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viernes, 8 de junio de 2012

Relato 7 de
Concha Núñez.


EL ASCENSOR         

Julio cierra la puerta con dos vueltas de llave y la guarda en el bolsillo de la chaqueta. Lleva un portafolio en la otra mano. Pulsa el botón del ascensor y cuando llega entra en él, se mira en el espejo que ocupa el frontal, se coloca derecha la corbata y pulsa la planta sótano. El ascensor se para un piso más abajo. Julio mira su reloj. Se abre la puerta y entra Raúl, un joven con vaqueros y camiseta que lleva un maletín de viaje y una cazadora de algodón en la mano.
-Buenos días.
-Buenos días –contesta Julio.
Raúl mira los botones del ascensor, donde aparece encendido el del sótano y pulsa el bajo.
-¿Es usted un nuevo vecino? –pregunta Julio.
-No, no soy vecino. Soy hermano de Adela, del quinto A. He pasado unos días a verla y ya voy de vuelta.
-Ah, de Adela. Una chica muy simpática, y su marido también. Hace poco coincidí con ella y me presentó a su padre; luego la vi un día de lejos con él y una señora, que supongo será su madre.
-Sí, han estado aquí hasta anteayer.
De momento se apaga la luz y el ascensor se para en seco. Quedan los dos dentro y a oscuras.
-Vaya, otro apagón.  Las Compañías eléctricas cada vez invierten menos en el mantenimiento de las líneas y no será porque no siguen subiendo las tarifas –dice Julio, que mete la mano en el bolsillo de su chaqueta, saca un encendedor, lo enciende y empieza a tocar con los nudillos en la puerta.
-Espero que dure poco, tengo que coger el tren a las ocho y cuarto –Añade Raúl.
El encendedor en la mano de Julio apenas ilumina el recinto, sólo permite apreciar los bultos.
-Pues esperemos que no sea como el del sábado pasado; duró más de dos horas. Menos mal que no cogió a nadie dentro del ascensor.
>>¡Vaya, que me quemo! El encendedor ya está ardiendo –dice Julio que se ve obligado a soltar la lengüeta que permite la salida del gas, y sigue dando con los nudillos en la puerta- ¿No tendría usted otro?
-No, lo siento, pero no fumo,
Con el encendedor apagado, los dos desconocidos comparten un pequeño habitáculo a oscuras en el que apenas pueden moverse. Julio empieza a mover los pies a derecha e izquierda, en el escasísimo espacio que le permite el ancho del ascensor y su respiración se escucha cada vez más agitada.
-¡Esté tranquilo! –Dice Raúl.
-Bueno, me desagrada la oscuridad.
-No se preocupe. No pasa nada. Respire hondo por la nariz y suelte el aire despacio por la boca.
Al ruido de los nudillos en la puerta metálica en el ascensor sale un vecino del tercer piso con una linterna en la mano:
-¿Qué ocurre? –Pregunta acercándose al ascensor.
-Hola, soy Julio, del sexto, nos hemos quedado dos personas encerradas.
-Hola Julio, soy Diego. Estaba terminando de vestirme cuando se ha ido la luz. Menos mal que siempre tengo una linterna a mano.
De pronto los fluorescentes que están en el techo del ascensor se encienden y apagan durante unos segundos y al momento vuelve la luz.
Julio respira hondo y pulsa los botones del sótano y el bajo. Se encienden, pero el ascensor no obedece la orden. Pulsa todos los demás, pero tampoco da resultado.
-Parece que se ha quedado bloqueado –dice Raúl.
-¡Diego! –Grita Julio- Avisa, por favor, a Fernando, ya debe haber llegado.
La voz de Julio es trémula. La luz blanca de los fluorescentes proyectada desde arriba en su rostro cerúleo y sudoroso le confiere un aspecto cadavérico.
-¿Se encuentra bien? –Pregunta Raúl.
-Algo mejor –Contesta Julio aflojándose la corbata- Espero que ya haya llegado el portero. Él tiene una llave palanca de esas para abrirlo desde fuera.
-No se preocupe no hay peligro ninguno. Siga respirando hondo.
Raúl saca de su maletín un pequeño bloc y empieza a escribir. Julio lo mira.
-¿Se va a poner a escribir ahora?
-No escribo, tomo nota. Se me acaba de ocurrir una idea para la novela que estoy escribiendo –Dice, mientras se sienta sobre su maletín de viaje y estira las piernas lo que le permite el espacio.
Desde fuera se escucha a Diego hablar con Fernando, el portero, y el sonido metálico de la llave palanca chocando contra el ascensor.
