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viernes, 20 de abril de 2012

RELATO 1 de Inmaculada Sánchez


Santiago, cuando estuve en Mérida acompañando a mi padre en el hospital, nunca me planteé salir a tu encuentro “en mi memoria”.Y no porque ya me hubieses dicho claramente, en un sms tajante, que yo tenía que aprender a ubicarme;quizá más bien, impelida por esta invitación tuya salir de tu vida por no haber sabido estar en ella-la infidelidad fue un buen argumento a tu favor-, es por lo que mi mente y mi corazón vaga, errabundos, desde hace casi cuatro años, pero, o desdicha, no han aprendido a ubicarse sino que, de repente, vuelven a encontrarse contigo, como en una reiteración de lo imposible...Santiago...

     Fue una mañana del mes de febrero de este año, aprovechando la pausa que en el hospital te dan desde que visita el médico hasta la comida, cuando me decidí a romper tu prohibición y...!ay, Santiago, qué difícil oponerse a los asaltos de mi caprichosa voluntad...!

     Cogí el coche, digo, y me dirigí a la avenida de las atarazanas, ¿recuerdas...?, donde siempre aparcabas cuando venías de Don Álvaro para ir a trabajar al Juzgado-sé que estás en ¨Don Benito ahora-, y, nada más salir del coche y contemplar, al frente, el parque en el que tantas veces habíamos paseado, me asaltó un ligero dolor de muelas en el corazón que, sin embargo, dulcificó mi rostro con una tierna sonrisa...

     Dirigí mis pasos hacia el centro de la ciudad, aspirando profundamente el frío aire de invierno con una gran emoción, como si ese etéreo fluido hubiera sido elmismo siempre, desde que tú y yo andábamos por allí, compartiéndolo, respirándolo juntos y, en ese mismo momento, anhelaba que mi deseo se extendiera durante los kilómetros que nos separaban entonces para hacerse una realidad..., y el aire que tú respiraras en ese momento fuera parte del mío...Santiago...

     Y me fijaba atentamente en los lugares, bares, tiendas,baldosas que pisaba, como si quisiera a un tiempo desmitificarlas, sacralizadas,como estaban, porque tú las frecuentaste o pisaste...

     Y te buscaba por la calle, con ganas de contarte que había flores nuevas de lo que sentía -¿o siento?- por ti..., sí, Santiago...

     Así andando pasé la alcazaba y llegué a la plaza de España. Me dolía que estuvieran todas las piedras y columnas tan bien puestas, ellas han sido testigo de nuestros dos años de amores y desencuentros, y finalmente, han seguido firmes, ellas sí, pero...¿y nosotros, Santiago...?

     Al llegar al kiosco de la prensa donde tú comprabas: algún libro, o el periódico, ya no podía más y te mandé un mensaje-que no contestaste como otras veces-, cuando, en los tres años y pico que no estamos juntos, me encontraba al límite diciéndote que se me había muerto la perra o me había operado de la espalda; en ese mismo momento, digo, te decía que estaba paseando por el centro de Mérida por aquellos míticos lugares que tú me enseñaste a amar.

            Estoy escribiendo esta carta y me estoy dando cuenta de que donde hubo fuego hay bastantes brasas...; como siempre, no contestaste al mensaje y pensé que era mejor así porque al fin y al cabo soy yo la desubicada, pues no se puede pretender buscar alguien a quien se dejó supuestamente por otra persona -¿era otra persona, Santiago, era eso...?-y, luego, cuando te das cuenta de que no es “ése” sino “aquél”, a quien dejaste y quieres volver atrás, te encuentras con la pared...; pero, volviendo a mi pregunta, Santiago, ¿era “ése”el motivo de dejarlo,o era esa incertidumbre del futuro, de no saber o no querer saber darlo todo a fondo perdido, y no quiero decir ahora, por parte de quién...?

            Pero seguí paseando con el alma bañada por un sentimiento agridulce y, al atravesar la plaza, mis pasos me encaminaba a cruzar por debajo de otro arco romano y tras una calle en L, mis ojos se detuvieron ante Correos...-¿te acuerdas...?-cuando eras agente judicial-ya has promocionado dos cuerpos-, todos los días lo visitabas, por eso mis ojos se detienen con cariño ante el edificio, con la avidez de un turista ante el foro romano..., incluso, subí las escaleras y atravesé la puerta, quedándome tontamente en el interior conmemorando tu presencia remota, tan antigua y tan presente...Santiago...;tras hacer una pregunta rutinaria al funcionario, me despedí y bajé la escalera, la emoción in crescendo dentro de mí...

            Un poco más adelante y, a la derecha, la calle Almendralejo y...¡oh maravilla...!el palacio de Justicia...mis ojos se cerraron levemente para visualizar la última huelga juntos, ¿recuerdas...?-, tú te encargaste de la pancarta y yo subí desde Fuente de Cantos para acompañarte..., y subí la escalera de la acera y me acerqué a la puerta, con los ojos y los oídos muy abiertos..., -allí está tu ADN- pensaba y creía escuchar por entre las piedras el eco de tus palabras: chispeantes, cortantes, a veces irónicas, llenas de sentido...; pero no quiero que pienses que me he vuelto más excéntrica o que soy una loca fetichista de lugares, pensamientos o recuerdos..., ahora vuelvo sobre mis pasos y recuerdo aquello que mi amiga-argentina también- me dijo un día respecto de esta melancolía que a veces me puede: cuando uno se acuerda de su pueblo, también ha de recordar lo malo..., y entonces me puse a pensar y escudriñar en mi mente y corazón, motivos por los que no debía quererte o recordarte...

            Desanduve, Santiago, digo, los pasos andados y volví a atravesar la plaza de España, bajé las escaleras, pasé la alcazaba, llegué a las atarazanas...¡Santiago...!, fui buscando tu peugeot 206 blanco con el Homer Simpson que te regalé colgando del espejo -¿aún lo tienes?-, y percibí el olor a plástico nuevo que había dentro.

            Me monté con un suspiro en mi coche y volví al hospital...,y me preguntaba si tú te preguntas qué estoy haciendo ahora, o cómo me va...,

            Recuerdo que te pareció “inteligente”que me hubiera comprado un piso en Sevilla, es más, me dijiste que por fin había hecho algo inteligente y, sin embargo, sonrío irónicamente al pensar que sigo sin saber ubicarme y sobre todo, cuando alguien me habla de ti me renace este dolor de muelas en el corazón que a pesar de todo me hace sonreír con ternura, y me digo a mí misma que no quiero ubicarme si ello supone separar mi mente y mi corazón de ti, eso sería, más bien:

“DESUBICARME”...

            Te quiero: Inma.


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