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viernes, 14 de septiembre de 2012

Relato 4 de Nunila Rabadán


Si te paras a pensarlo estoy convencida de que el momento del día en que las personas utilizan más su cerebro es cuando se despiertan. Incluso podría afirmarse que algunos no vuelven a utilizarlo en todo el día. La explicación de mi teoría es muy sencilla. No hay más que recordar el preciso momento en que te despiertas. Todo comienza con una pequeña sensación de mareo, que indica que has vuelto a la realidad. Seguida de la tan laureada de abotargamiento, donde no recuerdas nada, lo cual en realidad no te importa, pues preferirías pasarte el día así.  Pero desaparece pronto dejando sitio a una molesta sensación de culpabilidad y deber. Un pinchazo te pone alerta cuando tu cerebro dormido no consigue recordar nada, despejándote. Y finalmente llega la calma con todos tus recuerdos intactos, allí justo en el sitio y hora donde los dejaste antes de ir a dormir.
Pero, ¿y si la última fase no llegara? ¿Qué ocurriría? El sentimiento de desconcierto iría poco a poco aumentando hasta que no cupiese en tu estomago, produciendo en la mayoría de las personas nauseas y sensación de pánico.
Pues bien, eso es lo que me ha ocurrido a mi está mañana. Ahora me encuentro en una habitación que no reconozco, tumbada en una cama que no sé si me pertenece, para no volver a ver una comida que ingerí,  pero no puedo identificar.

Estas eran pues, las cavilaciones que me mantenían ocupada a aquella joven  desde hacía más de dos horas. De momento prefería no explorar la habitación, y era aun más impensable que se plantease salir de allí, a pesar de haber visto una puerta no demasiado robusta en el momento en que abrió los ojos, justo antes de volver a cerrarlos rápidamente, como si con aquel gesto pudiera mantener el mundo alejado de ella.
Transcurrido un rato más y armándose de toda la autodeterminación que poseía, o más bien que podría poseer una persona sin recuerdos, decidió volver a abrir los ojos. En sí, la habitación era de lo más sosa, igual que la de un hospital.

¾    Está claro. Estoy en un hospital. Ya he dado con la solución –Se dijo en voz alta alegrándose de su astucia.-  Y no recuerdo nada debido al golpe, como en las películas. Pero, si no recuerdo nada ¿cómo es que me acuerdo de las películas? ¿como sé que es una película? –Este hecho la extraño-  ¡Ah! ¡Claro! Amnesia selectiva. En realidad, he tenido suerte así no tendré que volver a aprender a sumar ni a leer. Porque... se leer ¿verdad?- Buscó por la habitación algo que pudiera leer para comprobarlo, pero no encontró ni tan siquiera una etiqueta, así que decidió deletrear mentalmente todas las palabras que se le iban ocurriendo- Puerta. P U E R T A. Baño. B A Ñ O  


Al salir por la puerta no encontró el pasillo de un hospital, o por lo menos ¿sería un plato de cine?¿y por qué tenía esa obsesión con el cine? Sólo encontraba dos respuestas lógicas, o trabajaba en la industria del cine o antes de perder la memoria su vida contenía una alta dosis de televisión. Si era esto segundo lo mejor sería no recuperar pronto la memoria, a nadie le hace ilusión volver a una vida tan anodina.

¾    Tenemos hambre

¾    Si venga. Danos el desayuno.

¾     
Se sentía demasiado joven para ser la madre de dos niños tan mayores, lo comprobó en una cuchara, que le devolvió su reflejo del revés y deformado, aun así pudo ver con alivio que andaba entre el final de los veinte y el principio de los treinta.
.-¿Es que estás tonta? Yo nunca tomo zumo.
.- Rápido tráeme los cereales.

.- Os deberíamos vender a un circo y que os exhibieran como los críos más sádicos de la historia mientras torturáis pequeños animalillos.
Una macabra sonrisa de satisfacción y orgullo se instaló en las dos cara iguales, revelando que ambos poseían en su dentadura un colmillo rebelde que había decidido adelantarse a todos los demás. Aquello les dotaba de un aspecto singular de pequeños carnívoros.
Quien había hablado era una joven bonita de unos 18 años, de esas que suelen volver locos a todos los hombres que conocen. Este mero hecho hizo que ya le cayese mal. ¿Cómo se atrevía a presentarse tan guapa cuando ella estaba teniendo una crisis? Que egoísta.

  
¾    Tonta. Esto es el infierno.
Definitivamente no era mi mejor día, y eso que no recordaba ningún otro.

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