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jueves, 19 de abril de 2012

-Relato 1 de Julián Rabadán

¿La pasta de dientes será comestible?

A quien pueda interesar:

Entré en el baño con el periódico, me gusta hacer el crucigrama mientras estoy en mi momento Allbranks. Es un baño pequeño la verdad, puede que tenga un metro de ancho por otros tres de profundidad. Está alicatado hasta el techo con azulejos de un vivo color azul. Entrando por la puerta a mano izquierda en la pared está el wáter ,  justo al lado del wáter está la mampara de la ducha: es un plato de ducha que coge la esquina de la habitación, bueno, una de las esquinas. Es pequeño, pero normalmente  permite una ducha rápida y sin problemas. En la pared opuesta a la puerta o enfrente de ésta, dependiendo de cómo se mire, a continuación de  la mampara que ocupa la mitad de la pared, está el lavabo, con miles de productos encima y el espejo que te saluda al entrar. Jabón para las manos, pasta de dientes, maquinillas de afeitar… Debajo hay un pequeño armarito en el que según creo hay toallas y las diferentes cosas que encontramos en cualquier baño. La verdad es que pocas veces lo abro. En la última pared que queda, la de la derecha, donde se pega la puerta, está pegado parte del lavabo y también un toallero que jamás  ha funcionado bien. Este toallero ha sujetado toallas de mano solo el día que se colocó. Agarrado por el extremo pegado a la pared, tiene una par de brazos que se pueden mover en un ángulo de  180 grados, lo que se reduce a la mitad por culpa del lavabo; no sé por qué pero este toallero nunca ha funcionado, así que siempre termino secándome las manos en una toalla colgada de la mampara de la ducha que es rígida, pero que no llega alta el techo.
Bueno, como decía entré en el baño para seguir la llamada de la naturaleza y cuando me dispuse a abandonarlo me resultó imposible. Estoy girando el pomo con todo mi peso para intentar moverlo, pero toda mi fuerza y peso parece que no hacen nada y la puerta sigue impasible delante de mí. He empezado a gritar para que alguien me abra desde fuera pero nada, estoy encerrado. Bueno en realidad llevo encerrado un buen rato. Estoy aburrido de gritar, me he leído el periódico tres veces, he empezado a leer los botes de champú (que son menos interesantes de lo que pueda uno llegar a imaginar), he jugado a apagar y encender la luz del baño, estaba tan aburrido que me he puesto a escribir a ver si así pasaba más rápido el tiempo y me sacan de aquí. He tenido tiempo para desesperarme y calmarme. Supongo que alguien me sacará de aquí ¿no? Ya me imagino los titulares: idiota se queda encerrado en el baño de su casa y tienen que ir a sacarlo los bomberos…
Es una pena que no tenga ningún libro aquí, podría adelantar un poco la lectura de algunos  de esos clásicos infumables que todo el mundo ha leído, o dice que ha leído, pero en realidad nadie lee.
Empiezo desesperarme otra vez. Alzo una mirada para ver que hay aquí que me pueda sacar de aquí, voy a descartar el papel higiénico en el que estoy escribiendo, (porque sinceramente no se me ocurre como podría ayudarme a abrir la puerta), descarto los champús, cremas, medicinas,  pasta de dientes…  No creo que con la maquinilla de afeitar sea capaz de abrir la puerta. Aun así la empuño y miro ferozmente a la puerta. Parece que ésta se ríe de mí  (y eso que no lo he intentado con el cepillo de dientes). ¡Hey! ¡Ya sé! voy a abrir el armarito. Toallas como suponía, un rizador de pelo… ¿qué hará eso aquí? si yo tengo el pelo corto… (además la vez que me lo deje largo y yo lo tenía rizado sin necesidad de esto, sólo con la humedad), un bol de plástico ¿en serio?, más medicinas, champús (creo que uno es de una marca que ya no se hace), pasta de dientes, un tampón y una compresa (¿cuánto tiempo puede llevar esto aquí? ¿estas cosas caducaran?), un cepillo eléctrico sin pilas usado dos veces, ¡Anda! hay hilo de dientes, una repisa que se pegaba con ventosas de esas que siempre se caen cuando menos te lo esperas  y que al final no sirven para nada...
¿Qué hago?
Puedo ponerme a lavarme el pelo o peinarme un rato…  Poco alentador la verdad. Voy a desgañitarme un poco más… Idéntico resultado que hasta ahora (¿a quién le sorprende?). ¡Hey! ¡Ya sé! Voy a ponerme a dormir un rato, así el tiempo pasará más rápido y me despertaré cuando me saquen de aquí. 
Pequeño problema ¿Como me pongo? En el wáter no puedo sentarme a dormir, es muy incómodo, igual que estar de pié… pues me tumbo en el suelo. Pero tiene que ser en diagonal (que frío está el suelo). A ver, la cabeza en una esquina en diagonal. Tengo que dejar la mampara abierta y meter las piernas en el plato de la ducha para poder dormir estirado. Otra opción es poner las piernas encimas del wáter dobladas. Pongo un par de toallas para que el suelo no esté tan frío (que forma tan rara tiene uno de pasar el tiempo sin una forma de medirlo). Después de haber jugado a apagar y encender la luz con el pie, la dejo apagada. Escucho. El baño parece un universo pequeño en el que soy un gigante que con cada movimiento perturba su paz. Me quedo quieto a ver si caigo en el sueño y entonces lo oigo. Es curioso, es un ruido tan suave que no he  caído en él antes. Una pequeña gota que cae  y hace “plin”, después el silencio. Otra vez, “plin” y silencio. “Plin”. Silencio… (Esto podría volverme loco). Primero disfruto del sonido, después intento dormirme…
