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jueves, 30 de agosto de 2012

Relato 7 de Teresa Salazar

Como agua para café

Laura está sentada en una de las mesas de la cafetería, esperando a que Sara regrese de ir a comprar las bebidas.

— ¿Qué?— dice cuando Sara llega a la mesa—. ¿Has ligado o no has ligado?¿Cómo ha ido?

Sara se deja caer en el asiento frente a Laura.

— Mal. Me ha entrado pánico.
— Pero, ¿Por qué?— Laura frunce el ceño—. ¿Qué ha pasado?
— No lo sé. No sé qué me ha pasado— Sara se encoje de hombros—. Laura, te juro que intenté hacer todo eso que tu dijiste. Sonreír, bromear, coquetear con él... ¡Incluso aproveché la cola para prepararme algo que decir, por si me quedaba en blanco!
>>Pensé, "Sara, este chico trabaja en una cafetería. Seguro que está cansado de preparar siempre lo mismo. Si quieres que se fije en ti, tienes que pedir algo memorable". Se me ocurrió que sería una buena forma de comenzar una conversación — Sara se muerde la uña del dedo índice —. Pero entonces pensé que, trabajando donde trabaja, tiene que estar harto de ver a niñatos modernos pidiendo cosas raras. Así que pensé que lo mejor sería que pidiera algo simple, como un café con leche. Así además no le hago trabajar.
— Tiene lógica — Laura cruza las piernas.
— ¿Verdad que sí? Pero luego pensé, “¿Y si es uno de esos veganos que odian a la gente que bebe leche?”
— Te lo piensas demasiado, Sara — Laura hace una mueca.
— Bueno, pero, ¿Y si lo hubiera sido? Así que decidí que pediría un café solo, por si las moscas — Sara saca una servilleta del servilletero —. Para entonces, la cola se había acabado. Así que me acerco a él y le digo: "Por favor, un café."
>>El problema era que tenía la boca seca. No sé a ti, pero a mí, cuando se me seca la boca, se me traba la lengua. Es como si me quedara enredada y lo único que puedo hacer es balbucear. Así que en vez de "Por favor, un café", lo que acabo diciendo es "Pod favon cabé." Él me dice: "¿Perdona?". Yo se lo repito. Entonces me dice: "¿Lo quiere con o sin leche?". ¡Y yo voy y le digo que con leche!
— Ay, Dios— Laura apoya los codos en la mesa.
— Y claro, ¡Me entra el pánico!— Sara corta una tira de la servilleta—. Así que, para arreglarlo, le digo: "No es para mí, es para mi amiga. Yo no tomo leche."
— ¿Me has pedido un café con leche? Tía, te pedí un batido.
— Lo sé, lo sé, pero tenía que arreglarlo de alguna forma— Sara se encoge, bajando la cabeza y subiendo los hombros— .Pero entonces pienso, ¿Y si es una de esas personas que se ponen bordes con los veganos? Así que por si acaso le digo: "No porque sea vegana ni nada. Es que soy intolerante a la lactosa. La leche me da diarrea."
— ¿Le dijiste al tío que te estabas intentando ligar que la leche te da diarrea? — Laura alza una ceja.
— ¡Fue lo que me salió en ese momento! — Sara retuerce el trozo de servilleta entre las manos —. Tenías que haber visto la cara que me puso. Me miró con la misma cara de asco que tú. Yo no sabía donde meterme.
>>Él me dice: "Vale, un café con leche para tu amiga, ¿Y para ti?" Así que pienso, bueno, pues ahora pido lo de Laura. "Un batido de vainilla con mucha nata," le digo.
— Pero los batidos tienen leche — señala Laura.
— Eso mismo me dijo él. En ese momento no me acordé. "¡Para ser intolerante a la lactosa, no te veo muy enterada!", me dice.
>>"Ya, es que hace poco que lo soy," le contesto.
>>Mientras tanto, la gente que tenía detrás se empieza impacientar. "¡Mira la plasta esta!", les oía decir "¿No se podría haber decidido antes?". El camarero me está empezando a mirar como si estuviera loca. "Entonces, ¿Qué va a ser?". Y ya a la desesperada, le digo, "Sorpréndeme." — Sara hace una bola con lo que queda de la servilleta —. Y ahí fue cuando se desató. Cogió un vaso grande y empezó a echarle de todo. Que si caramelo líquido. Que si virutas de chocolate. Al final, me planta por delante un vaso lleno de algo marrón y me dice, "¿Qué? ¿Tiene buena pinta?". A esas alturas, no le iba a decir que no. Le pregunto que qué le debo.
— Me lo estoy viendo venir...— Laura se echa hacia delante en su asiento.
— Doce con ochenta por un café con leche y lo que sea que me ha hecho — Sara estruja la pelota de papel en su puño —. Me pongo a buscar la cartera en el bolso. Para entonces, los que tengo detrás en la cola me quieren matar. Entonces me acuerdo de lo que me dijiste, lo de que hablara con él. Le pregunto: "¿Hace mucho que trabajas aquí?"— Sara deja caer la bola en la mesa, entre paquetes de azúcar vacíos y manchas de café —. Y entonces entra un hombre por la puerta, se mete tras el mostrador y le zampa un beso en todos los morros al camarero. ¡Resulta que era su novio!
— ¿Osea que todo esto para que al final sea gay? — Laura resopla y apoya la frente en una mano, el codo sobre la mesa.
— Eso parece — Sara mira a sus manos sobre su regazo.
— Al final va a ser verdad. Todos los guapos son gays —. Laura descruza las piernas, cambiando de postura en el asiento —. Bueno, y, ¿Qué ha pasado con las bebidas? ¿Por qué no las traes?

Sara se golpea la frente con la mano.

— ¡Mierda! — musita —. ¡Se me olvidaba! No tenía suficiente para pagarlas, así que las he tenido que dejar allí. ¿Me prestas cinco euros?

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