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viernes, 8 de junio de 2012

Mª Angeles Macías Alegre-7º relato

La Esperanza
Fernán estaba descansando en la playa después de haberse dado un baño. Miraba el horizonte y veía saltar los peces por encima de la superficie del mar. El paraje era hermoso. Mirando en dirección al mar, la playa en ambos lados estaba limitada por rocas de gran altura que al introducirse en el agua creaban islas montañas que se extendían muy a lo lejos como cresta de algún gigantesco vertebrado marino. La tierra abundante en pino, romero y lavanda aportaba aromas que el viento marino expandía. Fernán observaba las olas onduladas y suaves que se elevaban apenas del trazo horizontal de la superficie del mar, escuchaba su sonido, como una “s” prolongada en su viaje final a la orilla. Los delfines jugueteaban y  lo llamaban para que los acompañara en sus juegos acuáticos, el sonreía al mirarlos y les indicaba con sus manos en lenguaje mímico que necesitaba descansar. Vivía en una Fraternidad llamada La Esperanza, situada en  la costa sur del país.  

-Hace días decidí visitar a mi primo que vive en una comunidad llamada La Concordia, situada cerca del Gran  Lago  “Don de la tierra de Occidente”. Estaba enfermo de unas fiebres extrañas.
-Sabía de su enfermedad, Las palomas mensajeras que vienen del interior nos trajeron lnoticias, esperanzadoras algunas y otras desalentadoras.
Helena le mira sonriente y pone sus manos sobre su brazo izquierdo, apretándolo levemente. El vuelve su cabeza hacia ella.
-Gracias hermana tus buenos deseos  me calman.

Un habitante de la Fraternidad le conduce hasta Rodrigo, sentado en una mecedora situada frente al gigantesco lago occidental. Fernán se acerca a Rodrigo y se inclina en señal de reverencia; sus manos están cruzadas sobre su pecho. 
-Hermano que tus días sean luminosos y llenos de amor.
-Mi corazón se llena de gozo al verte. Luz y amor para ti hermano.
Rodrigo se levanta con dificultad, se apoya con su mano izquierda en un bastón de madera tallado que esquematiza la figura de un ibis y une su palma derecha que mira a Rodrigo, colocada a la altura del corazón, con la la palma derecha que él le ofrece. Sus manos irradian una luz dorada que les confirma sus buenos deseos.

