labios. Mateo no aparta sus ojos rojos, por
el cansancio y el monumental cabreo, de los de Sara, verdes, acuosos, que están
a punto de abrir compuertas y empezar a llorar. Sara respira.
–Estamos. Dice al fin.
-Y por favor, Sara, sigue insistiendo en lo
del aire acondicionado. Así no hay quien trabje.
-
Si Mateo, no te preocupes, he llamado y dicen que me devolverán la llamada.
Mateo le sonríe. Ella baja la cabeza y minimiza en su ordenador todo lo
que estaba haciendo para abrir el listín telefónico de la empresa. Empieza a
marcar. Mateo la ve a través del cristal y vuelve la mirada hacia su ordenador.
Durante el tiempo que ha durado esa conversación su bandeja de entrada se ha
vuelto a llenar de correos electrónicos. Trece, uno por minuto. El jefe de zona
firma muchos de esos correos. Respira hondo y vuelve la mirada hacia su mesa. Tiene
que entregar las estimaciones de los posibles clientes, ir a la notaría,
preparar la firma para tres hipotecas y salir a visitar clientes. Son las once
y veinte de la mañana. “Mateo, respira. Respira. Solo es lunes y nos queda un
buen trecho hasta llegar al viernes”.
Llaman a la puerta. Mateo traga saliva. Se ordena el pelo. Se rasca el
cuello. Suspira y sonríe. “Hijo de puta”. Murmulla.
–Pase, pase, Don Gonzalo, por favor, no se quede en la puerta.
-Uf, cuanta actividad hoy, ¿no? pensaba que esto estaría más tranquilo a
esta hora y por eso he venido.
Son las doce menos cuarto de la mañana. Mateo sonríe.
– Si, todo el mundo se ha puesto de acuerdo para venir hoy, a la misma
hora. Pero pase, pase, por favor. Siéntese. Perdone por el desorden y por el
calor. Llevamos ya dos semanas con el aire acondicionado estropeado pero parece
que en nuestra central no se han enterado.
-Bueno, Mateo, verás, es que no me
quedó muy claro, bueno, no a mi, a mi hijo, el tema de la hipoteca y
bueno…hemos tenido otras ofertas…y no sé…no sé qué hacer. – Mateo se rasca.
- Pero hombre, por dios, eso se lo explico yo ahora mismo, usted ya sabe
que aquí estoy siempre a su disposición.
-Sí, lo sé, pero ya sabes…siempre he sido cliente de esta oficina y nunca
he tenido hipotecas, ya sabes que en mi familia no somos de eso…pero ahora el
muchacho quiere meterse en algo y claro, no tiene más remedio que hacerse una
hipoteca porque la novia es muy…muy…muy jipi, ¿sabes? Y no consiente en
quedarse con la casa que yo le tenia preparada a mi hijo, dice que prefiere
tener una suya propia, porque luego, si se separan o lo que sea….
El pie izquierdo de Mateo empieza a martillear la moqueta.
-Luego si se separan, pues a ver qué hacen. Yo no entiendo nada, no
entiendo a la juventud. Aquí en el pueblo, de toda la vida de dios, los padres
han regalado una casa a sus hijos y punto. Y ahora viene esta niñata metiéndole
ideas tontas a mi hijo…y, en fin, Mateo, que me lo tienes que explicar todo
desde el principio. Como comprenderás, no voy a dejar al inútil de mi hijo que
negocie con nadie, porque ese no se entera de nada. Prefiero hacerlo yo. Pero
es que no me entero, lo siento, no me entero de nada.
-No se preocupe usted, Don Gonzalo, una hipoteca es una cosa muy seria y
hay que hacerlo todo muy bien. Así que dígame, ¿qué es lo que no entiende
exactamente?
- Mira, Mateo, pues no entiendo nada. Explícame por favor eso del
diferencial y el plazo.
Mateo respira hondo, saca un folio con el encabezado del banco en él,
coge una pluma, con el logotipo de su entidad y empieza a hacer gráficas.
-Mire usted, Don Gonzalo, esto lo tiene que tener usted muy claro, porque
será lo que más influya en el coste total de la operación, es decir, de estos
dos puntos dependerá lo que le tocará a usted devolver desde que empiece a
pagar hasta que termine.- Cruce de miradas. Don Gonzalo se apoya en la mesa con
su brazo izquierdo, Mateo hace lo propio
sosteniendo el bolígrafo en su mano derecha.
-Estos dos puntos son primordiales a la hora de elegir la mejor oferta
para usted, oferta que sin duda será difícil de superar, porque en nuestra
entidad encontrará usted todo tipo de ventajas.
- Ajá
-Bien.
- Bien. –Se miran.
-¿Qué más?