El sonido de la puta gota no para. Enciendo la luz y el grifo está cerrado (¿por qué le pondrían como al bicho mitológico?). La ducha también. ¿De dónde saldrá el ruido? Me vuelvo a tumbar. Paso de todo. Menos mal que es un papel de doble capa sino no tendría suficiente para todas estas tonterías.  Me pongo a cantar canciones Disney y después de  15, en las que me invento la letra y el tono vuelvo a  gritar a ver si alguien me saca de aquí…  quiero salir de aquí…quiero salir de aquí…. quiero un pony… quiero salir de aquí… quiero… comer. Tengo hambre…  no lo había pensado pero tengo hambre, es curioso.  Me apetece un bocata, una tortilla de patatas tampoco estaría mal la verdad, no, un platito de jamón con picos de esos que son pequeñitos. Enciendo la luz con el pie y me siento en medio de mi pequeño universo.  “Mew marama mew”. A ver ¿que hay aquí que sea comestible? Descarto el champú y las maquinillas, cepillo de dientes y bastoncillos para los oídos. No creo que sean comestibles, tampoco las toallas… Me quedo mirando el bote verde que queda y me pregunto ¿será comestible la pasta de dientes? A ver. Va a la boca, así que no puede ser toxico ¿no?
 No sé qué hacer, es decir, a alguien seguro que se le ha tenido que ocurrir que en un momento alguien se tragará un poco de pasta dientes ¿no? Y no pretenderán que te lleven corriendo a urgencias a lavarte el estómago, digo yo….
Aunque… ¿y el blanqueador? Es que nada que sea normal te puede blanquear los dientes. No parece algo muy natural (aunque sería una buena forma de promoción “coma nuestro filete y le blanqueará  los dientes” ¿debería patentarlo?). De todas formas el sabor a menta no me gusta.
Vuelvo a gritar a ver si  me oye alguien (de paso pido media de jamón y un  serranito… ¡puestos a pedir!)
No sé qué hacer. Bebo un poco de agua y me mancho la camiseta. Podría lavar la ropa o darme una ducha. Lo de lavar la ropa no está mal, aunque claro debería pensar dónde voy a poner la ropa a secar si me pongo a lavarla… pero bueno, algo tengo hacer ¿no?
“Mew mara rama mew”.
No sé… voy a darme una ducha. A ver qué pasa…
La ducha me ha sentado bien, pero no tengo que ponerme. El baño se ha llenado de vapor, me he puesto a hacer dibujitos en el espejo. Eso sí, la ropa que estaba en el suelo se ha mojado así que la voy a lavar. Me he puesto una toalla a modo de pareo y otra encima de la cabeza. Me siento como si fuese Yul Bryner en los 10  Mandamientos.
No sé qué tal le sentará a la ropa el champú y el jabón de manos a modo de detergente y suavizantes improvisados. Pongo a secar la ropa en la mampara de la ducha y  me vuelvo a sentar en el suelo.  ¿Gritar? ¿No gritar? Giro un poco el pomo por si acaso se abre. Me recoloco la toalla de la cabeza como si fuese Carmen Miranda. ¿Qué hago? Miro  el lavabo y veo la espuma de afeitar ¿y si me afeito? Al terminar de afeitarme la cara, decidí que ya que estaba porque no me afeitaba las axilas… (Ya puestos a perder el tiempo ¿porque no hacerme metrosexual?). Después me he afeitado las piernas y me he seguido afeitando el resto del cuerpo (sí, con el turbante a lo Carme Miranda y la faldita, rezando por que no fuese este el momento en el que se abriese la puerta). Que suavita me ha quedado la piel la verdad, estoy sorprendido conmigo mismo. Recuperando un poco la compostura después de este “maxi” afeitado que solo me ha dejado el pelo de la nariz hacia arriba, vuelvo a llamar a ver si alguien me abre. ¿Y si me echo  otra siesta? ¿Por qué la hija puta la de la gota no para? ¡Ah! ¡Puñetas! ¡Qué viene del wáter! No ahí no toco, vaya a ser que me lo cargue y entonces sí que la lío.
 Creo que voy a arrancar la parte que sujeta la mampara  y arrearle a  la puerta hasta que pueda salir… o puedo usar el bol de plástico y echar todas las cremas, jabones y cosas que tengo a ver qué pasa. Decido ponerme el bol de plástico a modo de sombrero. No me queda mal (creo que se me va la olla) Tengo las uñas de los pies muy largas (Debería ir a un pedicuro cuando salga de aquí). Por qué el universo me castiga… quiero salir, por favor, seré bueno (no creo que se vaya a abrir así pero que se le va a hacer, habrá que intentarlo)  Paso de todo y le pego una patada a la puerta.
Debería haberlo hecho con el zapato puesto. Como duele. No puedo pisar con el pie así que he empezado a dar vueltas sobre el otro chillando: “au au au au”.
Le grito a la puerta un par de veces, frustrado. Me siento mirándola por primera vez. El espíritu santo llega hasta mi, o puede que sea el aire condensado del cuarto de baño. Me doy cuenta del embellecedor que hay debajo del pomo. Parece una especie de botón que gira hacia derecha e izquierda, hasta que me paso y se cae. Eah a cuatro patas a buscarlo. Cuando consigo ponerlo en su sitio lo empujo hacia dentro pero no ocurre nada. Una bombilla se enciende en mi cerebro (cerebro…). En vez de empujar, esta vez tiro de él y suena un pequeño “click”.  con toda mi ilusión giro el pomo con toda mi fuerza dejando caer todo mi peso.
La puerta se abre por fin. He conseguido salir. Soy libre. Mi madre me mira con cara de “pero que tonto eres”.
Dejo esta carta en su lugar de reposo en el soporte del rollo de papel higiénico para el próximo recluso, así se podrá consolar con mi historia.

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