Las
construcciones se amontaban unas sobre otras, realizadas en adobe, de planta
semicircular, tenían el techo de paja
y cada conjunto formaba una
calle. Así el conjunto de calles conformaba el pequeño asentamiento. La vida
fluía a través de la actividad de los pobladores, la mayoría de los hombres ir
a cazar, las mujeres recolectar, los niños traer agua... Los cazadores volvían
cuando una figura llegó con las últimas horas de la tarde. Un hombre caminaba
con paso lento pero firme en dirección a
la aldea. Algunos de los habitantes se quedaron mirándola, pero la luz del sol
no permitía ver con claridad la lejanía. A medida que se acercaba iba siendo
más visible, era un hombre delgado pero fuerte, su paso era lento pero
decidido. Cuando llegó a la aldea habló con voz profunda y fuerte.
–Saludos
hijos del Dios Oso, ¿aún vive Trueno Oscuro? –De entre las gentes que miraban curiosos
al extranjero se escuchó una voz.
–No
tendrás la suerte de matarme antes de tiempo, Lobo Errante. –Un hombre de pelo
blanco y largo se abrió paso a través de los curiosos–. Maldito vagabundo sin
clan ¿qué buen espíritu te ha traído de regreso hasta nosotros? ¿O es acaso que
el lobo vagabundo no recordaba cómo llegar hasta el poblado del oso?
Ambos
hombres rieron con voz casi juvenil. El desconocido, como bien había mencionado
el hombre de pelo blanco, llevaba una piel de lobo como capa de viaje, un
zurrón y un callado con la forma del
mismo animal. En cambio, el hombre que se había identificado como Trueno Oscuro
de pelo blanco llevaba una ropa un poco mas ornamentada aunque sencilla, toda
de piel y un bastón de mando colgando del brazo.
–Hermanos
–Dijo Trueno Oscuro hablando para todos y para nadie a la vez– ¿Es que no
recordáis a este viejo lobo? –Miró en general como esperando una respuesta.
Una
voz se alzó con timidez y preguntó – ¿Es el cuentacuentos?
–Sí,
el cuentacuentos Lobo Errante. El más grande tejedor de sueños que ha conocido
nuestra tierra –Un murmullo de sorpresa empezó a sonar entre todos los
habitantes de la aldea. Los niños se movieron hasta las primeras filas y
empezaron a hablar entre ellos y reír mientras señalaban al extranjero–. ¿A qué
esperáis? ¿Es que acaso no tenéis modales? ¿No vais a agasajar a nuestro invitado?
¿Cómo esperáis que nos deleite con uno de sus cuentos o canciones si no le
mostráis el respeto debido?
Rápidamente
todo el mundo comenzó a moverse, los hombres se quitaban de en medio e iban a
buscar comida, bebida y leña para hacer una gran hoguera. Las mujeres
corrieron a sus casas a por los
utensilios para la comida y a preparar cosas para traer al tejedor de sueños.
–Antes
que nada tienes que ofrecerle tus respetos al tótem de la aldea Viejo Lobo –Dijo
con una sonrisa trueno oscuro mientras la gente se movía a su alrededor.
–Yo
rezo al Lobo Creador de Historias, Viejo Brujo –Le contestó Lobo Errante
también con una sonrisa–. Pero será un honor hacer una ofrenda al Dios Oso y a
la Diosa Madre.
Ambos comenzaron a avanzar por las calles de
la aldea con paso lento. Los niños acompañaban a Trueno Oscuro y a Lobo Errante hasta la plaza del poblado
que formaban las calles. En medio de la plaza se alzaba un monolito que
representaba la tumba del Dios fundador de la tribu, el Dios Oso, y a la madre
de todas las cosas, Señora de la vida y la muerte. Ambos se inclinaron ante el monolito de
granito mientras los demás hombres preparaban la gran pira para la fiesta de
aquella noche.
–Qué
vas a ofrecer pequeño hereje –Le preguntó Trueno Oscuro.
Lobo
Errante miró su sucio zurrón.
–Sólo
tengo unas bellotas símbolo de la madre. –Trueno Oscuro asintió a la ofrenda de
su amigo–. Y ¿sería bien vista por el Dios una canción? –Lobo Errante no esperó
a la respuesta de su amigo, su voz comenzó a sonar con una única nota dulce
pero triste. Cantó una canción en la que contaba como la Madre de Todas las
Cosas se había unido al Dios Oso para fundar el Clan del Oso. El Dios Oso se
encarnó para guiar a su pueblo y cuando lo vio prosperó volvió a la Diosa
Madre. La canción era tan dulce que todo el poblado se quedó en quietud para
poder escuchar la profunda y bella voz del extranjero que no requería de ningún
acompañamiento. Cuando terminó el primero en hablar fue Trueno Oscuro.
