Irene vivía aún con su padre. El cáncer que le habían detectado
tres años atrás hacían que aún no se hubiera ido a vivir con su novio. Sabía
que su padre la necesitaba, y sobre todo desde el divorcio con su madre. Irene
sentía que tenía que devolverle a su padre todo lo que había hecho por ella. Y
se lo tenía que devolver esforzándose, estudiando mucho y cuidándolo.
Cuidándolo ahora que la necesitaba, como él hizo cuando era niña.
Como el dinero no les sobraba en casa pero el espacio sí,
habían decidido alquilar uno de los dormitorios. Carol, una estudiante inglesa,
vivía con ellos.
Carol e Irene no hablaban con mucha frecuencia a pesar de
vivir en la misma casa. Carol hacía gala de su responsabilidad inglesa. Irene,
por su parte, pasaba todo el día fuera hasta que llegaba la noche. La
universidad y su novio ocupaban gran parte de su tiempo.
-Pero, ¿cuándo? ¡Dame una fecha! –Juanma le preguntaba
impertinente-.
-¡Sabes que no puedo! Tengo que cuidar a mi padre. Además,
tengo que acabar mi carrera y en este momento depende de Ángel –Irene
contestaba pesarosa-.
-¿De tu tutor?
-Sí. Sus asignaturas son las más difíciles y tengo que
centrarme. –Irene le cogió la mano a Juanma-. Si tú sabes que estoy deseando
vivir contigo… -Sus labios se acercaran-.
-¡Déjalo, Irene! –Juanma era rotundo-. ¡Quiero que hablemos!
No sé qué te pasa últimamente, pero deberíamos hablar…
-¿Hablar de qué, Juanma? –Preguntaba Irene casi amenazadora-.
-Pues.., pues.., ¡pues del sexo! –Sus palabras sonaron como
una lanza partida en el aire-. Hace casi tres semanas que me das largas con el
sexo, y ya me empiezo a preocupar.
-¡Pero, mi amor! –la voz de Irene se dulcificó-. Que no me
pasa nada. Si es que con la preocupación de todas las cosas… Tú lo sabes. Mi
padre, los estudios, el dinero…
Ambos se quedaron callados durante unos segundos. Inmóviles y
en silencio.
-Juanma, tengo que ir a la universidad –sonaba decisiva la
voz de Irene hacia su novio-.
-Pero, ¿ahora?, ¿tienes que ir ahora? –su novio estaba
extrañado.
-Sí, tengo una tutoría. Es que Ángel no tenía otro hueco. Ya
sabes lo liado que está.
Juanma era catorce años mayor que Irene. Le aportaba a Irene
una protección paternal que echaba en falta, un rumbo fijo, propio de otra
edad. A Juanma, la maleabilidad de un carácter aún inmaduro le atraía
enormemente.
-Vale, vale… Te acerco en la moto, pero agarra fuerte el
bolso. No quiero que se te caiga otra vez. –respondió resignado, Juanma-.
Irene entró en el despacho. Apenas había gente en la
universidad. Con un gesto autómata se dirigió al sillón donde Ángel la
esperaba. Se arrodilló frente a él y comenzó a desabrocharle el pantalón.
Cuando Ángel le hizo señas para que se marchara, Irene cogió
su bolso, se enfiló hacia la puerta y se dirigió a su profesor sin ni siquiera
mirarlo.
-No voy a seguir con esto. Esta ha sido la última vez. –
Irene se mostraba dueña de la situación. Decidida-.
-Creo que no… -El profesor se abrochaba el pantalón.
Sonreía-. Creo que no. ¿ Y sabes por qué? Porque tú quieres aprobar la carrera…
Y tu padre no querrá que suspendas…
Irene apretó los dientes, agarró el tirador de la puerta. La
abrió. Cuando puso la primera pierna en el pasillo sus ojos estaban empapados.
Cerró con fuerza y se marchó.
Su novio la esperaba en la puerta. Se montó en la moto.
Posicionó su bolso entre su abdomen y la espalda de Juanma, y se dirigieron
hacia casa de él.
La habitación apenas tenía muebles. La cama de matrimonio
presidía el dormitorio. Un armario caoba se apoyaba en una de las paredes.
Junto a la cama, sólo una mesita de noche.
Irene había colocado su bolso en la mesita. Juanma estaba
desnudo en el centro de la cama. Abrió sus piernas y cerró los ojos. Irene se
desnudó y antes de subirse a la cama. Vio el pene erecto de su novio, y de
repente se echó las manos al abdomen.
Su cara había cambiado de color. Se fue al baño corriendo y
vomitó.
-Lo mejor será que te acerque a casa. Ya hemos tenido
suficiente por hoy. –Juanma cogió las llaves de la moto y se dirigió hacia la
puerta-.
Estaba tumbada en su cama. Su mirada se dirigía hacia el
pasillo, por donde antes o después pasaría Carol. Irene tenía un libro en las
manos, pero no leía. Observaba las letras sin atención, con sus ojos en
dirección al pasillo casi todo el tiempo.
Al cabo de unos minutos, Carol salió del baño. La toalla blanca
que la envolvía armonizaba con su piel clara. Su cuerpo era delgado. Su cabello
rubio le caía por la espalda. No reparó en Irene. Fue a su habitación y cerró
la puerta.
Irene dejó el libro. Se tumbó completamente. Respiraba con
intensidad el aroma que salía del baño, tras la ducha de Carol. Cerró sus ojos,
y con una sonrisa serena deslizó su mano entre sus piernas.
(Pssst! Se te ha olvidado poner quién ha escrito esto!)
ResponderEliminar