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martes, 17 de abril de 2012

Relato 1. Jara García Tocado


                                                    CONFESIÓN.
                                                     Jara García


¡Hola!

¿Qué tal? Supongo que empachado de Biodramina…
Por aquí, igual que lo dejaste: lloviendo con saña. Tu gata come como una leona pese a que no estás, y en varias ocasiones me ha parecido oírla hablar…
Ahora, por ejemplo. Ha hecho un miau que suena a “no se lo cuentes”. Supongo que se siente cómplice del asunto, al ser la culpable de que me dejes usar tu ordenador a cambio de cuidarla. Intento tranquilizarla con un rascamiento de oreja, pero me mira implacablemente, igual que lo harías tú… Je, je; me encanta chincharte. Lo confieso. Sin embargo, no creo que deba dejar de avisarte de que, cuando regreses de los fiordos, encontrarás un paquetito en tu buzón.

Conviene que te vayas preparando, aunque te pique la curiosidad y no puedas dormir, y mires el correo cinco veces al día en el cibercafé del barco, esperando recibir alguna pista más… ¿A que me odias un poco? Lo sé. Te  conozco, amigo mío. En este instante arrugas el entrecejo y cruzas los brazos para resistir las ganas de retorcerme el pescuezo… Vale. Me lo merezco.  Soy mala, pero no importa, si así consigo que pienses en mí más de lo que sueles hacerlo cuando estamos cerca… ¿No te parece? Irina, sin embargo, cree que soy una cobarde. Lo sé por cómo me mira. Y tiene razón. He esperado a que estés de crucero para dejarte un paquetito en el buzón; además lo he hecho de noche, para que no pudiera verme ninguno de nuestros vecinos, aunque no son las habladurías lo que temo, sino sentir lo que sentirás cuando sepas que he dejado el dichoso paquetito en tu buzón. Y confieso además mi estupidez, porque por mucha Noruega o mucho barco que me proteja, he pasado la noche soñando contigo sentado frente a la pantalla, leyendo este maldito email, tal y como lo estás haciendo ahora…

¿A que tu dedo índice vuelve a tocar la ruedecilla del ratón para releer todo esto y tratar de asimilarlo? ¿A que has desfruncido el entrecejo? Por favor. Dime que sí, por favor… Que, aunque no entiendas nada, no te parezco ridícula. Porque así me siento. Ridícula y fea ¡Maldita sea! Soy una de las vecinas feas que tienes, una que procura no sonreírte demasiado ni responder demasiado pronto tus mails. Una que te evita en el ascensor, pero estropea la luz del rellano para poder ayudarte a arreglarla; una que habla con tu gata y sueña ser ruedecilla de ratón bajo tu dedo; una que te deja un paquetito en el buzón y te lo cuenta por correo porque así, entre bromas… porque solo así  se atreve a acercarse  a ti. Menuda idiota. A mis años, y como una cría. Y encima pesada, porque después de tanto hablar no te he dicho qué hay dentro del paquetito y por qué motivo lo he dejado en tu buzón una semana antes de que vuelvas. En realidad, da lo mismo… ¿Acaso un paquete en un buzón podría convertirme en una persona diferente de la que soy? ¿Una cajita, envuelta en papel, dentro de un cajón metálico al lado de tu puerta va a cambiarlo todo?... ¡Venga ya!...

Seguramente, cuando termine de escribir charlaré un rato con Irina, le traeré la merluza que me sobró de la cena y daré una vuelta por el barrio agenciándome las cajas de cartón que sobren en las tiendas. Necesito hacer limpieza de trastos ¿sabes?... Sí, sí; no te rías. Va en serio. He encontrado un piso de alquiler en las afueras, pero es mucho más pequeño que estos. Y más oscuro. No me gusta nada, en el fondo. Lo admito. Ojalá me de un ataque de valor repentino, el impulso de entregarte cara a cara el puñetero paquetito que puse ayer en tu buzón.

Cuídate. Y no te preocupes por Irina. No la dejaré sola.

1 comentario:

  1. No se llega a saber la edad que tiene la que escribe, aunque se habla de ella.

    Imagino que es forzado el no saber qué contiene el paquetito (o yo, al menos, no lo he descubierto).

    Está bien que se justifique que ella se va porque si no no tendría sentido que le dejara el paquete en el buzón. Aunque no se entiende cómo no va a dejar a la gata sola.

    Si el piso al que se va es peor: ¿por qué se va?


    La narradora comenzó muy alegre y va cambiando el estilo en el discurso. Es una lástima porque el del principio estaba muy bien.

    Gusta que se flagele un poco.

    Pero creo que no entendemos nada.

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