Mateo sonríe y mira el reloj en la pantalla de su ordenador. Son las doce y media.
-Entonces, don Gonzalo, hacienda le devuelve un porcentaje del importe
total que haya pagado usted por su hipoteca cada año. En fin, Don Gonzlao, que
todo es mirarlo y hacer números, pero que eso se lo hago yo esta semana, para
que no se tenga usted que marear, y se lo doy todo por escrito con las mejores
opciones para usted, su hijo y su capital. La opción de reducir cuota o tiempo
depende de la situación de cada cual. A lo mejor a alguien le va mejor ir
reduciendo cuota y entre lo que sube su sueldo, las desgravaciones, etc. puede
ir tirando pero yo se de sobra que usted no va a tener problemas con eso. De
todas maneras, háblelo con su hijo, después de todo, la casa será suya.
-Pero el dinero será mío. ¡Qué
cojones! Gracias Mateo, has tenido mucha paciencia. Nos vemos por aquí en unos
días y te confirmo. Oye, y de lo del
plasma, ¿qué? Mateo suspira.
-Ya se lo dije, Don Gonzalo, la
oferta es exclusivamente para nóminas y recibos domiciliados, más de uno, por
primera vez en el banco. Recibos de agua, de luz…de lo que sea, pero los tiene
usted que dejar mas de veinte meses.
-Coño, ¿veinte meses? Yo creí que
era menos. Y bueno, será gratis, ¿no? ¿Puedo pedir otra para mi chica? Es que
cuando se enteró que su hermano iba a tener una pues, ya sabes, se puso un poco
celosa. Ah, y mi cuñada también quiere otra. Pero vamos, que lo de los veinte
meses…no lo veo yo muy claro. En el otro banco son diez.
Mateo cierra los ojos, respira y contesta. -Sí, veinte meses. Y además, ¿sabe
lo que le digo? Mateo hace una pausa larga antes de proseguir. - Que la oferta
es una estafa.
- ¿Cómo?
- Si, una estafa. Una total y absoluta estafa. - Don Gonzalo arquea las cejas. Mateo prosigue.
-Además la cuenta es una pasta gansa, Don Gonzalo y con lo pesetero que
es usted…no sé yo si le compensará.
-Mateo, perdona, pero creo que te has pasado.
Mateo sigue con su discurso. Se ha desabrochado los puños de la camisa.
-Ochenta euros anuales durante veintitrés meses y medio como mínimo de
permanencia, más los cien pavitos de mandárselo a su casa. Como verá usted…no
es todo lo que se dice…gratis.
Mateo
se va poniendo cada vez más rojo. Una sonrisa extraña empieza a dibujarse en su
cara. Una menos diez.
-¿Mateo, estás bien?
-Mire, don Gonzalo, sinceramente. Esta oferta es una verdadera mierda. En
otros países, intentar "comprar" a los clientes de banca de esta
manera seria incomprensible. Pero aquí somos así, ¿entiende? Spain is
different. Aquí la banca gana. Siempre. Somos rastreros, nos gusta
machacar, exprimir, ahogar, amargar, en definitiva, al cliente. Somos verdaderos
verdugos, como los que había en la edad media, solo que hemos sustituido la
capucha por una corbata carísima. Nosotros no le cortamos la cabeza a nadie, nosotros
se la metemos doblada diciéndole que tiene usted que estar con nuestra tarifa
plana porque es la mejor del mercado, porque estará usted tranquilo, y su
dinero crecerá como crecen las amapolas en el campo, y ¿sabe qué? que plana no
significa, gratis. Plana significa que no le vamos a subir más de los 9 euros
mensuales por los veintitrés meses que tienes que estar aquí, con nosotros,
calentito, asfixiado. Y, ¿sabe qué? Que ya nos llevamos ahí 207 euritos por la
cara, a los que hay que sumar los 98 de
envío, lo que hace un total de.... 305 euros. A ver cuando coño se va a enterar
usted de que un banco NO ES UNA TIENDA, ¿ME OYE? NO ES UNA TIENDA. AQUÍ NO
REGALAMOS NADA. SI QUIERE USTED UN ORDENADOR, SE VA USTED AL CORTE INGLÉS Y SE
LO COMPRA. Que en el banco no somos amigos de nadie, ¿entiende?
Mateo se va acelerando cada vez más.
-Aquí le cobramos por todo, nos encantan las comisiones. El año pasado
los de arriba se llevaron más de noventa mil millones de euros en comisiones
gracias a pringados como yo que explotan y extorsionan a pringados como usted.
¿SE ENTERA, DON GONZALO?
Mateo, en un movimiento rápido,
ha corrido hacia la puerta y ha echado el pestillo antes de que Sara, que ha
contemplado desde su escritorio la escena, llegue a tocar el pomo. Sara lo mira
con cara de horror. Mateo le sonríe y le guiña un ojo. Vuelve a su escritorio y
se sienta con las piernas cruzadas sobre la mesa.
-Pero bueno Mateo, ¿qué cojones te pasa? Creo que estás un poco
estresado. Será mejor que vuelva otro día.
-A mi no me pasa absolutamente nada Don Gonzalo, a ver si se entera ya.
Al que debe pasarle algo es a USTED.-
Mateo baja los pies de la mesa, tira de un
empujón la impresora que tiene en la mesa y lanza por los aires todos los
informes acumulados en el escritorio. De un salto, se sube a la mesa y encara a
Don Gonzalo que, para ese momento, está mirando desesperadamente de un la do a
otro.
-Que llevo ya cuatro meses explicándole lo mismo Y NO SE ENTERA. Que cada
vez que lo veo entrar por la puerta me dan ganas de ostiarle. A mí no me pasa
nada. Yo estoy en el lado de los malos, ¿sabe usted? Yo estoy en el lado de los
rastreros, de los ruines. Yo estoy en el lado de los opresores, Don Gonzalo. Yo
tengo que ser feliz porque tengo trabajo, porque trabajo en una oficina a más
de 40 grados porque a mi jefe no le parece oportuno mandar a un técnico para
que me arregle el puto aire acondicionado, soportando a peseteros como usted,
que están podridos de dinero y lo único que saben es DAR POR CULO. Yo soy
afortunado porque tengo que ir a Madrid tres veces al mes. Tres veces al mes
para que me laven el cerebro. Yo soy afortunado porque hay un señor en Madrid al
que le sale el dinero por el culo, un señor que ha sido uno de los máximos
responsables de la situación económica de este país, que tiene esbirros
repartidos por todo el país que se encargan cada lunes de tocarme los cojones
para que siga engordando este sistema que no sirve para nada.
-Mira,
Mateo, no sé qué coño te pasa, pero desde luego, después de esto, pienso
llevarme el dinero a la caja de ahorros.
-PUES
LLEVESELO USTED, maldito inútil. ¡Lléveselo! Ya estoy cansado de mendigarle a
usted y a todos los de su calaña. Estoy harto de tener que pagarle los
desayunos cada día en el Coletos o donde sea que vaya a desayunar, que siempre
aparece usted justo a tiempo a la hora de pagar. Parece mentira, con todo el
dinero que tiene, que en los cinco años que lo conozco, en su puta vida ha sido
usted capaz de invitarme a un triste café.
-Por
dios, esto es indignante. Titubea don Gonzalo.
-¿Ah
sí? ¿Indignante? ¿Qué esto le parece indignante? ¡Esto es fabuloso, don Gonzalo!
Viva el sistema económico que tenemos! ¡¡¡Viva!!!! Por dios, encima que le
regalamos soperas, toallas de superhéroes y televisiones de plasma…¿Indignante,
don Gonzalo?
Una y diez. En
este punto, todos los que se agolpaban entre las mesas de Sara y Alberto,
cartilla en mano, están pegados a los grandes cristales, observando la escena.
Don Gonzalo está hundido en el sillón, con las piernas levantadas, intentando
defenderse de Mateo, cada vez más
histérico. Mateo se
-¿Quiere
que le diga yo lo que es indignante? Lo que es indignante es que a mí me paguen
para que engañe a desgraciados como usted, haciéndoles suscribir con verdadera devoción productos
con vencimientos fijados para ¡el año 3000! Lo indignante es que el drama de
miles de familias suponga el enriquecimiento de los personajes para los que yo
tengo que trabajar. Eso es indignante. Eso, y que no haya aire acondicionado en
esta puta oficina, por supuesto
La oficina está en silencio. Mateo
está con los brazos abiertos, la camisa desabotonada y el pelo revuelto sobre
la mesa. Una vena en el cuello está a punto de estallar. De repente, empieza a
bailar sobre el escritorio tarareando una canción de Bob Dylan.
-Come
writers and critics who prophesize with your pen, and keep your eyes wide the
chance wont come again…and don’t speak too son… for the wheel’s still in spin…and
thre is no telin’ who that it’s namin’ for the loser now will be later to win…Fort
he times they are a-changin’
Don
Gonzalo, que para ese momento ya está llorando encajado en el sillón, se cubre
la cara con las manos cuando ve a Mateo saltar del escritorio y acercarse a él.
Mateo se dirige suavemente al hombre y le besa la frente. Acto seguido, y sin
dejar de cantar la canción, se dirige a la puerta y pone su mano en el pomo. Son la una y veinte de la tarde.
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