–Seguro
que al Dios Oso le ha gustado. Maldito –dijo entre risas y golpeando con el bastón
de mando a lobo errante–, después de eso entiendo por qué la Diosa Madre nos
dio las palabras. Te echaba de menos amigo –Se giró hacia los que amontonaban
leña– ¿Es que ya habéis terminado gandules? ¿Qué va a pensar nuestro invitado? ¿Sois
tontos y os quedáis mirando a ver si de las piedras mana agua?
Todos
volvieron rápidamente a lo que estaban haciendo. Lobo Errante jugaba con los
chiquillos a ver quién era el que más se acercaba a él, pero en el último
momento antes justo de tocarle salían corriendo si atreverse mientras él
reía.
–Niños
dejadle en paz –Les gritó Trueno Oscuro– Siéntate aquí conmigo, hermano –Le
dijo a Lobo Errante mientras ambos se acomodaban en el lugar de honor que
tenían frente al fuego. – Y cuéntame ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Qué has visto?
¿Qué has hecho? Hace muchas estaciones que no te veía.
–Gracias
hermano –Le contestó Lobo Errante mientras se sentaba junto a él–. Pues la
verdad, recorrer caminos, hasta que llegué a donde el cielo se une con la
tierra y el agua no se puede beber. Allí
donde la tierra es cálida y se desliza entre tus dedos. Llegué a lugares tan
fríos que pensé morir y donde el agua estaba tan fría que se había hecho roca –Al
oír esto Trueno Oscuro río y los niños se comenzaron a sentar a su alrededor
con ojos expectantes–. He visto lugares donde el viento sopla tan fuerte que
levanta a hombres por los aires y arranca árboles del tamaño de montañas. He
pasado hambre, sed, frío y calor. He conocido a otras tribus, no a la del
Ciervo y la del Caballo. Sino tribus que decían proceder del mar, tribus que hablaban
de hombre que cruzaban el río que no se puede beber en vasijas enormes hechas
con árboles. He visto las maravillas de hombres que podían deshacer la piedra y
volver a formarla. He visto magia y criaturas que jamás creerías pero sobretodo
encontré lo que andaba buscando: nuevas historias que contar –Las caras de los
que le escuchaban, mostraban que podían ver perfectamente en su mente todo lo
que aquel hombre describía con su profunda voz y sus dulces palabras, lo
creyeran o no.
Trueno
Oscuro asintió y los niños reían mientras Lobo Errante hacía juegos de manos
para ellos.
Después
del banquete en torno a la gran pira, en el que todos habían comido para
celebrar la llegada de su invitado, llegó la hora de las historias. Lobo
Errante contó varias historias viejas que los adultos conocían de cuando eran
niños y los niños escuchaban por primera vez; pero eran aquellas historias que
todos tenían que conocer en su vida.
Lobo
Errante se llevó el cuenco a los labios y bebió un largo trago para aclararse
la garganta.
–Ésta
será la última historia –Un mismo sonido de decepción fue coreado al unísono por
toda la aldea cuando escucharon sus palabras–. Lo siento pero es tarde y los
años no me permiten aguantar mucho más. ¿Sobre qué os gustaría que fuese la
ultima historia?
Un
murmullo se escuchó en torno al fuego.
–Sobre
la Diosa Madre –Dijo una voz femenina de entre los espectadores.
–Sobre el pasado –Dijo una voz masculina.
–Sobre
los dioses –Dijo Trueno Oscuro.
–De
miedo –Gritaron al unísono los niños para hacerse oír.
El
Viejo Lobo miró a los niños que estaban a sus pies con una media sonrisa. Se
aclaró la garganta y preguntó:
–
¿De miedo? ¿Qué sabéis del miedo? Siendo yo muy joven, cuando mis ojos aun
veían en la oscuridad de la noche y mis
brazos y piernas aun eran fuertes como para luchar con cualquier animal,
invocaba al Dios Lobo a menudo para conocer una historia de los labios del
propio tejedor de cuentos. En aquella época era tan joven que no conocía el
miedo y desafié al gran tejedor a aparecerse ante mí –El fuego de la enorme
pira bailaba y lamía la madera mientras la consumía. El humo oscuro ascendía
hasta el cielo más allá de donde las llamas de la pira permitían distinguirlo
de la oscura noche–. No esperaba que el Gran Lobo me tomase en serio y fue
enorme mi sorpresa cuando salió de entre las llamas, enorme más grande que un
caballo, más ocurro que la noche y de ojos brillantes como las estrellas.
