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lunes, 16 de abril de 2012


- Relato 1 de Mª Luisa Víu Blanch.
EL TIEMPO

Querido amigo dos puntos, así iba a comenzar esta carta. Después  taché, y me lo pensé mejor porque todavía no eres ni querido ni amigo, aunque bueno es una forma cortés o educada de iniciar. Perdón te estoy tuteando, doy por supuesto que no te molesta, y en caso contrario ya es tarde lo siento, me permito la licencia. Otra forma correcta de empezar es, estimado  señor, pero me parece demasiado formal, la verdad no se como empezar.

Tengo el salón lleno de bolas de papel arrugadas de los borradores que he escrito y roto, mi perro está jugando a la pelota con ellos y puedo hasta hacer confeti. Mentiría si no te dijera que no he intentado ordenar mis pensamientos y lo que te quiero decir en un  brainstorming y  en un esquema previo pero aun así se me agolpan los pensamientos en la muñeca mientras escribo y mi mente es más veloz que yo.

Me gustaría contarte muchas cosas pero sé muy poco de ti y me da un poco de pudor. Algo dentro de mí, me dice que lo intente que no pasa nada, que da igual que seas alto o bajo o muy exigente, que rías o que estés serio, que te fijes en mí o que sea una más del montón, que te gusten o no mis letras, lo importante es que las escribo para ti, que las siento y produzcan en ti una reacción.

Me gustaría decirte que tenía diez años cuando me enamoré de Gustavo, el de la Rimas y Leyendas, me sé algunas de memoria, sí, ya, como mucha gente. Algunas veces voy a su Glorieta a verlo, estudié enfrente, siempre está distinto. A los quince, me subí por primera vez de la mano de Neruda y junto al sonido de un piano de cola a un escenario. Ahora cada vez que lo hago nunca se sabe por donde voy a salir, siempre rompo algo o le pido ayuda al equipo técnico, hay expectación, el público  conecta desde el primer poema, se engancha. Ello me genera emoción y afán de superación, mi mente está siempre despierta, siempre creando, siempre trabajando. Voy por la calle en estado de alerta, pendiente de cualquier elemento de la vida cotidiana que me pueda servir para que un verso, una palabra, un concepto, cobre vida y rompa la frontera del papel, o a la inversa, se introduzca en mi mente y siembre el germen de un poema o una historia.

Quizás escribo a impulsos, pero el corazón se mueve a impulsos, la emoción es un impulso, la vida es un impulso. El impulso llega como una chispa que prende la mecha que ya estaba, lo único que hace es traducirlo, darle forma. Después duerme y despierta luego en el escenario  donde se transforma en pasión porque el poema una vez escrito es un acto de entrega y allí no hay nadie, estás más sola que cuando escribes porque estás ante la verdad, ante la voz, ante la palabra.

Algunas veces he tenido sueños imposibles, he soñado que era como Benedetti o la protagonista de “Veinticuatro horas en la vida de una mujer” de Zweig o que escribía algo remotamente parecido a “La dama del perrito” del  maestro Chéjov  al  que amo gracias al relato “Tres rosas amarillas” de mi adorado de Carver. Lo he leído hasta desde  el final,  comenzando por la escena en que el botones recoge el corcho, es una obra maestra. He ido en mi pasión por la letras incluso a la librería que lleva su nombre “Tres rosas amarillas” dedicada al relato,  un paraíso para los amantes de juntar letras y del cuento y el relato. No quiero parecer una obsesa, pero lo decía Calderón:”La vida es sueño y los sueños, sueños son.” Nunca me pareceré a ellos, por eso, los leo, los sueño y los aprehendo. 

Si tenía dudas sobre como comenzar ahora las tengo para finalizar. Un saludo, es correcto, pero después de lo que te he soltado me parece muy formal y un beso tampoco te voy a dar porque no tengo esa confianza y adiós me parece vulgar. Mejor me despido con un poema y un punto y final.

EL TIEMPO

¿Cuánto pesan tres minutos?
Le pregunta una niña a su madre,
y ella le responde – El tiempo
no se pesa se mide. –
Entonces pienso que a lo mejor 
a mi edad me he convertido en niña.
Sueño con correr liviana, manchar
mis manos de barro y limpiar el mundo.
Que todas las personas cuenten hasta diez
y pongan el cuentakilómetros a cero.
Y entonces,  quizás comprar una cinta
métrica y medir el tiempo.




1 comentario:

  1. No llegamos a saber a quién le está escribiendo. No entendemos el sentido de la carta. Sólo vemos una personalidad dubitativa. Sería, en resumen, la carta de una loca. Alguien que escribe a no se sabe quién para no se sabe qué. Como relato no se entiende.

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