Alguno de vosotros (no muy ducho, por lo que se ve) entró en nuestro blog por blogger y lo ha asociado a su cuenta que es marcantmafe@gmail.com

Ahora mismo hay que meter como nombre de la cuenta ese correo y como clave la misma que os di en clase.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Relato 4 de VALME PEREA

MIEDO

-No debes sentirte mal –dijo Ghovinda -. ¿Por qué tienes que estar pensando todavía en el pasado y atormentarte por ello?
-Yo no pienso en el pasado, maestro, no lo hago. Pero sabes que estoy muy pillado todavía por mi ex mujer y no consigo olvidarme de ella –dijo Pablo.
-Pues no parece que no pienses en el pasado como dices. Lo pasado, pasado está. Todo sucede por algo. ¿Qué te importa ahora lo que haga o deje de hacer tu ex mujer?
-Yo no suelo pensar en ella a lo largo del día. Pero es mi nuevo compañero de piso,  que siempre me pregunta si se algo de ella.
Pablo imita la voz de su compañero de piso-. ¿Te ha llamado hoy tu ex?-. Es lo que siempre me dice-. Que pesado. Y todo porque le dije un día que me había llamado.
El maestro Ghovinda tenía la absoluta convicción de que era necesario estar presentes para vivir el ahora y no el pasado.
-Los budistas –intervino Ghovinda –creemos en el poder del ahora, estar presentes. No existen ni pasado ni futuro.
Pablo observaba a Ghovinda con atención.
-Tenemos que desarrollar el conocimiento construyendo con ideas positivas que estén presentes.
-No lo entiendo. ¿Qué quieres decir con construir con ideas positivas que estén en el presente?
-Sí. Ideas que están presentes.
-Pues sigo sin entenderlo.
-Puede parecer difícil de entender pero no lo es.
-Bueno de todos modos –añadió Pablo –he venido a visitarte porque no me encuentro bien a raíz de mi divorcio. Me siento solo cuando me voy a la cama y tengo como la angustia de un adolescente antes de un examen. Creo que puedo ser algo como el miedo. Pero no estoy seguro. Aunque a decir verdad si… miedo, si. Aunque estoy bien. O eso es lo que creo.
-Así debe ser, cuando dices que estás bien. No debería ser lo contrario. Además vuelvo a repetirte, Pablo, que todo pasa por algo.
A Pablo se le iluminó la cara.
-Entonces, maestro, ¿por qué sentimos miedo?  –La pregunta de Pablo era honesta, aunque no le diera importancia a su condición de vuelta a la soltería, tenía miedo a sentirse solo a sus treinta y cinco años.
-¿Estás seguro que quieres que hablemos sobre el miedo?
-Si. Quizás puedas darme una explicación para dejar de sentirlo.
-Todos sentimos miedo, es una energía. No podemos eliminarlo. Existe y nada más.
-Miedo a quedarme solo, Ghovinda, y a no encontrar a una chica en mi vida. Si estuve quince años de mi vida con Cristina y no funcionó, ¿cómo va a funcionar con otra que ni siquiera conozco?
Ghovinda hizo una parada de reflexión y después continuó. Volvió a hablar del presente. Pero lo que Pablo quería saber era otra cosa. Tenía miedo. Con treinta y cinco años.
-Está bien. –continuó Ghovinda. –El miedo es un mecanismo de tu mente. Todos tus miedos son producto de tu identificación. Cuando amas a una persona, con el amor, viene el miedo. Tu apego es tan grande a esa persona que no puedes entender el simple hecho de que has venido al mundo solo. Ahora que estás sin Cristina, sigues sin haber superado el apego que tenías con ella. Inconscientemente lo buscas en otra persona. Sin embargo, debes aprender a desapegarte de toda persona, de toda cosa para ser feliz. El miedo estará siempre ahí.
-Y, ¿cómo se puede dominar el miedo?
-Solo puede ser comprendido. –Ghovinda toma una postura más relajada en el asiento-. Pablo no tienes que dominar el miedo, no tienes que eliminarlo.
En el fondo, Pablo era consciente de que aunque evitara hablar o pensar en Cristina no podía dejar de hacerlo. Y si, tenía mucho miedo. Al levantarse cada día solo, viendo como el otro lado de la cama estaba vacío. Sabiendo que Cristina ya no estaba con el, después de quince años juntos. Y lo peor de todo es, que quizás, a estas alturas ya estuviera compartiendo su vida con otro.
-Pablo, te lo dice tu maestro –dijo sosegadamente -. Debes entenderlo. Tienes que aceptar la inseguridad de lo desconocido, o de lo contrario te quedarás paralizado.
Pablo estaba de hecho paralizado.
-La gente viene a mi para que intente solucionar sus problemas, pero la única solución es uno mismo. ¿Por qué convertirlo en un problema? El miedo está ahí. Acéptalo y no te preocupes por ello. ¿Sabes que ocurriría entonces? Que, de repente, sentirás que no lo sientes.
-Maestro, muchas gracias.
-Medita. Tu solo puedes encontrar tu felicidad. La felicidad reside en uno mismo. Y recuerda, que, aunque el cielo esté cubierto de nubes negras, el sol no desaparece. Sigue estando allí, al otro lado de las nubes.
El maestro pensaba que Pablo todavía tendría un arduo camino por recorrer. Pero confiaba en el. Por unos instantes, se hizo el silencio.
-Ahora puedo ser un poco más libre –dijo Pablo mirando al maestro.
Pablo salió de la casa del maestro. Sabía que algún día lo conseguiría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario