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jueves, 13 de septiembre de 2012

Relato 6 de VALME PEREA

VUELTA AL ROMANTICISMO

Paula y Rosa estaban sentadas en un nuevo restaurante de la ciudad. Era de estilo modernista. Mesas altas y taburetes altos. Todo en blanco y negro. Muy chic. Ponían tapas y vino de muy buena calidad. No era la primera vez que venían. Ya conocían al dueño, que se les presentó la primera vez que pasaron por allí. Parece que le gustara mantener el contacto con sus clientes o al menos con gente con buena apariencia (y buen bolsillo) para hacerse con una buena clientela.
—A ver si tenemos la suerte de conocer por aquí al hombre de nuestras vidas, al menos en este sitio se ve gente con clase —dijo Paula, con la copa de vino sostenida con su mano derecha y apayada con su brazo izquierdo sobre la mesa.
— Bueno, si no al hombre de nuestras vidas, al menos, a algún chico interesante —dijo Rosa.
— ¿Te has fijado en aquel chico de la barra? —preguntó Paula, e hizo un gesto disimulado con la mirada para indicarle de quien se trataba.
— ¿El de la camisa azul? ¿Ese que está al final de la barra?
Paula asiente y se echan a reir.
—Es guapo. Si durante nuestra cena sigue estando solo, tengo que conocerlo, a menos que tenga una cita, y se le aparezca su chica de repente —dijo Paula en tono desafiante.
—Es una pena que a día de hoy se haya perdido el romanticismo. Hoy por hoy no es como antes, flores, pedida de mano, cenas en restaurantes lujosos, regalos, sorpresas,… Hoy por hoy es pagar a medias, y preguntas del tipo ¿lo hacemos en tu casa o en la mía? ¿Dónde queda todo lo demás?
—Pues si. Una pena...
—¿Te sigue llamando tu ex?
Paula le da un sorbo a su copa de vino.
—No, está con otra, ya no me necesita... –dijo Paula irónicamente, con un toque de humor.
—Nos merecemos lo mejor... –añadió Rosa.
—Si… pues me estoy leyendo un libro —dijo Paula—. Me encanta, es sobre el equilibrio cuerpo-mente, algo que nos hace falta a nosotras y mucho...
— ¿Acaso estamos desequilibradas?
—Estamos perfectamente.
—¿Entonces?
—No sé... no es eso.
—Por cierto, ¿fuiste a comprarte aquellos fabulosos zapatos que me dijiste?
—Que va —dijo Paula—. Seguían costando un ojo de la cara, tenían poca rebaja. Prefiero gastarme ese dinero cenando con una amiga como tu, por ejemplo.
Se echaron a reir. Y así, continuaron un buen rato con su charla. El restaurante se estaba quedando medio vacío.

—Mira, Rosa, ahí sigue estando ese chico...
—Está justamente hablando con el dueño —interrumpió Paula—, esta es la mía.
Paula camina disimuladamente como sin prisa hacia al lado de la barra donde estaban ellos, y pidió algo al camarero.
El dueño sonríe a Paula y le hace un gesto de complicidad.
—Permíteme que te presente a un gran amigo mío: Luis. –dijo el dueño.
—Encantada, Paula – y se dieron la mano –estaban buenísimas las tapas y el vino –dijo dirigiéndose al dueño.
—Estoy de acuerdo contigo, Paula –dijo Luis, y se echaron a reir.
—Bueno, os dejo, voy con mi amiga que nos vamos a pedir el postre. Hasta luego…
Paula vuelve con Rosa.

—Se llama Luis. Parece encantador…
—Bien hecho… —dijo Rosa.
El camarero trae dos copas de Möet Chandon.
—Invitación de aquel caballero –dice el camarero señalando a Luis.
Las chicas miran a Luis con gesto de agradecimiento, el les guiña un ojo.
—Este si que es un caballero –dijo Rosa.
—Sin lugar a dudas….
Al rato, se acercó Luis a la mesa donde estaban las chicas.
—Hola de nuevo... –dijo Luis.
—Te presento a Rosa, mi amiga…
—Encantada —dijo Rosa, con una amplia sonrisa.
Pues estuvieron hablando y hablando los tres, al menos durante una hora, y bebiendo espumante rosado. Terminaron dándose los teléfonos.
—Ya quedaremos otro día. La próxima para cenar, ¿eh? –dijo Luis.
Se despidieron y se marcharon. Estuvieron Paula y Luis en contacto mediante mensajes durante varios días después de su encuentro en el restaurante. Paula invitó a Luis a uno de sus conciertos de música barroca que daba con su grupo en la ciudad. Pero Luis le dijo que le era imposible asistir, pero que le hubiera encantado.

***

—Ya estamos llegando—dijo Paula a Rosa, mientras se dirigían a la sala de conciertos.
—¿Actúan muchos grupos de música hoy?
Iban las dos caminando por las calles empedradas muy cerca de llegar. Vieron a un chico joven con un gran ramo de rosas rojas, un poco perdido.
—¿No serán para mi?—dijo Paula sonriéndole al chico—. ¡Ojalá!
—No, estoy buscando esta dirección —dijo el  chico mostrándole a ambas un papel con una dirección escrita.
—Ni idea...
—Pues gracias —dijo el chico y se marcho calle arriba.
Entraron al lugar de conciertos. Y Rosa se despidió de Paula.
—Me voy para la zona del público —dijo.

Paula entró dentro. Todos los compañeros y colegas de otros grupos estaban allí. Todavía era temprano. De repente Paula escuchó una voz.
-¿Paula Monsen? –dijo un chico en voz alta.
Cuando se giró, era el chico de las flores.
-¡Eran para mi!....Increíble, muchas gracias –dijo Paula firmando el papel de conforme recibido.
Las flores tenían una nota.
“ Te mando estas flores en mi presencia. Para que sepas lo importante que sería para mi estar ahí”

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