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jueves, 13 de septiembre de 2012

Relato 7 de VALME PEREA


TU ELIGES, ¿QUÉ PREFIERES EN LA VIDA?

Era un viernes de otoño por la tarde. Mario y Hugo iban en coche camino de la montaña. Allí habían quedado con el resto del club de senderismo en un refugio para pasar el fin de semana. Mario conducía su jeep y Hugo lo acompañaba. Eran compañeros del club. Cada fin de semana uno ponía su coche.
—¿Sabes? —dijo Hugo.
—Si, ¿el qué? —dijo Mario.
—Bueno, la otra noche me llamó por teléfono un amigo que juega al póker. ¿Recuerdas que te hablé de el?
—Sí —dijo Mario.
—Pues el caso es que me llamó...y me dijo que había dejado su trabajo de funcionario… y yo pensé: “le ha tocado la lotería” Me dijo que si podíamos quedar para tomarnos unas cervezas, y esa misma tarde quedamos. Vino con su mujer, Patricia, que traía un libro en la mano. Y dije: “Bueno, vamos a entrar en el bar y nos tomamos unas cervecitas y me contáis que me tenéis intrigado”.
»Bueno, al principio me sentía raro con mi amigo y su mujer allí. Parecía como si no hubieran pegado ojo desde hace unos días, sobre todo por la cara que Patricia traía. Alberto, que así se llama mi amigo, empezó a preguntarme por mi familia y tal, pero yo lo que quería saber era por qué había dejado su trabajo. Por algo bueno tenía que ser.
—Claro —dijo Mario, con las manos pegadas al volante y sin soltar ojo de la carretera.
—Pues bien, ella me enseña la portada del libro y los pone encima de la barra. “Cómo ganar jugando al póker”
—Si —dijo Mario, mirándole de reojo.
—En fin, puse cara de póker. Alberto me dijo: “Sabes, empecé leyendo este libro. Tu sabías que yo jugaba al póker, ¿verdad Hugo?
»Si, si, recuerdo que me decías que ibas a jugar torneos.
»Él pide otra ronda de cervezas y me dice “Soy millonario, Hugo, he ganado en pocos meses los torneos de póker más importantes de todo el mundo.”
–¿Millonario?¿De cuánto estamos hablando? –preguntó Mario.
–De un millón de euros para empezar. Sólo con leerse un libro y jugar al póker. ¿Tu te lo puedes creer?
»Alberto empieza a contarme que al principio perdía mucho dinero. Que jugaba por internet, y que estuvieron a punto de embargarle la casa porque se llevaron unos meses sin pagar la hipoteca. Vamos, en la ruina.
»Luego, Patricia me dice que estuvieron casi al borde del divorcio porque Alberto se volvió prácticamente adicto al juego. “Alberto” –digo–, “tenías que ser consciente de lo que estaba pasando”. “Eso es” –dice Alberto–. “Lo estaba, y sabía que llegaría a ganar algún día”.
–¿Dijo eso? –preguntó Mario, abriendo una botella de agua que tenía entre sus piernas y llevándosela a la boca.
–Sí –contestó Hugo–, y cuando oyes una cosa así, no sabes exactamente qué pensar. ¿Qué habrías pensado tú?
–Yo habría pensado que estaba bromeando –dijo Mario.
–Claro. Así que dije: “Estupendo, me prestas el libro y empizo a jugar. ¿En cuánto tiempo puedo empezar a ganar dinero?”. Y Alberto dijo: “Sólo te llevará dos años entrenando y buena parte de tus ingresos”. En fin, que le doy un trago largo a la cerveza. “Oye, Alberto” –le dije–, “¿sabes que no sería mala idea? Pero claro, si no llego a ganar me arruino en el intento, ¿verdad? ”–¿Le preguntaste eso?¿pero lo preguntaste en serio, tió? –preguntó Mario, dándole otro sorbo a la botella de agua, y sin perder de vista el camino de debían tomar.
–Se lo pregunté en serio –contestó Hugo–. Estoy decidido a probar.
Mario lo mira de reojo, encogiendo los hombros.
–Estás loco tío. En fin, tu sabrás –dijo Mario.
»”Bueno, Alberto” –le digo–, “eres un triunfador de la vida..., ¡es alucinante pensar que uno de mis mejores amigos es millonario ahora, eres un cabrón!”
»”Hazlo” –me dice–, “si no mueres en el intento, llegas, aunque la gran mayoría muere en el intento”.
–Bueno, pues el caso es, que todo esto viene a que lo voy a intentar. Si mi amigo ha podido, ¿por qué yo no? Era un funcionario, apático por la vida, y ahora reside prácticamente en Las Vegas con su mujer y su familia, y tiene asegurada su vida económica de por vida –dijo Hugo.
–Pues yo prefiero quedarme con la vida tranquila de soltero aventurero, con mis fines de semana en la montaña antes que caer en el intento de arruinarme –dijo Mario.
–Ya estamos llegango…
–Si.

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