-¡Tranquilos, que ya estoy intentando abrir! Se ha quedado parado entre el tercero y el segundo –dice Fernando.
-¡Gracias! –Contesta Julio.
-Pues la novela trata sobre un delincuente. Verá, un pobre diablo. Nacido en una familia marginal, en un barrio marginal….-Continúa Raúl.
-¡Qué calor! –dice Julio, que se quita la corbata, la dobla, la guarda en un bolsillo de la  chaqueta, se desabrocha el primer botón de la camisa y mira su reloj.
-Pues desde que nació estaba predeterminado que iba a ser delincuente. Antes de nacer su padre abandonó a su madre, había vivido siempre en un barrio marginal, en una familia mutilada, con una madre más que permisiva… En fin, es el resultado de la influencia del medio en el individuo.
-¿Cree que tiene más influencia el medio que la genética? –Pregunta Julio.
-Pues la genética tiene su importancia para muchas cosas, pero desde luego yo diría que el medio influye más, sobre todo en los casos de delincuencia.
>>Vaya, debería usted quitarse la chaqueta. Está empapado.
-Sí, bueno.
Julio se quita la chaqueta, la dobla y la pone sobre el portafolio que está en el suelo del ascensor.
-Pues, de niño apenas va al colegio. La escuela que tiene es la calle; los amigos, futuros delincuentes también, y ya desde la infancia empieza a robar en los supermercados; luego carteras en el metro, después descubre las grandes superficies comerciales, etc. etc. De vez en cuando lo cogen y llaman a la policía. Pero claro, como es menor lo sueltan y sigue delinquiendo.
-Desde luego es que la ley del menor habría que cambiarla. Esto se ha convertido en el paraíso de los delincuentes –Argumenta Julio.
-No consigo abrirlo, se ha bloqueado. Tendré que llamar a Mantenimiento –Grita Fernando desde fuera.
-¿Y cuánto tiempo pueden tardar? –Pregunta Julio
-Pues no lo sé, pero como está el tráfico a esta hora… treinta, cuarenta minutos….
-¡Oiga Fernando! Soy Raúl, hermano de Adela, del quinto. Ahí en la puerta debe haber un taxi que yo he llamado. Dígale por favor que se vaya –dice Raúl subiendo la voz.
-De acuerdo –Contesta Fernando- ahora mismo bajo.
-Pues parece que voy a perder el tren. Intentaré coger el siguiente.
>>Y ahora sí que tengo tiempo de contarle mi novela, si no le aburre.
-No, yo tendría que estar ya en la oficina, pero visto lo visto, por lo menos se nos hará el tiempo más corto.
-Entonces continúo:
>>Ya de mayor, se dedica a asaltar viviendas cuando no hay gente dentro, buscando dinero, joyas y objetos pequeños de valor; los que pueda llevar en una mochila, por si tiene que salir corriendo. Una noche entra en un chalé en una urbanización de las afueras pensando que no hay nadie pero dentro hay un matrimonio durmiendo. Ella se despierta.
“-¿Juan, has oído algo?”
Juan está en el primer sueño y le cuesta despertar.
“-Juan, despiértate –le dice ella zarandeándolo- que creo que ha entrado alguien en casa”
Juan se levanta de un salto, se dirige a la puerta del dormitorio y oye unos pasos fuera.
“-¿Quién anda ahí?“ –Pregunta.
-Ya he avisado a la empresa de Mantenimiento y también he despedido el taxi. Tengan un poco de paciencia –Dice Fernando desde afuera, dando antes varias veces con los nudillos en la puerta del ascensor.
-Muchas gracias, luego le pago lo que le haya cobrado por el desplazamiento.
Fernando se va para la portería.
-¿Y qué paso? –Pregunta Julio que ahora respira algo más relajado.
-Pues que el joven intenta escapar. El propietario sale del dormitorio y su mujer detrás de él. Ven al joven corriendo escaleras abajo, él hombre corre tras él
“-¡Ladrón, ladrón, Luisa, llama a la policía!” –Le dice a su mujer- Pero se le dobla un pie en un escalón y cae por las escaleras, con tan mala fortuna que se golpea en la cabeza y se mata.
-¿Quién?
-El hombre. Pero su mujer ha visto la cara del delincuente y lo reconoce, ya que está fichado por la policía, por lo que poco después lo cogen y lo meten en la cárcel, y  allí es donde aprende todo lo que le faltaba saber para ser un auténtico profesional.
>>Cuando sale, continúa asaltando casas, y empieza a robar coches y, a medida que se van amontonando los delitos contra él, parece que va perdiendo el miedo y ya le da igual asaltar una casa vacía o con gente dentro y, aunque no ha cometido ningún delito de sangre, va armado con una navaja de gran tamaño.
