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jueves, 13 de septiembre de 2012

Relato 8 de VALME PEREA

REFLEXIÓN AMOROSA

Clara llegó al restaurante y aparcó el coche. Luego se reclinó en el asiento para reflexionar por unos instantes.
Se bajó del coche y caminó hacia el restaurante. A sus espaldas, el último destello de sol desapareció por el oeste e inundaba de una tenue luz la húmeda zona del aparcamiento. Una hora antes, una breve lluvia lo había empapado todo, y aquella tarde de otoño parecía traerle entrañables recuerdos.
Mientras caminaba, antiguas imágenes de Santiago acudían a su memoria. ¿Sería aún tan atractivo? ¿Cómo le habría afectado el paso de estos años?
-“Haré una escala de dos horas en el aeropuerto” –le dijo a Clara por e-mail-. “¿Puedes reunirte conmigo para cenar?”
El restaurante estaba lleno. Varias parejas esperaban mesa. Cuando Clara localizó a la dueña, le dijo que Santiago ya tenía sitio y le indicó que la siguiera.
-¡Santiago!
Clara notó que su pelo había cambiado, pero su rostro era exactamente igual como lo recordaba: boca ancha, amable sonrisa, ojos pequeños marrones. Vestía con chilaba blanca y pantalones amplios. Llevaba sandalias.
-¡Clara! Estás bellísima –dijo Santiago, tirando de Clara para darle un caluroso abrazo.
Un camarero se aproximó; consultaron rápidamente la carta y pidieron la comida. A continuación dedicaron unos diez minutos a hablar de temas generales.
-Bueno, ¿qué pasa realmente contigo? –preguntó Clara, mirándole a los ojos, sosteniendo la mirada que el fijaba en ella.
-Quieres inmediatamente la historia completa, ¿no?
-Como siempre –dijo ella.
-Bien, la verdad es que este verano me he tomado un poco de tiempo libre y estoy ahora de nuevo viviendo en el centro de la ciudad. Durante estos casi tres años he trabajado mucho y necesito reflexionar sobre la posibilidad de cambiar de nuevo el rumbo de mi vida.
-Recuerdo que me habías hablado sobre todas las posibilidades de trabajo que tenías aquí, Santiago, sabes que lo dejamos por eso. No tenías tiempo para nada. ¿Y qué vas a hacer?
-Aún no lo he decidido. Algo diferente.
Le dirigió a Clara una mirada de curiosidad.
-Y ¿tienes dinero para seguir con algo diferente hasta conseguir un nuevo trabajo? Deberías estar intranquilo como todo el mundo, con la crisis económica que tiene el país, Santiago…
-Supongo que si –dijo Santiago.
>>Clara recordó como Santiago hacía tres años le había pedido tiempo en la relación porque los trabajos que le habían salido en la ciudad, eran los trabajos de su vida. Daba su vida por ello, tanto, que decidió terminar con la relación.
-Bueno, ¿y eso era todo lo que me tenías que contar?
Cuando Clara le preguntaba aquello a Santiago, una voz airada se alzó de una mesa próxima, que impuso el silencio a todo el comedor. Comprobaron que se trataba de una discusión. Uno mujer de unos cuarenta años, en pie, miraba indignada al hombre sentado en la mesa en frente de ella.
-¡No! –gritó la mujer-.¡El problema es que esta relación no funciona como yo querría! ¿Lo entiendes? ¡No funciona!
Se contuvo, arrojó la servilleta sobre la mesa y se marchó.
Clara y Santiago se miraron sobresaltados.
-Por Dios, ¿qué se esconde detrás de la cólera de esa mujer? –dijo Santiago.
-Creo que todos buscamos una mayor realización en nuestras vidas, y no nos comprometemos con nada que pueda decepcionarnos o deprimirnos. Es lo que ocultamos detrás de la actitud del “yo primero” que caracteriza las recientes décadas y que nos afecta a todos. Y en lo que respecta a nuestras relaciones, ya sean amorosas, de amistad, etcétera, somos tan exigentes que las hacemos casi imposibles.
Este comentario, le devolvió a Santiago  al recuerdo de su experiencia amorosa con Clara, y de su relación con el trabajo.
-¿Qué paso o qué hicimos exactamente con nuestra relación sentimental? Nos queríamos. Nos peleamos, y al día siguiente cada uno para un lado –añadió Santiago.
-Fue nuestro orgullo quizás. Tres años me han dado para mucho. He podido pensar sobre ello y en todas las relaciones en que así se actúa, cuando las dos partes de una relación son demasiado exigentes, cuando cada persona espera de la otra que viva en su mundo, que esté siempre dispuesta a participar en las actividades que la otra parte elija, se desencadena una batalla inevitable entre los egos.
Las palabras de Clara, calaron hondo en Santiago. Esas palabras tenían mucho sentido. En la relación que ambos tuvieron en el pasado, huvieron conflictos de intereses y prioridades. Los pasos que dieron fueron demasiado rápidos. Les había faltado tiempo para coordinar sus diferentes ideas sobre qué hacer, adónde ir, qué intereses perseguir.
-Según esto –añadió Clara-, resultaría muy difícil estar con la misma persona durante mucho tiempo.
-Esto no parece demasiado espiritual –dijo Santiago.
-Nuestra ruptura me ha servido para aprender lo importante que es ser conscientes de qué es lo que realmente buscamos.
El camarero sirvió la cena. Clara se inclinó sobre la mesa para coger con su tenedor un poco de pasta del plato de Santiago. Ella frunció la nariz y sonrió. Santiago se dio cuenta de lo fácil que era estar con Clara.

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