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viernes, 14 de septiembre de 2012

Relato 5 de Nunila Rabadán


Recambios

En la tienda todo está tranquilo. Es una sucursal igual a las demás. La pared es de cristal, convirtiéndola así por completo en el escaparate. La puerta, a la que se accede por una pequeña rampa, también es de cristal. El mostrador está pegado a la pared dejando un pequeño espacio para la dependienta. El espacio es tan pequeño que debe estar todo el tiempo de pie. En el resto de la tienda no hay nada. Las paredes son blancas y no contienen ningún adorno. Únicamente en una de ellas hay dibujado en negro el logotipo de la empresa.

Las horas muertas se interrumpen cuando la puerta se abre y entra un hombre corriente. Viene mirando un papel y mira a todos lados. Se dirige a la señorita de detrás del mostrador, quien está hablando por unos auriculares al móvil mientras masca un chicle.

¾    Buenos días.
¾    Buenos días ¿qué deseaba?
¾    Buscaba un corazón nuevo.
¾    Bien. ¿Qué modelo quería?
¾    ¿Perdone?
¾    El modelo. Debe decirme el modelo que busca.
¾    Pues la verdad, no sabría decirle. Es la primera vez que lo cambio. Hasta hace unos meses conservaba el original en su propio embalaje. Incluso le había dejado ese plastiquito transparente y fino que traen, como el de los relojes y las pantallas de los móviles. Un amigo me dijo que debía quitárselo de una vez. Que así no podía salir a la calle. Así que lo desenvolví. Al principio todo fue muy bien. Tenía un brillo mayor al que le había visto nunca. Pero al poco me preocupé cuando vi que tenía un pequeño arañazo en su superficie. Esto empezó a obsesionarme pero cuando lo conté se rieron.
¾    Es lógico todos un pequeño arañazo no le hace perder funcionabilidad.
¾    Exacto, así que despreocupé. Con el paso de los días fue haciéndose otros golpes pero ya no les prestaba atención. Para serle sincero, no sé de donde han salido la mayoría de los arañazos. Sé que me hice uno cuando compraba el pan y otro en mi viaje a Valencia el verano pasado. Pero hace cosa de un mes se me calló al suelo y se hizo un gran rallón en medio que impedía ver lo que había dentro.
¾    Ya veo. Enséñemelo, pero por lo que dice, no tiene solución. Le saldrá más caro cambiarle la pantalla que comprarse uno nuevo.
¾    Por eso mismo lo he tirado al rio.
¾    No es así como deben reciclarse los corazones. Se está hablando de aprobar una ley municipal que multe a quien haga eso. Ha habido varías intoxicaciones. Los corazones le sientan mal a los peces. Les producen un hipo horroroso.
¾    No sabía que fuesen tan contaminantes.
¾    Más que las pilas. Y más difíciles de reciclar. Bueno a lo que íbamos ¿no tiene ningún dato sobre el modelo que podría ser?
¾    Tal vez si viera una foto… ¿no tiene por ahí ningún catalogo?
¾    Por supuesto, pero en el catálogo hay más de 200 tipos y ni siquiera están todos. Además, vienen recogidos por modelo, tamaño, y año de fabricación. No por fotos.
¾    No sabía que fuese tan difícil.
¾    Por supuesto, es más complicado que remplazar la aguja de un tocadiscos.
¾    Ya veo.  Entonces creo que intentaré recuperarlo.


La señorita no contesta, de nuevo ha centrado su atención en el móvil, y el hombre sale por la puerta con aire apesadumbrado.
Mientras camina por la calle, ve un cartel casero que alguien a pegado en la pared “Se liberan corazones. Podemos proporcionarle todo tipo de corazones. Llámenos”. El hombre coge una de las tiras del cartel que contienen el número de teléfono del dueño del cartel, se lo guarda en el bolsillo y prosigue su camino. 

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