-Si, empiezan por poco y nunca se sabe dónde pueden llegar; parece que intentan echar un pulso a la sociedad, o a la autoridad, a ver quién puede más –Argumenta Julio mirando su reloj.
Por las escaleras del edificio se oye el jaleo de algunas personas bajando y subiendo.
Raúl continúa con su relato y la respiración de Fernando suena bastante menos agitada.
-Pues otro día se va a otra urbanización de chalés, no la primera donde falleció aquel hombre. Va vestido con un mono azul y un maletín en la mano y empieza a investigar las distintas parcelas, las personas que salen y entran de ella…
>>Sale un matrimonio de unos sesenta años de un chalé, andan calle abajo y el joven va detrás. Ve que van hablando un lenguaje gestual, moviendo las manos y mirándose. Entonces les dice por la espalda:
“-¡Buenos días!”
El hombre se vuelve:
“¡Buenos días!”
“¿Saben dónde está el periquito ese que me han dicho que no corta el agua? Vengo a arreglarlo”.
“-¿Un periquito?”-Pregunta el hombre.
“-Sí, soy de mantenimiento y me han dicho que había un periquito de riego por aquí que no cortaba el agua”
“-Pues en esta calle no. Mire en la de detrás”.
“-Gracias”.
La pareja sigue andando y hablando ese lenguaje gestual. Sale otro vecino de al lado, luego llegan unos muchachos al chalé de la esquina… y el joven, el delincuente, se queda  dando vueltas por la urbanización.
Fernando sube otra vez desde la portería y les pregunta:
-¿Están bien? No desesperen que ya no pueden tardar.
-Eso espero –Contesta Julio- Aquí hace un calor tremendo.
Luego se desabrocha los botones de los puños de la camisa y se la remanga hasta el codo.
-Relájese, hombre, que no pasa nada y además ya ha dicho el portero que no tardan.
-Es que me parece que falta ya aire en la cabina.
-¡Qué va! Esto no es una lata de sardinas. Mire -Raúl se pone de pie, arranca una hoja de su bloc, la coge por una esquina con el pulgar y el índice y la acerca a la puerta del ascensor. La hoja se mueve- ¿Ve? –Dice- desde el sótano a la azotea, el hueco funciona como el tiro de una chimenea y el aire entra, las puertas no son herméticas.
-Aún así, ya me parece que me falta aire –Repite Julio, al que le han aparecido unas manchas blancas de saliva espesa en la comisura de los labios.
-Siga respirando hondo y eche el aire despacio por la boca.
>>Pues como le decía, el joven sigue por allí dando vueltas. Al rato vuelve la pareja con unos paquetes y el joven los sigue –Continúa Raúl- Llegan a la casa y antes de entrar el hombre saca una llave del bolsillo, se dirige al coche que lo tiene aparcado cerca de la puerta, abre el portaequipaje y los mete. La mujer le hace unos gestos con las manos y se va para dentro de la casa.
Julio quita la chaqueta de encima del portafolio, lo abre, saca unas hojas de papel escritas que pliega a la mitad y empieza a abanicarse con ellas. Luego vuelve a colocar la chaqueta donde estaba.
-Hace un calor tremendo –Dice.
Raúl no contesta y sigue con su historia:
- El joven está escondido en el costado de la casa. Una vez que el hombre ha soltado los paquetes, entra en la casa y al momento vuelve a salir con una maleta de viaje y deja la puerta abierta; circunstancia que el joven aprovecha para escurrirse dentro de la casa. El hombre coloca la maleta en el portaequipaje y vuelve a entrar.
-Encima se lo están poniendo fácil –dice Julio.
-Luego sale la pareja con otra maleta y cierran la puerta. En ese momento pasa un vecino paseando un perro.
“-¿Qué, de vacaciones?” –Pregunta.
“-Se puede decir que sí. Mi hija vive en la costa y nos ha insistido para que pasemos allí el verano, a mi mujer le viene muy mal el calor –Responde el hombre- Así que por lo menos dos meses estaremos fuera, hasta que afloje”
“-Pues nada, que tengan buen viaje y buen verano”
“-Gracias, contesta el hombre, mientras su mujer le dice adiós al vecino con la mano.”
Colocan el resto del equipaje en el coche, se meten dentro y arrancan. Pero al momento se para el coche, sale la mujer de él y vuelve a entrar en la casa.
-Vaya, y ahora ve al delincuente ¿no?
-No, no lo ve.
Se oye el ruido de varias personas hablando fuera.
