La Diosa
Estaba a punto de amanecer.
Todavía era ese instante donde el sol no se ha atrevido a salir, pero el mundo
ya se ha preparado para que lo haga. En la pequeña cala la marea había bajado,
dejando al descubierto un sendero de blanca arena que conducía hasta el alto
edificio que se alzaba en medio del agua. El día era gris y frio. El acantilado
que rodeaba la cala poseía el aspecto de un antiguo fuerte abandonado hace ya
mucho tiempo. Una niebla baja cubría el ambiente. Parecía que en el mundo
únicamente existiesen tres colores. Incluso el musgo de las rocas que solían
reposar debajo del mar, era gris.
El vestido de la niña
también parecía gris, un sencillo vestido sin mangas donde no se distinguían
las costuras. La niña avanzaba decidida con los blancos pies descalzos, dejando
tras de sí una estela de pequeñas huellas sobre la arena mojada. Su largo pelo
negro caía en cascadas por su infantil figura andrógina, más allá de la
cintura.
Al subir la escalinata que
solía ocultar el mar, su pequeña cara no reflejaba ninguna emoción. Sus ojos rasgados,
del mismo color que el vestido, permanecían fijos en la aldaba de la gran
puerta. Al llegar frente a esta e inclinarse para hacerla, la puerta se
entreabrió.
Nadie salió a recibirla. La
pequeña entró con paso firme.
El interior guardaba aun
menos parecido con un faro que el exterior. Observó una sala grande con una
escalera que comenzaba a su derecha y comenzó a ascender.
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Una gran habitación ocupaba
toda la parte alta del edificio. No había puertas. Las escaleras daban paso
directamente a una gran habitación abovedada llena de pinturas y libros.
Sin previo aviso un hombre
salió al paso de la niña. Su aspecto era desordenado, iba limpio y olía bien, pero
su pelo estaba alborotado, su barba de días salvaje le ocultaba la parte
inferior de la cara, llegando a parecer cuando estaba en silencio que no tenía
boca. Vestía una túnica roja con símbolos astronómicos y matemáticos que estaba
realmente arrugada
¾
¡Ah! Ya has llegado –la interceptó- Podrías
haber llegado hace media hora si hubieses venido cruzando el puente. Pero
hubieses tardado dos días completos si no llegas a salir de noche. Después de
que cruzases. Y menos mal que te decidiste a no venir en barca o no hubieses
llegado …..
¾
Ha venido por la montaña, y andando como te
dije –La voz procedía de un sillón. El hombre allí sentado se levanto y se
colocó delante de ella justo al lado del otro. Eran idénticos. La misma cara,
el mismo pelo, los mismos ojos verdes y brillantes, incluso llevaba barba. Pero
a diferencia del otro, una pulcritud revestía su apariencia. El pelo cortado y
peinado perfectamente. La barba arreglada
¾
Esa sólo era una de las posibilidades.
¾
Pero es la que dije que ocurriría y la que ha
pasado.
¾
No puedes descartar continuamente el resto de
las opciones y quedarte únicamente con la que te parezca más probable.
¾
Yo uso la lógica y mi conocimiento de la mente
humana para desentrañar los misterios y saber que seguridad cual es la opción
correcta.
¾
El ser humano no es el único factor decisivo
en los hechos que van a ocurrir.
¾
Pero en la mayor parte de los casos es el más
relevante. Sus actos son más impulsivos y rápidos y por ello su repercusión es
más pronta. Una roca tarda siglos en decidir si va a romperse o no, y una vez
decidido tarda el doble en llevarlo a cabo.
¾
Es inútil tratar de hablar contigo. Se cree
que siempre tiene razón y descarta las opciones menos probables –indicó a la
niña con gesto desdeñoso el hombre desastrado.
¾
No le hagas perder más el tiempo. Has venido a
consultarnos ¿verdad?
La niña asintió a la
pregunta.
¾
Quieres saber si debes convertirte en la
Diosa de tu gente.
La niña volvió a asentir.
¾
Muy bien te diremos lo que el destino puede prever.
Los hombres se dirigieron a
varias mesas que había por la habitación. Usaron extraños aparatos y midieron
una y otra vez mapas de constelaciones con movimientos frenéticos, uno de ellos
seguro y el otro torpe y tropezando. Cuando acabaron volvieron a dirigirse a la
pequeña, que no se había movido de su sitio.
¾
Si aceptas el cargo como diosa serás venerada
durante años. Joyas y manjares te cubrirán. Y no habrá más voluntad que la
tuya.
¾
Pero puedes perderlo todo si un extranjero se
presenta en tu tierra.
¾
Si viene del Este traerá consigo una
enfermedad que te debilitará y hará que pierdas tu condición de Diosa
¾
Si viene del Norte, desconociendo las
costumbres intentará tocarte, convirtiéndote así de nuevo en un ser mortal e
impuro, puesto que una vez se ha sido poderoso, si se pierde ese don, nada
bueno puede quedar en ti. Traerás mala suerte allá donde vayas y todos te
despreciarán.
¾
Pero si viene del Sur, se dará a conocer que
eres la gran rencarnación de la Diosa y tu pueblo obtendrá el conocimiento y la
fuerza necesaria para lograr todo aquello que ambiciona.
Las diversas posibilidades continúan
manando por las voces de ambos hombres. La niña les oye sin mostrar el más
mínimo atisbo de sentimientos. Pacientemente y en silencio continua escuchando
todas las posibilidades del universo que los dos sabios vaticinan, para poder
así tomar una decisión.
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Al salir de aquel alto
edificio ya había amanecido. La marea había comenzado a subir cubriendo el
camino. Avanzó decidida. Con el paso firme. Sin tropezar. Como una verdadera
diosa.
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