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lunes, 23 de abril de 2012

RELATO 1 de Enriqueta Bataller de Juan

      EL VIAJE A ITALIA


Por fin he vuelto al trabajo!!!.
Jamás pensé que podría decir esto, pero así es.
Como bien sabes ayer acabamos nuestras esperadas vacaciones
de verano y con ellas el deseado viaje a Italia que preparamos con
tanta ilusión. Este viaje tenía demasiados alicientes como para
llevar más de medio año organizándolo: conocer la costa de Amalfi,
visitar Pompeya, asistir a la boda de mi cuñada Rosaura en el Sur
de Italia y acabar, Javier y yo, paseando por Roma como broche
final, ya sabes que este fue el primer destino en nuestro viaje de
novios..Todo debía salir perfecto pero... las cosas no siempre salen
como uno planea..
El inicio del viaje transcurrió con normalidad: poco retraso y
muchas escalas hasta llegar a Brindisi, ciudad desde donde
alquilamos un coche deportivo azul impecable, que era la envidia
del todo el mundo. Sólo destacar un pequeño detalle que te
resultará familiar: cuando llegamos al destino final de nuestro viaje
en avión las maletas no aparecieron. A que te recuerda? Igual que
en nuestro viaje a Londres, sí, pero en este caso íbamos a una
boda, planeábamos estar quince días y nuestra visa no estaba tan
bollante como entonces...Tú conoces bien a Javier, tranquilo e
inalterable, estos pequeños contratiempos le divierten en la misma
medida que a mí, metódica y ordenada, me desesperan. Nos
prometieron hacer llegar las maletas a nuestro primer destino en
menos de cuarenta y ocho horas, tiempo suficiente para poder ir a
la boda con nuestros estudiados modelitos, por lo que decidimos
partir rumbo al hotel reservado en el campo, cerca de Lecce,
donde nos encontraríamos con el resto de invitados a la boda.
Una vez llegamos al destino nos instalamos en la habitación del...
hotel??, bueno, más bien de la antigua casa en ruinas con fachada
espectacular, que por contado era la que vimos en la pagina web
que lo anunciaba, donde nos dieron una habitación en el primer
piso, con vistas a una carretera comarcal por fortuna poco
concurrida (al menos por automóviles porque carros tirados por
burros ...) mamma mia!!.. Eso sí, la habitación como a ti te gustan:
amplia, luminosa y además con una capa de polvo añejo sobre los
muebles que daba cierto toque "decadente" a la estancia. Como no
llevábamos maletas nos instalamos con rapidez y salimos al
encuentro de amigos y conocidos que ya nos esperaban en la
cercana ciudad de Lecce, famosa por el peculiar barroco de su
arquitectura .
Y allí estaban casi todos, en la plaza mayor, hablando,
gesticulando y riendo como auténticos españoles, centrando la
atención de todo el que pasaba. Nos recibieron con alegría al grito
de "los que faltaban"!! , sobre todo Sebastián, el buen amigo de
Javier y del novio de Rosaura, Marcelo. El pobre Sebastián tenía la
cabeza vendada al más puro estilo momia egipcia por un pequeño
vuelco por el acantilado esa tarde , lo que nos sirvió como
advertencia sobre las estupendas playas de la zona, bueno , más
bien de los acantilados pedregosos para acceder al mar.
Disfrutamos de una noche de verano italiana...Campari, pasta,
helado en una bonita "trattoria" hasta retirarnos bien entrada la
noche.
Los días siguientes, previos al enlace, los dedicamos Javier y yo a
hacer excursiones por la zona: días de playa, largas siestas bajo el
arrullo de los pastores con sus ovejitas y los carros llenos de paja
tirados por burritos, cenas con nuestros amigos y largos trayectos
en el descapotable para hacer los pequeños preparativos de la
boda y es que el Sur de Italia cuenta con una red nacional de
carreteras que recuerda la de los años...sesenta? en España:
carreteras estrechas, de doble dirección, sin arcenes ni linea alguna
visible en la carretera e interrumpidas de forma constante por todo
tipo de fauna y flora imaginable o bien tertulianos locales sentados
a la entrada o salida de cualquier pueblo...Por supuesto, de señales
de tráfico...ni hablamos. En fin, realmente encantador. Esto motivó
que la gran mayoría de las mujeres renunciáramos a ir a la
peluquería previo a asistir a la ceremonia.Tan sólo la hermana de
Rosaura fué ilusionada, para llevar el peinado y manicura perfecto
en la boda, aunque ella no contaba con el laaargo y sinuoso
trayecto de vuelta, lo que provocó que sus uñas llegaran algo
mordisqueadas al destino, la verdad es que solo estaban íntegras
las de los dedos gordos, por no aguantar los nervios ante el viaje
tan prolongado de vuelta.