<<Así
que quieres que te cuente una historia con mis propios labios>>.
Me dijo, mientras se reía con una risa que me
tranquilizó, pues estaba muerto de miedo ante aquella aparición.
<<Escúchame
bien Lobo Errante, pues no habrá otro narrador que pueda contarte esta
historia. ¿Ves en lo alto aquella estrella roja?>>
Me
señaló al cielo como ahora os muestro yo.
<<Hace
mucho tiempo que nació un niño, al cual sus padre lo llevó allí a vivir. No
eran los únicos que vivían allí, toda su tribu vivía allí. Y muchas tribus más.
Tenían los conocimientos para poder viajar de aquel planeta al nuestro y
volver, así como para hacer muchas más cosas>>.
<<El
bebe creció hasta convertirse en un niño, sano y fuerte, pero un día jugando
vio por la noche, en el cielo, un punto azul. Siempre había estado ahí, pero
era la primera vez que se fijaba, que pensaba en él. Sintió como el lugar en el
que había nacido le reclamaba, como su cuerpo ascendía inerte, como se quedaba
sin aire y como cuando estaba a la mitad entre los dos mundos se paraba. Sintió
la desazón de morir, de ahogarse, el miedo de no poder moverse entre dos
mundos, quería gritar, luchar, pelear, hacer algo. Pero su cuerpo seguía inerte>>.
<<En
aquel momento el Señor del Miedo penetró en él. El niño estaba bien, no se
había movido de donde estaba, todo había sido producto de su imaginación. Pero
el miedo entró en él. Y el miedo germina despacio como una planta. No nos ataca
rápido, espera hasta que es fuerte y entonces nos ahoga>>
<<El
niño creció, y sin saberlo la planta del miedo también lo hizo en su interior.
Sí, tenía miedo de cosas pequeñas, de las que cualquiera puede tener miedo.
Pero aun así pudo encontrar una pareja, y tener descendencia>>
<<Un
día sin nada especial, como cualquier otro, salió de su casa y se dirigió a
hacer su trabajo. Entonces se fijó en algo que siempre veía pero no miraba.
Eran unas enormes máquinas que agujereaban la tierra. Vio como aquellos
artilugios se hundían en el suelo y lo destruían. Pero lo que él vio fue
como enormes cuchillos que se clavaban
en la tierra buscando su sangre. Cada vez más y más profundos, hasta su
destrucción. Y no pudo respirar. Trató de pensar en sus hijos para calmarse.
Pero pensó que tendrían que vivir en ese mundo hueco y seco. Que tendrían que
luchar en guerras en las que sufrirían, que tendrían que crecer para ver morir
las cosas. Cada vez le dolía más el pecho y se quedaba sin aire. Pensó en su
pareja. Aquel hermoso ser junto al que vivía y la vio con los años pasando como
se volvía vieja, se le caían los dientes, moría su belleza y sufría por la
enfermedad y el dolor. Trató de mirar al cielo azul pero lo vio gris, triste,
destruido y en ese momento solo puedo correr. Se arrancó la ropa que llevaba,
la tiró por el suelo y gritó. Pero cada vez tenía más miedo. Entonces vio una cueva y pensó que si se escondía dentro
quizás el miedo no le encontrase>>.
<<El
hombre tuvo que agacharse para poder entrar, estaba oscura fría, arenosa.
Golpeó la entrada hasta que consiguió que se desprendiese la roca, tanto que
quedó encerrado. Se tumbó en el suelo arenoso. Quedó con los ojos abiertos
mirando la oscuridad en la que se sumergió y se dejo llevar. Se dejó llevar por
la nada. Se sumergió en la oscuridad del vacío. Se sintió dejar de existir>>.
<<Pasaron
días, semanas, años y ninguno de ellos se paró a derribar las piedras de la entrada.
Guerras, vida, muerte y nada le alcanzó allí dentro. Pasó el tiempo, las
estaciones, el amor y no se fijaron en él. Pasó el hambre, la sed, el aire y no
le molestaron ni le llamaron. Y lo más importante de todo el miedo, el miedo no
le encontró>>.
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