Alguno de vosotros (no muy ducho, por lo que se ve) entró en nuestro blog por blogger y lo ha asociado a su cuenta que es marcantmafe@gmail.com

Ahora mismo hay que meter como nombre de la cuenta ese correo y como clave la misma que os di en clase.

viernes, 20 de abril de 2012

Carta desde mi pequeña isla




Carta desde mi pequeña isla



Querida familia y amigos:


   Tal cómo prometí os  escribo de nuevo para contaros cómo son mis días en este pequeño  rincón del paraíso. Sé que algunos de vosotros no comprendisteis del todo mi decisión de abandonar para siempre la península y menos cuando os comuniqué que me marchaba  sin tener tan siquiera claro cual sería el destino elegido para pasar el resto de mis días, pero sí que conocéis bien el motivo de mi meditada y firme postura  de no volver jamás a lo que llamáis civilización y creo que eso justifica mi partida.  Ahora transcurridos unos meses vuelvo a reiteraros que me encuentro mejor que nunca y sigo gozando  de una espléndida salud, (esto va dirigido especialmente a mis más allegados, a mis queridas hermanas y a papá, para que estéis tranquilos). La  salud es algo que en la península daba por hecho quizás por mi juventud o quizás porque los vaivenes y las preocupaciones que la vida me deparaba allí no me daban la oportunidad de tener en cuenta las cosas realmente importantes. 
   Por lo demás aquí en la isla todo continúa  igual, es decir, a las mil maravillas. No me falta alimento, que es algo también importante: todas las mañanas salgo a pescar, preparo después mi almuerzo, por supuesto antes de éste siempre me abro un coco y con algo de Martini de las últimas botellas que hace un mes me proporcionaron los patrulleros me preparo un aperitivo y lo acompaño con unas almejas al vapor que están para chuparse los dedos.  Tampoco me falta distracción e incluso buena compañía. Por las tardes cuando cae el sol, como siempre, me tumbo en la orilla y espero que los Bumpa – Tumpa hagan su aparición,  los veo venir remando en su canoa de tronco de palmera, deslizarse entre las olas y aterrizar suavemente en la playa, me sonríen y con sus caras morenas y aniñadas me urgen a que me levante y me disponga  a jugar a las cartas con ellos, a veces pienso que fue una equivocación enseñarles el juego, otras veces estoy deseando que lleguen y me sacudan la monotonía que encierra algún mal día. Luego cuando comenzamos a jugar todo son risas, bromas y codazos entre ellos y eso me hace tanta gracia que a la hora de marcharse, los despido con tristeza, bueno, eso ocurre siempre que no le toca venir al jefe. Zuzú tiene muy mal perder, tan mal perder que cuando la cosa pinta regular para él se pone a tirarse de los pelos, a dar saltos y echarnos arena como un poseso hasta que con gesto enfadado se va detrás de una palmera, entonces yo con algunas palabras amables que ya conozco del dialecto  malgache intento calmarle y unirlo al juego de nuevo. Con Zuzú delante nadie se atreve a gastar bromas excepto yo, que ya le voy conociendo y se en el fondo que es perro ladrador.  
   En mi isla las noches son estrelladas y cálidas y es en el silencio de estas noches, bajo el sonido oscilante de las olas, cuando más me acuerdo de lo que tengo y de lo que dejé allí, en vuestra península.  Muchas veces me tumbo  en mi hamaca de raíces y colgado entre dos palmeras como un felino, me balanceo con suavidad mientras observo las estrellas. Nunca había deparado en los colores de las estrellas, sí, había aprendido sus tipos en el colegio pero jamás creí en llegar a distinguir sus colores: las hay rojas, naranjas, amarillas, azules y completamente blancas. Y sus tamaños, ¡qué decir de sus tamaños! Desde esta parte del Océano Índico se ven cosas,  imposibles de calibrar bajo el cielo de vuestra península y respiro tranquilo entonces, con una tranquilidad que no conocía desde que era un niño y esa soberana sensación, os lo puedo asegurar, no la cambiaría por nada de este mundo.
