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lunes, 4 de junio de 2012

-Relato 7 de Julián Rabadán

Las construcciones se amontaban unas sobre otras, realizadas en adobe, de planta semicircular, tenían el techo de paja  y  cada conjunto formaba una calle. Así el conjunto de calles conformaba el pequeño asentamiento. La vida fluía a través de la actividad de los pobladores, la mayoría de los hombres ir a cazar, las mujeres recolectar, los niños traer agua... Los cazadores volvían cuando una figura llegó con las últimas horas de la tarde. Un hombre caminaba con paso lento pero firme en dirección  a la aldea. Algunos de los habitantes se quedaron mirándola, pero la luz del sol no permitía ver con claridad la lejanía. A medida que se acercaba iba siendo más visible, era un hombre delgado pero fuerte, su paso era lento pero decidido. Cuando llegó a la aldea habló con voz profunda y fuerte.
–Saludos hijos del Dios Oso, ¿aún vive Trueno Oscuro? –De entre las gentes que miraban curiosos al extranjero se escuchó una voz.
–No tendrás la suerte de matarme antes de tiempo, Lobo Errante. –Un hombre de pelo blanco y largo se abrió paso a través de los curiosos–. Maldito vagabundo sin clan ¿qué buen espíritu te ha traído de regreso hasta nosotros? ¿O es acaso que el lobo vagabundo no recordaba cómo llegar hasta el poblado del oso?
Ambos hombres rieron con voz casi juvenil. El desconocido, como bien había mencionado el hombre de pelo blanco, llevaba una piel de lobo como capa de viaje, un zurrón y  un callado con la forma del mismo animal. En cambio, el hombre que se había identificado como Trueno Oscuro de pelo blanco llevaba una ropa un poco mas ornamentada aunque sencilla, toda de piel y un bastón de mando colgando del brazo.
–Hermanos –Dijo Trueno Oscuro hablando para todos y para nadie a la vez– ¿Es que no recordáis a este viejo lobo? –Miró en general como esperando una respuesta.
Una voz se alzó con timidez y preguntó – ¿Es el cuentacuentos?
–Sí, el cuentacuentos Lobo Errante. El más grande tejedor de sueños que ha conocido nuestra tierra –Un murmullo de sorpresa empezó a sonar entre todos los habitantes de la aldea. Los niños se movieron hasta las primeras filas y empezaron a hablar entre ellos y reír mientras señalaban al extranjero–. ¿A qué esperáis? ¿Es que acaso no tenéis modales? ¿No vais a agasajar a nuestro invitado? ¿Cómo esperáis que nos deleite con uno de sus cuentos o canciones si no le mostráis el respeto debido?
Rápidamente todo el mundo comenzó a moverse, los hombres se quitaban de en medio e iban a buscar comida, bebida y leña para hacer una gran hoguera. Las mujeres corrieron  a sus casas a por los utensilios para la comida y a preparar cosas para traer al tejedor de sueños.
–Antes que nada tienes que ofrecerle tus respetos al tótem de la aldea Viejo Lobo –Dijo con una sonrisa trueno oscuro mientras la gente se movía a su alrededor.
–Yo rezo al Lobo Creador de Historias, Viejo Brujo –Le contestó Lobo Errante también con una sonrisa–. Pero será un honor hacer una ofrenda al Dios Oso y a la Diosa Madre.
 Ambos comenzaron a avanzar por las calles de la aldea con paso lento. Los niños acompañaban a Trueno Oscuro  y a Lobo Errante hasta la plaza del poblado que formaban las calles. En medio de la plaza se alzaba un monolito que representaba la tumba del Dios fundador de la tribu, el Dios Oso, y a la madre de todas las cosas, Señora de la vida y la muerte.  Ambos se inclinaron ante el monolito de granito mientras los demás hombres preparaban la gran pira para la fiesta de aquella noche.
–Qué vas a ofrecer pequeño hereje –Le preguntó Trueno Oscuro.
Lobo Errante miró su sucio zurrón.
