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Ahora mismo hay que meter como nombre de la cuenta ese correo y como clave la misma que os di en clase.

jueves, 19 de abril de 2012

-Relato 1 de María Atanes




radioadivinacion_manuela@jotamail.se

Hola Manuela:

Soy escorpio de 40 años.

Quisiera saber sobre el trabajo... aunque en realidad lo que me preocupa es el amor, sagitario de 42.
Preparo desde hace seis años oposiciones de Enseñanza Primaria. Lo hago por mis padres, a los que les hace ilusión tener una hija funcionaria,  porque a mí ni me gustan los niños ni la docencia. Hace dos conseguí aprobar, pero sin plaza. Gracias a esto entré en la bolsa de sustituciones y durante quince días trabajé en un pueblo de la sierra de Huelva. Veinticinco niños de tres años que apenas sabían hablar, ¿cómo entenderlos? Me sentí afortunada cuando la maestra a la que estaba sustituyendo se dio de alta. Un error médicome contó sonriendo entre lágrimas. Tras varios análisis, el bulto que le habían detectado era de grasa.

Manuela, si me dices que no voy a sacar plaza, dejo de estudiar. Bueno, más bien de fingir que estudio porque, a ti, que todo lo ves en tus cartas, no puedo mentirte.

Te cuento lo del trabajo, pues allí fue donde conocí a sagitario de 42. Detesto esos email tan breves que a veces te mandan. Con tan poca información cómo vas a poder orientarte.

Me gustaría hablar contigo por teléfono pero no tengo tarjeta para poder abonar la llamada. Hace ocho años, tuve que cerrar la Agencia de Viajes que mis padres me habían montado y a consecuencia de esto cogí una depresión. Comprar me tranquilizaba. Los objetos en las tiendas me llamaban, pronunciaban mi nombre. El mismo día que la banda magnética de la tarjeta quedó inutilizada de tanto pasarla por el datáfono, recibí una carta del banco. Les debía 6000 euros. Tiré el recibo a la basura y le pedí a mi madre la suya. Bueno Manuela, a ti no puedo engañarte, se la cogí sin permiso del primer cajón de la mesilla de noche. Ella es muy antigua y no la utiliza, siempre va con dinero, no la echaría de menos y además estaba sin firmar. Hasta que el banco le mandó a mi madre la carta acusatoria.

Primero se creyó víctima de una estafa y su indignación se transformó en contenido enfado  al reconocer mi firma. Mis padres me obligaron a ir al sicólogo y, para que me entretuviese, me compraron el temario de las oposiciones. Ya es hora que la niña ponga en práctica sus estudios le decía mi madre a mi padre, entre lágrimas, intentando sonreír.
Tuve suerte, soy vegetariana, y mi llegada al colegio coincidió con la celebración de la X FERIA DEL IBÉRICO. La gran mesa de la sala de profesores estaba cubierta de platos repletos de todo tipo de variantes del cerdo, exceptuando unas aceitunas y unos cuencos con salmorejo al que también le habían añadido unos taquitos de jamón. Así que me pasé toda la tarde bebiendo un licor de castañas casero, elaboración de la mujer del director.

Quizás por la lucidez que siempre me ha proporcionado el alcohol, en seguida me sentí observada. Recuerdo su enorme sonrisa cuando nos presentaron. Me contó todo lo que debía saber para sobrevivir en ese colegio. Que el director era un déspota, aunque en realidad estaba totalmente dominado por su mujer; que la maestra de cuatro años era lesbiana, el año anterior en la IX Feria del Jamón se había insinuado a la de 5 años y desde entonces no se hablaban; que la de música era una vieja senil que se negaba a jubilarse y que tuviera cuidado con el de Educación Física. Mientras tanto, se estiraba la camiseta para que me fijara en sus músculos y en su color bronceado de estar en el patio haciendo deporte con los alumnos le apodaban el pajarraco porque le gustaba revolotear sobre las mujeres guapas. Esto último me lo dijo acercándose mucho y propinándome un leve toque en mi hombro. Me cogió de sorpresa y el vaso de licor que acercaba a mi boca se derramó sobre mi blusa.

Él, amablemente, por si no me había quedado con el camino desde la pensión hasta el colegio, se ofreció a acompañarme y mira que el pueblo era pequeño... pero, Manuela, aunque yo nunca he tenido mucho sentido de la orientación, en seguida me di cuenta que estábamos dando un rodeo. Al pasar junto a la valla del huerto de una casa que parecía abandonada, me cogió por la cintura y debajo de las grandes hojas de una higuera me dio un beso. Yo me dejé llevar... entonces sonó su móvil... él se puso muy nervioso, lo apagó pero me dio tiempo a ver un nombre de mujer parpadeando en la pantalla.
Terminé sola, en la triste habitación de la pensión, con el sabor dulzón del licor de castañas en mi boca.

Fueron días de miradas, de roces, de breves encuentros ante la máquina del café... la incorporación repentina de la profesora enferma frustró nuestra primera cita fuera del colegio... y en nuestra despedida, el deslizó, disimuladamente en mi mano, un trozo de papel doblado con su teléfono móvil y su dirección de correo electrónico.
Mi madre achaca mis ojeras al exceso de estudio. Pero tú, Manuela, que sabes leer entre líneas, habrás sospechado que la causa son las horas que paso chateando con él. Me cuenta que su matrimonio está roto y que permanecen juntos porque la niña es aún muy pequeña. Que conmigo ha sido distinto y tan distinto que se quedó con las ganasle contesto. El pajarraco dejó escapar a su pajarilla. Que le dé una oportunidad pero... ¿tiene futuro esta relación?

Cuando realices la tirada de cartas, elijo el montón de la izquierda y mi color es el azul. No tengas prisa en responder, escucho todos los días tu programa, así las mañanas se me hacen más cortas.

Saludos de una escorpio de 40.




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