Te estarás preguntando si no tuve que abrir el habitual botiquín de
primeros auxilios que siempre llevo en mis viajes, como buena
médico y mujer precavida que soy. Pues sí, aunque sirvió para poco.
Una sobrinita de Rosaura, Clara, comenzó con fiebre un día antes
de la boda, y por supuesto aprovechando barbacoa campestre
nocturna en la casa rural me consultaron. Aproveché entre chuleta
y chuleta para inspeccionar a la paciente, a la que todos
diagnosticábamos sin ver, claro está, de una banal insolación
infantil. Tras ver a la paciente se me indigestaron las chuletas y es
que el cuadro no me gustó nada, la niña estaba con treinta y nueve
de fiebre y dolor en la barriga que si no era apendicitis...era algo
digno de ser valorado en un hospital.....de la zona???. Y allí
estábamos. En un hospital del Sur de Italia, con azulejos alicatados
por pasillos y habitaciones y montacargas como ascensores, en la
mañana de la boda y con el cortejo nupcial al completo: los padres
de la enfermita, Sebastián y su testa coronada por vendas,
Rosaura con la cara desencajada, Marcelo haciendo de intérprete,
Javier y yo . ... Y es que las cosas no siempre salen como uno
planea...Tras varias exploraciones, analítica y ecografía, el
diagnostico fue infección de orina con afectación renal. El cuadro
requería ingreso y vigilancia, antibiótico en vena y esperar.. aunque
no había peligro .
Una vez pasó el pánico inicial, todos nos dirigimos a nuestros
aposentos para prepararnos para la gran boda. Por suerte,
nosotros habíamos recibido las maletas en el plazo concertado, yo
había prescindido de la peluquería, y mi traje de seda salvaje rojo,
el que compré contigo antes de salir de viaje, con los hombros al
aire y largo hasta los pies, que me quedaba de muerte, mantenía
ese arrugadillo natural de la tela que no obligaba a una sesión de
plancha o algo por el estilo. Y allí estábamos Javier y yo: en nuestro
flamante descapotable, engalanados hasta la bandera, con mapa
indescifrable en mano, preparados para llegar a la pequeña iglesia
fortaleza medieval donde se celebraría la ceremonia religiosa.
Salimos con antelación, tú sabes lo puntualísimo que es Javier, pero
entre las carreteras, rebaños, y ausencia de señalización más
exceso de velocidad, unos "amables" carabienieri tuvieron a bien
pararnos, parlotear insaciablemente hasta
multarnos y eso
sí...escoltarnos como nos merecíamos hasta la puerta de la Iglesia.
Realmente aquel lugar era maravilloso, el templo de piedra de
pequeñas dimensiones, con escasa decoración, fuerte y robusto,
atemporal, se erigía en lo alto de un acantilado, con el mar a lo
lejos, y un atardecer que invitaba a guardar ese momento en lo
más hondo del corazón. Yo, al menos, así lo hice.
La ceremonia resultó ser un éxito de bilingüismo, Rosaura estaba
preciosa, Marcelo emocionado y los demás disfrutamos de lo lindo
viendo como nuestros amigos se decían el sí quiero.