–Sólo tengo unas bellotas símbolo de la madre. –Trueno Oscuro asintió a la ofrenda de su amigo–. Y ¿sería bien vista por el Dios una canción? –Lobo Errante no esperó a la respuesta de su amigo, su voz comenzó a sonar con una única nota dulce pero triste. Cantó una canción en la que contaba como la Madre de Todas las Cosas se había unido al Dios Oso para fundar el Clan del Oso. El Dios Oso se encarnó para guiar a su pueblo y cuando lo vio prosperó volvió a la Diosa Madre. La canción era tan dulce que todo el poblado se quedó en quietud para poder escuchar la profunda y bella voz del extranjero que no requería de ningún acompañamiento. Cuando terminó el primero en hablar fue Trueno Oscuro.
–Seguro que al Dios Oso le ha gustado. Maldito –dijo entre risas y golpeando con el bastón de mando a lobo errante–, después de eso entiendo por qué la Diosa Madre nos dio las palabras. Te echaba de menos amigo –Se giró hacia los que amontonaban leña– ¿Es que ya habéis terminado gandules? ¿Qué va a pensar nuestro invitado? ¿Sois tontos y os quedáis mirando a ver si de las piedras mana agua?
Todos volvieron rápidamente a lo que estaban haciendo. Lobo Errante jugaba con los chiquillos a ver quién era el que más se acercaba a él, pero en el último momento antes justo de tocarle salían corriendo si atreverse mientras él reía. 
–Niños dejadle en paz –Les gritó Trueno Oscuro– Siéntate aquí conmigo, hermano –Le dijo a Lobo Errante mientras ambos se acomodaban en el lugar de honor que tenían frente al fuego. – Y cuéntame ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Qué has visto? ¿Qué has hecho? Hace muchas estaciones que no te veía.
–Gracias hermano –Le contestó Lobo Errante mientras se sentaba junto a él–. Pues la verdad, recorrer caminos, hasta que llegué a donde el cielo se une con la tierra y  el agua no se puede beber. Allí donde la tierra es cálida y se desliza entre tus dedos. Llegué a lugares tan fríos que pensé morir y donde el agua estaba tan fría que se había hecho roca –Al oír esto Trueno Oscuro río y los niños se comenzaron a sentar a su alrededor con ojos expectantes–. He visto lugares donde el viento sopla tan fuerte que levanta a hombres por los aires y arranca árboles del tamaño de montañas. He pasado hambre, sed, frío y calor. He conocido a otras tribus, no a la del Ciervo y la del Caballo. Sino tribus que decían proceder del mar, tribus que hablaban de hombre que cruzaban el río que no se puede beber en vasijas enormes hechas con árboles. He visto las maravillas de hombres que podían deshacer la piedra y volver a formarla. He visto magia y criaturas que jamás creerías pero sobretodo encontré lo que andaba buscando: nuevas historias que contar –Las caras de los que le escuchaban, mostraban que podían ver perfectamente en su mente todo lo que aquel hombre describía con su profunda voz y sus dulces palabras, lo creyeran o no.
Trueno Oscuro asintió y los niños reían mientras Lobo Errante hacía juegos de manos para ellos.


Después del banquete en torno a la gran pira, en el que todos habían comido para celebrar la llegada de su invitado, llegó la hora de las historias. Lobo Errante contó varias historias viejas que los adultos conocían de cuando eran niños y los niños escuchaban por primera vez; pero eran aquellas historias que todos tenían que conocer en su vida.
Lobo Errante se llevó el cuenco a los labios y bebió un largo trago para aclararse la garganta.
–Ésta será la última historia –Un mismo sonido de decepción fue coreado al unísono por toda la aldea cuando escucharon sus palabras–. Lo siento pero es tarde y los años no me permiten aguantar mucho más. ¿Sobre qué os gustaría que fuese la ultima historia?
Un murmullo se escuchó en torno al fuego.
–Sobre la Diosa Madre –Dijo una voz femenina de entre los espectadores.
–Sobre  el pasado –Dijo una voz masculina.
–Sobre los dioses –Dijo Trueno Oscuro.
–De miedo –Gritaron al unísono los niños para hacerse oír.
El Viejo Lobo miró a los niños que estaban a sus pies con una media sonrisa. Se aclaró la garganta y preguntó:
– ¿De miedo? ¿Qué sabéis del miedo? Siendo yo muy joven, cuando mis ojos aun veían en la oscuridad de la noche y mis  brazos y piernas aun eran fuertes como para luchar con cualquier animal, invocaba al Dios Lobo a menudo para conocer una historia de los labios del propio tejedor de cuentos. En aquella época era tan joven que no conocía el miedo y desafié al gran tejedor a aparecerse ante mí –El fuego de la enorme pira bailaba y lamía la madera mientras la consumía. El humo oscuro ascendía hasta el cielo más allá de donde las llamas de la pira permitían distinguirlo de la oscura noche–. No esperaba que el Gran Lobo me tomase en serio y fue enorme mi sorpresa cuando salió de entre las llamas, enorme más grande que un caballo, más ocurro que la noche y de ojos brillantes como las estrellas.