   Tengo que reconocer que a veces en mi isla la cosa se pone fea, por ejemplo, hace dos días de repente (y os digo de repente porque casi todo en mi isla surge de repente) el cielo se volvió negro como el tizón y el viento comenzó a soplar de tal manera que descompuso el techo de mi choza. Jamás había visto el mar de aquella forma, las olas subían por el acantilado que se divisa desde la playa y los truenos de la tormenta se confundían con las arremetidas del mar contra la roca. Como aquello no me gustó un pelo me cogí mis cosas y marché a la montaña, descubrí un entrante que me sirvió de refugio hasta que dejó de llover. Mientras esperaba a que el cielo se despejara, improvisé una fogata, y fue encenderla cuando me vi rodeado de una curiosa compañía, cuatro roedores se acurrucaron detrás de mí, me imagino que atraídos por el calor que desprendía el fuego. Jamás había visto animalitos parecidos, eran como ratones grandes con orejas alargadas y ojos redondos que me miraban sin parpadear. Olisqueaban todo, mi ropa, mi bolsa y uno de ellos me siguió todo el día, lo he adoptado como mascota y le llamo Boni en recuerdo a primo Bonifacio (primo, espero que no te importe). Boni es muy listo, lleva tan solo dos días conmigo y ya me trae las chanclas, cuando estoy cansado de pelar cocos y me tumbo en la hamaca le digo: ¡Boni, boni, trae las chanclas, vamos! Y entonces levanta las orejas, sale flechado para la choza y me las trae entre sus dientes de roedor, después espera a que le acaricie y se sube a la hamaca conmigo hasta que se queda dormido a mis pies, ¡Boni, es un primor de mascota! La semana que viene le enseñaré a vigilar la choza por la noche porque aunque su aspecto engañe cuando se enfada es un roedor bastante agresivo. Ayer que vino Zuzú a jugar, Boni lo supo mantener a raya, cuando le vio echarme arena se le abalanzó haciendo un ruido similar al de un tigre. Menos mal que como es tan obediente,  a un solo grito mío retrocedió de inmediato.  
  Pronto os llegará esta carta, mañana vienen los patrulleros a recoger la correspondencia. Por algo de marisco que les pesco me hacen el favor de llevármela a Isla Mayotte y me traen también algunas provisiones que echo en falta de la civilización. Ahora me daré prisa en terminarla porque hoy viernes tenemos fiesta, las noches de luna llena toda la tribu de los Bumpa Tumpa vienen a mi isla, les preparo batida de coco y entonces nos colgamos flores al  cuello,  con cantos malgaches caminamos hasta la montaña y allí desde lo más alto del acantilado despedimos el sol mientras echamos las flores al mar, después seguimos bebiendo durante toda la noche. Zuzú entre risas tontas me dice que es una costumbre ancestral que desde que llegué  han decidido celebrar por siempre en mi isla porque mi acantilado es más alto que el de su isla. Yo me sonrío y pienso en el fondo que el traslado de la fiesta malgache se debe más a mi batida de coco que a la altura del acantilado pero no le digo nada porque disfruto mucho con su fiesta. Ya debo terminar, se hace tarde. Como podréis comprobar mi vida aquí tiene poco que ver con mi vida en vuestra península, sigo sin trabajo, sin oficio ni beneficio, pero ahora soy un hombre feliz. No necesito dinero, lo cual me hace respirar a gusto, y tampoco necesito compañía, por ahora no echo de menos a una mujer y mucho menos a una ex que era lo único que tenía allí.  Así que soy completamente feliz, espero que poco a poco me comprendáis y os planteéis seriamente en veniros una temporadita a mi isla aunque por ahora no os pueda enseñar exactamente en qué lugar del Indico está, pronto le pondré nombre y pediré seriamente que aparezca en el mapa, justo entonces os mostraré dónde exactamente se encuentra para que podáis venir a visitarme cuando os apetezca.  
Un gran abrazo a todos desde mi pequeña isla.

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