-Oiga, don Julio –Grita Fernando desde fuera- Si oyen un golpe fuerte no se asusten, que es que tienen que saltar al techo del ascensor para arreglarlo.
-¿Saltar? –pregunta Julio.
-Sí, no puede ser de otra manera, tienen que maniobrar desde allí.
Suena el golpe de los pies del operario que ha saltado sobre el techo, el ascensor vibra u8n poco y también los fluorescentes y la luz en el interior. El corazón de Julio se acelera y la saliva espesa en la comisura de sus labios se hace más abundante.
Raúl ha vuelto a anotar algo en su bloc.
-Ya mismo estamos fuera –Dice.
-¡Esperemos! Creo que llevo aquí una eternidad – Contesta Julio.
-Bueno, no ha sido tanto tiempo.
-Pues, se me ha hecho interminable.
En ese momento el ascensor se mueve hacia abajo, llega a la planta segunda y se abre la puerta. Julio sale y respira hondo. Raúl lo sigue.
Dos operarios de mantenimiento están allí fuera.
-¿Qué tal? –pregunta uno de los operarios.
-No es demasiado agradable quedarse encerrado en esa caja metálica, y menos a oscuras ¿no cree? –Contesta Julio.
-Pues, ya está arreglado, pero estos ascensores es que ya están muy viejos.
-Ya, ya lo sé. Bueno, muchas gracias –dice Julio.
-Sí, muchas gracias  –Añade también Raúl.
Bajan los dos por la escalera y cuando llegan a la planta baja Raúl se dirige a la portería para devolver a Fernando lo que ha pagado al taxista. Julio lo sigue y lo espera.
-Al final me voy a quedar sin conocer cómo termina la novela.
-¿De verdad le interesa?
-Bueno, la verdad es que esa historia del asalto a la casa y que el propietario se mató al caer por la escalera se parece mucho a la de José María Salguero, “El chicle” ¿verdad?.  Han hablado de él en la tele varias veces.
-Efectivamente, es él.
Y últimamente dijeron que estaba desaparecido ¿no?
-Pue sí, pero apareció hace dos días.
-¿Y usted está escribiendo una novela sobre él?
-Realmente no, sólo he intentado distraerle para que no sufriera usted una crisis de ansiedad en el ascensor. Soy psicólogo y cuando “El chicle” estuvo en la cárcel intervine en su informe psicológico, por eso conozco su historia.
-¿Y entonces, las notas que escribía en su bloc?
-Perdóneme, pero estoy haciendo una tesis sobre la ansiedad y anotaba su reacción ante esa situación.
-¡Vaya! Y ¿la segunda parte de la historia es verdad o no?
-También es real.
- ¿Entonces, le hace algo a la mujer cuando entra en la casa?
-No, no le hace nada. La pareja del chalé son mis padres y Adela es la hija con la que se vinieron a pasar el verano. Yo llevo seis meses viviendo en Londres y hace tres días llegué aquí aprovechando que estaba aquí toda la familia para verlos.
-¡Qué casualidad! ¿Entonces qué ocurrió cuando su madre entró en la casa con el delincuente allí?
- Pues ella mete la llave en la cerradura y el joven que está en la planta baja la escucha abrir la puerta.  La casa tiene un ascensor interior para subir a las dos plantas altas. El ascensor estaba en la planta baja y el joven, “El Chicle”, se esconde dentro. Pero la puerta del ascensor se queda abierta y si mi madre hubiera cruzado el salón podría haberlo visto allí. Él, sabiendo que no iba a poder oír el ruido del ascensor, pulsa la planta alta  para que se cierre. El ascensor se cierra y sube y en ese momento, mi madre hace lo que ha entrado a hacer y vuelve a salir de la casa. Se mete en el coche y emprenden el viaje hasta aquí, donde pasan todo el verano, hasta hace dos días que volvieron a casa.
-¿Y qué es lo que había ido a hacer su madre en la casa?
-Pues había olvidado cortar la palanca general de la electricidad.
Un escalofrío sacude a Julio.
-Agradezco que no me lo contara ahí dentro –Dice.
-Descuide, me habría inventado otro final.
>>Cuando llegaron mis padres, además de llamar a la policía, llamaron a casa de Adela y nos lo contaron todo. Ayer la policía lo identificó y yo me voy hoy para pasar unos días con ellos antes de volver a Londres. Ha debido ser un shock.
Los dos hombres se despiden, Raúl sale a la calle y Julio se dirige al garaje. Mira el ascensor que ya funciona, pero se va hacia las escaleras. Baja los escalones despacio, entra en su coche y lo arranca. Pone la radio y están dando la noticia.









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