Santiago, cuando estuve en Mérida acompañando a mi padre en el hospital,
nunca me planteé salir a tu encuentro “en mi memoria”.Y no porque ya me
hubieses dicho claramente, en un sms tajante, que yo tenía que aprender a
ubicarme;quizá más bien, impelida por esta invitación tuya salir de tu vida por
no haber sabido estar en ella-la infidelidad fue un buen argumento a tu favor-,
es por lo que mi mente y mi corazón vaga, errabundos, desde hace casi cuatro
años, pero, o desdicha, no han aprendido a ubicarse sino que, de repente,
vuelven a encontrarse contigo, como en una reiteración de lo
imposible...Santiago...
Fue una mañana del mes de febrero de este
año, aprovechando la pausa que en el hospital te dan desde que visita el médico
hasta la comida, cuando me decidí a romper tu prohibición y...!ay, Santiago,
qué difícil oponerse a los asaltos de mi caprichosa voluntad...!
Cogí el coche, digo, y me dirigí a la avenida de las atarazanas,
¿recuerdas...?, donde siempre aparcabas cuando venías de Don Álvaro para ir a
trabajar al Juzgado-sé que estás en ¨Don Benito ahora-, y, nada más salir del
coche y contemplar, al frente, el parque en el que tantas veces habíamos
paseado, me asaltó un ligero dolor de muelas en el corazón que, sin embargo, dulcificó
mi rostro con una tierna sonrisa...
Dirigí mis pasos hacia el centro de la ciudad, aspirando profundamente
el frío aire de invierno con una gran emoción, como si ese etéreo fluido
hubiera sido elmismo siempre, desde que tú y yo andábamos por allí,
compartiéndolo, respirándolo juntos y, en ese mismo momento, anhelaba que mi
deseo se extendiera durante los kilómetros que nos separaban entonces para
hacerse una realidad..., y el aire que tú respiraras en ese momento fuera parte
del mío...Santiago...
Y
me fijaba atentamente en los lugares, bares, tiendas,baldosas que pisaba, como
si quisiera a un tiempo desmitificarlas, sacralizadas,como estaban, porque tú
las frecuentaste o pisaste...
Y
te buscaba por la calle, con ganas de contarte que había flores nuevas de lo
que sentía -¿o siento?- por ti..., sí, Santiago...
Así andando pasé la alcazaba y llegué a la plaza de España. Me dolía que
estuvieran todas las piedras y columnas tan bien puestas, ellas han sido
testigo de nuestros dos años de amores y desencuentros, y finalmente, han
seguido firmes, ellas sí, pero...¿y nosotros, Santiago...?
Al llegar al kiosco de la prensa donde tú comprabas: algún libro, o el
periódico, ya no podía más y te mandé un mensaje-que no contestaste como otras
veces-, cuando, en los tres años y pico que no estamos juntos, me encontraba al
límite diciéndote que se me había muerto la perra o me había operado de la
espalda; en ese mismo momento, digo, te decía que estaba paseando por el centro
de Mérida por aquellos míticos lugares que tú me enseñaste a amar.
Estoy
escribiendo esta carta y me estoy dando cuenta de que donde hubo fuego hay
bastantes brasas...; como siempre, no contestaste al mensaje y pensé que era
mejor así porque al fin y al cabo soy yo la desubicada, pues no se puede
pretender buscar alguien a quien se dejó supuestamente por otra persona -¿era
otra persona, Santiago, era eso...?-y, luego, cuando te das cuenta de que no es
“ése” sino “aquél”, a quien dejaste y quieres volver atrás, te encuentras con
la pared...; pero, volviendo a mi pregunta, Santiago, ¿era “ése”el motivo de
dejarlo,o era esa incertidumbre del futuro, de no saber o no querer saber darlo
todo a fondo perdido, y no quiero decir ahora, por parte de quién...?
Pero
seguí paseando con el alma bañada por un sentimiento agridulce y, al atravesar
la plaza, mis pasos me encaminaba a cruzar por debajo de otro arco romano y
tras una calle en L, mis ojos se detuvieron ante Correos...-¿te
acuerdas...?-cuando eras agente judicial-ya has promocionado dos cuerpos-,
todos los días lo visitabas, por eso mis ojos se detienen con cariño ante el
edificio, con la avidez de un turista ante el foro romano..., incluso, subí las
escaleras y atravesé la puerta, quedándome tontamente en el interior conmemorando
tu presencia remota, tan antigua y tan presente...Santiago...;tras hacer una
pregunta rutinaria al funcionario, me despedí y bajé la escalera, la emoción in
crescendo dentro de mí...
Un
poco más adelante y, a la derecha, la calle Almendralejo y...¡oh
maravilla...!el palacio de Justicia...mis ojos se cerraron levemente para
visualizar la última huelga juntos, ¿recuerdas...?-, tú te encargaste de la
pancarta y yo subí desde Fuente de Cantos para acompañarte..., y subí la
escalera de la acera y me acerqué a la puerta, con los ojos y los oídos muy
abiertos..., -allí está tu ADN- pensaba y creía escuchar por entre las piedras
el eco de tus palabras: chispeantes, cortantes, a veces irónicas, llenas de
sentido...; pero no quiero que pienses que me he vuelto más excéntrica o que
soy una loca fetichista de lugares, pensamientos o recuerdos..., ahora vuelvo
sobre mis pasos y recuerdo aquello que mi amiga-argentina también- me dijo un
día respecto de esta melancolía que a veces me puede: cuando uno se acuerda de
su pueblo, también ha de recordar lo malo..., y entonces me puse a pensar y
escudriñar en mi mente y corazón, motivos por los que no debía quererte o
recordarte...
Desanduve,
Santiago, digo, los pasos andados y volví a atravesar la plaza de España, bajé
las escaleras, pasé la alcazaba, llegué a las atarazanas...¡Santiago...!, fui
buscando tu peugeot 206 blanco con el Homer Simpson que te regalé colgando del
espejo -¿aún lo tienes?-, y percibí el olor a plástico nuevo que había dentro.
Me
monté con un suspiro en mi coche y volví al hospital...,y me preguntaba si tú
te preguntas qué estoy haciendo ahora, o cómo me va...,
Recuerdo
que te pareció “inteligente”que me hubiera comprado un piso en Sevilla, es más,
me dijiste que por fin había hecho algo inteligente y, sin embargo, sonrío
irónicamente al pensar que sigo sin saber ubicarme y sobre todo, cuando alguien
me habla de ti me renace este dolor de muelas en el corazón que a pesar de todo
me hace sonreír con ternura, y me digo a mí misma que no quiero ubicarme si
ello supone separar mi mente y mi corazón de ti, eso sería, más bien:
“DESUBICARME”...
Te
quiero: Inma.
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