Y si el lugar de la ceremonia era maravilloso no lo fue menos el
de la celebración. Nos costó llegar, carretera estrecha y mal
iluminada, sin arcén ni aparcamiento establecido...menos mal que
yo seguía a Javier a pies juntillas y sin darme cuenta entraba en el
paraíso: una gran villa en lo alto de una colina, con un enorme
jardín repleto de vegetación, una piscina de forma sinuosa
iluminada, pérgolas para la cena, barras donde servían los más
variados cócteles, selectos manjares y una música que amenizaba
la llegada de los invitados. Era todo perfecto. Javier sonreía de oreja
a oreja, Sebastián se frotaba las manos, había reducido a la mínima
expresión su vendaje y veía enormes posibilidades de ligar con
alguna "siñorina" despistada, Rosaura estaba feliz y tan solo el
padre de Blanca, preocupado por la salud de su hija y ausencia
forzada de su mujer, parecía no disfrutar de la noche. Se levantó
una brisa ligera y a mí, como siempre, me entró frío. Ya sé que me
lo advertiste, que el chal era muy mono pero no abrigaba, que
tendría frío.. Como buena previsora había metido una chaqueta en
el coche y como mujer segura e intrépida que soy le pedí las llaves
del automóvil a Javier para ir a por ella, rechazando por completo
cualquier intento de acompañarme, (estaba riéndose a carcajadas
por la táctica de conquista por Sebastian que ya estaba poniendo
en practica ...). Todo iba bien, cogí las llaves, salí a a la oscura
carretera, caminé hasta donde recordaba que habíamos aparcado
el coche y de repente me fui al fondo y caí en .....aún no sé donde
caí! Era profundo, el suelo duro como una zanja o acequia junto a
la carretera. Mi cadera izquierda chocó contra el fondo, me dolía mucho
el codo y allí no había nadie! Del pánico que tenía me levante
como pude, salí de la trampa, llegue al coche y con la chaqueta en
mano salí apresurada hasta entrar de nuevo en el jardín, donde,
con un poco más de calma, pude hacer balance de los daños
mientras Javier me miraba espantado: el codo desollado me
sangraba a borbotones y la cadera me dolía muchísimo al tocarme
pero no había nada roto a juzgar por la rapidez con la que me había
levantado y además... el traje
no parecía haber sufrido
desperfectos....Y es que las cosas no siempre salen como uno
planea...Al mal tiempo buena cara, me curé el codo con lo que
encontré en un baño y por supuesto me puse la chaqueta que
ocultaba el escarnio, tomé el paracetamol que siempre llevo en el
bolso, un par de copitas de vino y la noche se fue arreglando: la
cena fue deliciosa, fuegos artificiales acompañaron a los novios
hasta el baile, el brindis y a bailar!!
La noche iba mejorando por momentos, los invitados hablaban y
reían, bailaban, bebían...hasta que al grito de ..un médico! me
enteré que la madre de la novia, Rosaura, había sufrido una caída
accidental en la pista de baile y tenia la muñeca derecha que
parecía dañada. La mujer aguanto el dolor como pudo,
inmovilizamos la muñeca que se estaba poniendo del tamaño de su
hombro, y decidió esperar a la vuelta a España para consultar al
especialista, quien confirmó lo que todos sospechamos sin tener
mucha idea de traumatología....muñeca rota. Pobre mujer.
A la mañana siguiente de la boda, Javier y yo, medio coja y
dolorida,
nos despedimos de todos convencidos de que la
maldición del viaje se acabaría al partir a los próximos destinos.
Nos subimos en nuestro flamante descapotable azul y a seguir
viaje..
En cierto modo y tal como pensábamos, cambió nuestra suerte al
continuar viaje en solitario: los días que pasamos en los pequeños
pueblos de la Costa de Amalfi fueron maravillosos: días de sol,
tardes de paseo por las calles estrechas repletas de casas
encaladas, cenas en pequeños acantilados junto al mar..Todo
hubiera sido perfecto si hubiéramos podido visitar Pompeya,
cerrada al público durante esos días por derrumbamiento en una
zona de ruinas. Continuamos hacia Roma para pasar allí los últimos
días y cumplimos nuestros planes casi con exactitud los primeros
días: visita al Vaticano, compres en el mercado de Campo di fiori,
recorrido por la Galería Borghese, por favor no te la pierdas en tu
próximo viaje, te encantarán las esculturas de Bernini, y paseo
romántico con cena en el Trastévere. Nuestra mala fortuna
aparición el último día ...y es que las cosas no siempre salen como
uno planea... algún alimento en mal estado nos obligó,
especialmente a Javier, a no poder alejarnos mucho de un cuarto
de baño por fuertes dolores de barriga y retortijones que requerían
de su continua visita, por lo que el última día en Roma lo pasamos
en la habitación del hotel a no más de cinco metros del aseo.
El cuadro de gastroenteritis lo conseguimos dominar durante el
viaje de vuelta en avión y como suele ocurrir en estos casos al
llegar a España mejoraron nuestros males, y según tengo
entendido, los de nuestros compatriotas: mi media cojera
desapareció, la herida del codo está cicatrizando, a Sebastián le
quitaron el apósito de la cabeza y ya sólo tiene una calva que
oculta con un mechón de pelo enrollado a modo de ensaimada, a
la pequeña Clara la dieron de alta en el hospital a los pocos días y
la madre de Rosaura, aún con escayola en muñeca, está feliz por
haber vuelto a su barrio.
Y aquí estoy yo, como quien dice casi recién llegada y a salvo en
la oficina!Prometí escribirte nada más llegar y así lo he hecho. Ah!
Por supuesto, me acordé de ti y tengo un pequeño recuerdo para
darte aunque no te hagas muchas ilusiones....creo que a pesar del
envoltorio protector no tiene la misma forma que cuando lo
compré....y es que... las cosas nuca salen como uno planea.

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