La boda
Antonio
llegaba tarde a su propia boda, y estaba con el rostro desencajado, como un
esquimal en el desierto, tratando de ajustarse la corbata. Su hermano conducía
a toda prisa, nervioso, insultando y pitando a los coches que se cruzaban, hay
que empezar a arreglarse a la 9 Antonio, le había dicho, y ahora lo recordaba
cabreado, pero tratando de disimularlo.
Pega
un frenazo. Antonio casi golpea con la cabeza en el cristal. Parecía un pato
mareado tratando de ponerse la corbata. “No se te ocurra llegar tarde”, le
había dicho su esposa, conociéndolo.
—Tranquilo
Antonio, que llegamos—le dijo su hermano Jesús.
—Si
no nos matamos antes en el coche.
—Encima
que me estoy jugando la vida por tu matrimonio— se ríe su hermana.
—Lo
siento, es verdad.
—Tranquilo,
las novas siempre llegan tarde.
—Pues
por lo que se ve, hoy el novio también.
Un
frenazo del coche.
—Joder—grita
Antonio.
Antonio
había decidido casarse hacía un mes, parecía lejano, pero los preparativos
habías sido un estrés y una fuente de discusión continuos, “tranquilo Antonio,
todos saldrá bien”, le había dicho Juan, un amigo suyo que ya estaba casado,
esperando ya el segundo hijo.
Entran
en la calle de la iglesia, Jesús tiene que pegar un frenazo para no atropellar a
su tío Paco.
—Bájate
Antonio, yo voy a aparcar.
—Gracias
hermano—le dice Antonio mientras le da un beso en la mejilla.
—Suerte,
parece que no ha llegado.
Antonio
se baja del coche, y su padre le da un abrazo. En ese momento le susurra:
—Hijo
mío, ella ya ha llegado, y ha tenido que dar otra vuelta en coche.
“Joder”,
susurra Antonio para sus adentros.
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