<<Así que quieres que te cuente una historia con mis propios labios>>.
 Me dijo, mientras se reía con una risa que me tranquilizó, pues estaba muerto de miedo ante aquella aparición.
<<Escúchame bien Lobo Errante, pues no habrá otro narrador que pueda contarte esta historia. ¿Ves en lo alto aquella estrella roja?>>
Me señaló al cielo como ahora os muestro yo.
<<Hace mucho tiempo que nació un niño, al cual sus padre lo llevó allí a vivir. No eran los únicos que vivían allí, toda su tribu vivía allí. Y muchas tribus más. Tenían los conocimientos para poder viajar de aquel planeta al nuestro y volver, así como para hacer muchas más cosas>>.
<<El bebe creció hasta convertirse en un niño, sano y fuerte, pero un día jugando vio por la noche, en el cielo, un punto azul. Siempre había estado ahí, pero era la primera vez que se fijaba, que pensaba en él. Sintió como el lugar en el que había nacido le reclamaba, como su cuerpo ascendía inerte, como se quedaba sin aire y como cuando estaba a la mitad entre los dos mundos se paraba. Sintió la desazón de morir, de ahogarse, el miedo de no poder moverse entre dos mundos, quería gritar, luchar, pelear, hacer algo. Pero su cuerpo seguía inerte>>.
<<En aquel momento el Señor del Miedo penetró en él. El niño estaba bien, no se había movido de donde estaba, todo había sido producto de su imaginación. Pero el miedo entró en él. Y el miedo germina despacio como una planta. No nos ataca rápido, espera hasta que es fuerte y entonces nos ahoga>>
<<El niño creció, y sin saberlo la planta del miedo también lo hizo en su interior. Sí, tenía miedo de cosas pequeñas, de las que cualquiera puede tener miedo. Pero aun así pudo encontrar una pareja, y tener descendencia>>
<<Un día sin nada especial, como cualquier otro, salió de su casa y se dirigió a hacer su trabajo. Entonces se fijó en algo que siempre veía pero no miraba. Eran unas enormes máquinas que agujereaban la tierra. Vio como aquellos artilugios se hundían en el suelo y lo destruían. Pero lo que él vio fue como  enormes cuchillos que se clavaban en la tierra buscando su sangre. Cada vez más y más profundos, hasta su destrucción. Y no pudo respirar. Trató de pensar en sus hijos para calmarse. Pero pensó que tendrían que vivir en ese mundo hueco y seco. Que tendrían que luchar en guerras en las que sufrirían, que tendrían que crecer para ver morir las cosas. Cada vez le dolía más el pecho y se quedaba sin aire. Pensó en su pareja. Aquel hermoso ser junto al que vivía y la vio con los años pasando como se volvía vieja, se le caían los dientes, moría su belleza y sufría por la enfermedad y el dolor. Trató de mirar al cielo azul pero lo vio gris, triste, destruido y en ese momento solo puedo correr. Se arrancó la ropa que llevaba, la tiró por el suelo y gritó. Pero cada vez tenía más miedo. Entonces vio  una cueva y pensó que si se escondía dentro quizás el miedo no le encontrase>>.
<<El hombre tuvo que agacharse para poder entrar, estaba oscura fría, arenosa. Golpeó la entrada hasta que consiguió que se desprendiese la roca, tanto que quedó encerrado. Se tumbó en el suelo arenoso. Quedó con los ojos abiertos mirando la oscuridad en la que se sumergió y se dejo llevar. Se dejó llevar por la nada. Se sumergió en la oscuridad del vacío. Se sintió dejar de existir>>.
<<Pasaron días, semanas, años y ninguno de ellos se paró a derribar las piedras de la entrada. Guerras, vida, muerte y nada le alcanzó allí dentro. Pasó el tiempo, las estaciones, el amor y no se fijaron en él. Pasó el hambre, la sed, el aire y no le molestaron ni le llamaron. Y lo más importante de todo el miedo, el miedo no le encontró>>.

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