Rodrigo se había contagiado de una rara enfermedad durante un viaje de exploración que había durado tres meses, investigaba señales de asentamientos humanos.    Viajó a la zona ecuatorial a los lugares donde la selva  se extiende sin límites.
-La selva respira hondamente, exhalando oxígeno y tragando las miasmas de nuestro mundo contaminado. El mundo está cambiando Fernán cambia para bien, las señales son alentadores.
-¿Qué señales has visto?.
-Estuvimos andando durante días en dirección a la cadena montañosa La Trinidad. Al consultar los mapas, nos indicaron una jornada más de marcha. ¡Estábamos felices, por fin lográbamos nuestro primer objetivo!. Estudiaríamos la zona al detalle, flora, fauna, tomaríamos muestras vegetales.
-¡Tuvo que ser emocionante! Fernán. Son pocos lo que se han atrevido llegar tan lejos. Existe un miedo generalizado a traspasar las Columnas de Hércules,.
Helena abrió los ojos de asombro y abrazó a Fernán de puro contento. Fernán soltó una carcajada por su reacción tan infantil.
-Cuéntame más Fernán quiero saberlo todo.
Fernán apenas parpadea ante las noticias de Rodrigo.
-¿Qué ocurrió Rodrígo, qué ocurrió?
-Cuando llegamos al lugar donde debía estar la cadena montañosa la Trinidad, no podíamos percibirla,  desaparecida. Consultamos los mapas, nos indicaban que allí era, debian estar en aquel mismo lugar. Los parámetros eran correctos, la brújula marcaba suroeste pero ellas habían desaparecido.
- ¿Tragadas por la tierra tal vez?, ¿una falla en el terreno?.
- No Fernán, la jungla las había cubierto. Descubrimos una fuerte pendiente en el terreno y al llegar al punto máximo de subida, en la cumbre de la cadena montañosa, subidos a un risco de pura roca, muy por encima de las copas de los arboles, vimos a lo lejos la “Planiecie del Cielo”. Todo era un extenso tapiz verde repleto de matices. Vimos volar águilas y halcones y aves de muchas especies diferentes que considerábamos desaparecidas. Los árboles se extienden con un mar sin fin Fernán, como un gran mar sin fin.
-Son alentadoras tus noticias. El mundo mejora.
-¡Fernán es maravilloso qué visión tan alentadora!, íbamos con la desesperanza de hallar un desierto y sin embargo no dábamos crédito a lo que veíamos.
Pasaron algunos días donde él me contaba con detalle sus hallazgos, también le acompañaba en sus terapias de recuperación, algunas muy interesantes.
-¿Es cierto lo que dicen sobre el poder magnético del agua?
-Sí es cierto. Un agua de extrañas caracteristicas. Unas bañeras talladas en la roca se llenaban del agua del lago y él se sumergía a la luz del sol. Rodrigo esparcía al agua flores que crecen en los alrededores del lago. Después de cada baño el se rejuvenecía un poco más.  
-“Don de la Tierra de Occidente” es nuestra vida, de él extraemos el alimento: algas y pescado. De el se nutren los bosques, los animales beben de sus aguas. Las aves acuáticas colonizan los cañaverales, anidando y reproduciéndose año tras año. La caza aquí es abundante. El riega los bosques empapando sus raíces. Se expande por el subsuelo en millones de pequeñas corrientes que vitalizan toda esta tierra.
Helena casi inmóvil escuchaba el relato de Fernán solo de vez en cuando realizaba algún movimiento de acomodo con su cuerpo.
-Nunca he estado allí, tengo noticias de sus dimensiones colosales, también  le llaman “El Gran Mar del Interior”.
-Efectivamente es una gran mar de agua dulce, un mar sin límites cuyas aguas abundan en esturiones. Es como una gran presa de contornos inconmensurables, de aguas tranquilas, excepto en su lado más oriental donde se originan corrientes de gran fuerza que conducen a una gran catarata de caída vertiginosa. El mundo parece que termina allí.  Un fuerza poderosa se siente, tu cuerpo vibra de tal forma que espanta sentirlo y tus oídos después de escuchar su sonido queda ensordecido por mucho tiempo. ¡Es la fuerza de Kum hermana,  puedes sentirla!.
-¡La catarata de Kum, la famosa catarata de Kum,  estuviste allí Fernán!.
-Si estuve allí, el sonido eliminó mis preocupaciones y renovó mi lucha.
Han pasado algunos días de la llegada de Fernán, Rodrigo sometido a una terapia intensiva de sanación se va recuperando y una noche…
-Fernán levántate, te espero fuera- se levanta y se viste con ligereza, observa que Rodrigo le ha dejado un abrigo de gruesa piel tratada con grasa natural adecuada para zonas húmedas y frías, botas y gorro. El sin preguntar se viste con ella se calza las gruesas botas y se coloca el gorro forrado en piel de cordero. La noche está  fría. Rodrigo le espera portando una lámpara de suaves destellos plateados. Le conduce en silencio hasta una pequeña barca de madera cuyos símbolos plateados de estrellas y lunas,  relucen suavemente con luz propia. La barca es un gran ánade flotando en las tranquilas aguas.
Es la cuarta hora del ciclo de la noche. Una gran oscuridad sin luna plagada de estrellas.
La nave comienza a navegar, unos remos la impulsan, un viento le ayuda.
-Fernán este es mi regalo de agradicimiento por tu bondad, pocos han tenido valor para experimentarlo. No te diré nada, solo vivirás.
-Noche estrellada, limpio firmamento de estrellas, aguas tranquilas de la tierra que reflejan el cielo infinito. Un tiempo sin tiempo extenso. ¿Eran las aguas del espacio ó de la tierra por las que yo navegaba?.
Helena apenas parpadea sus ojos, sus manos abrazan sus rodillas flexionadas y su barbilla descansa en ellas.
-Prepárate Fernán hemos de dar un giro brusco, baja tu cabeza el cambio en la dirección de la vela puede darte un golpe.
-En el punto exacto donde comienza la intensa corriente que produce la catarata y cercana a la misma, se divisa una pequeña bahía adecuada para llevar una nave y amarrarla sin peligro, asunto que nos permitió tomar tierra y seguir el cauce hasta la catarata.
Ambos caminan en silencio, el amanecer comienza, surge el “Lucero de la Mañana” en el oriente y allí en el borde del mundo…
- Fernán ven saludemos al sol.
Se arrodillan y se sientan sobre sus piernas flexionadas,  cruzan sus manos sobre el pecho y recitan una oración al sol naciente.
-Ví un arcoiris inmenso sin principio ni fin, el sol naciendo del gran océano y nosotros apenas eramos dos pequeñas gotas de agua, insignificantes en un saliente de roca a una altura vertiginosa. 

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